THE OBJECTIVE
Aloma Rodríguez

Espías, periodistas y escritores famosos

«Siempre que muere algún escritor famoso lo primero que hago es pensar en los periodistas que tienen que hacer la nota rápido para que esté lista para el cierre»

Opinión
Comentarios
Espías, periodistas y escritores famosos

ARND WIEGMANN | Reuters

El sábado murió John Le Carré, alias de David Cornwell, que antes de ser escritor de novelas de espías, trabajó en el Servicio Secreto Británico. Lo que de verdad hizo no lo contó ni en sus memorias, Volar en círculos, donde sí contaba que su padre les maltrataba a él y a su madre, que se fue cuando él tenía cinco años, según recordaba en su nota Rafa de Miguel. Le Carré, aunque no contara su experiencia con detalle, sí escribió de lo que conocía. 

No era una apasionada lectora de Le Carré, pero sí recuerdo ver El topo, una película basada en una de sus novelas, en unos cines de A Coruña unas navidades. Y ahora me pregunto si la idea de fijarse en la parte más rutinaria y poco atractiva del trabajo de los espías la habrían tomado de ahí para hacer una de mis series favoritas, Oficina de infiltrados

Siempre que muere algún escritor famoso lo primero que hago es pensar en los periodistas que tienen que hacer la nota rápido para que esté lista para el cierre. (Parece que Le Carré murió el sábado pero no lo hicieron público hasta la tarde del domingo, para ser piadosos con los periodistas deberían haberlo anunciado el domingo por la mañana.) Pienso en la alegría del que se lo sabe, mezclada con la tristeza de que muera uno de sus escritores, y en el abismo del que tal vez, en este caso, descubriera ayer que Le Carré era un pseudónimo y que no era francés, sino inglés y que estaba, además, muy disgustado con el Brexit[contexto id=»381725″]. 

Con el Nobel pasa algo similar. Este año, un periodista al que escribí para decirle que a la hora del fallo lo tendría en mis pensamientos me respondió: si se lo dan a Annie te llamamos. Cuando trabajaba en un periódico semanal, a veces nos poníamos especulativos y el director me preguntaba: si mañana se muere tal, ¿a quién le encargamos la necrológica? Era una cuestión de probarnos, de jugar a ser rápidos y originales, más que de matar a escritores famosos que nos cayeran mejor o peor. Supongo que pensábamos más en escritores que en cineastas porque leer un libro cuesta más que ver una película. El periódico cerró un par de días antes de que se fallara el Nobel de Literatura, que ese año fue para Bob Dylan, y casualmente llevábamos una pieza sobre él. Nunca lo habríamos acertado.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D