THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

2022, la gran incógnita

«Lo único seguro, con o sin elecciones sorpresa, es que este 2022 no será un año ni fácil ni próspero. Todo lo demás son incógnitas»

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2022, la gran incógnita

Jorge Armestar | Europa Press

Esta semana arranca la aprobación de los Presupuestos de 2022 en el Pleno del Congreso. Sólo está asegurado que el próximo no será un año fácil. Y también que hay una hipótesis que, oficialmente, nadie contempla. Podemos llamarle «la hipótesis portuguesa» y se explica así:

Cuanto más evidente sea la voluntad de los socios de Pedro Sánchez para simular exigencias, y terminar cediendo para que salgan adelante los Presupuestos con los que seguir en la órbita de poder gubernamental, más probable será que tal aprobación culmine con un inesperado adelanto electoral, quizá anunciado en el minuto después y en mitad de las Navidades.

Cuanto más exhiba Yolanda Díaz su voluntad de erigirse en alternativa de izquierdas al PSOE, con su carrera de cuadrigas pret a porter contra Nadia Calviño a cuenta de la reforma laboral, más probable será que, en el último segundo y contra pronóstico, Sánchez se alce como defensor de la ortodoxia europea de una socialdemocracia responsable, y rompa airadamente con su pintona socia de Podemos.

Cuanto mayor sea el énfasis con el que nuestro hombre proclame su determinación de agotar la legislatura, e incluso de llevarla hasta el inicio de 2024, más probable será un final abrupto. Porque han cambiado muchas cosas desde que -tras la debacle socialista el 4 de mayo en Madrid- Sánchez anunciara que le quedaban 32 meses de legislatura y que pensaba gastarlos todos hasta el final.

El cambio más obvio, y no irrelevante, es que todo el mundo ha asumido como un hecho cierto la voluntad presidencial de agotar la legislatura. Hemos decidido creer al gran mendaz porque es el lógico escenario central. Cierto: ¿qué sentido tendría convocar antes si es para perder? Evidentemente, que no sea para perder sino para dar una patada al tablero y cambiar radicalmente las reglas de juego.

Sánchez es un consumado jugador de riesgo, además de un insuperable reinventor de sí mismo. Y la fórmula de dilema múltiple del prisionero con el que convive con sus socios debe de ser agotadora. Todos actúan -a la vez- como secuestrador y secuestrado en una montaña rusa -de risa y de terror- mientras se empobrece España. Tanta tensión tiene que ser extenuante. Porque lo que más ha cambiado, a la vuelta del verano, son las expectativas de recuperación económica, impulsada con generosos fondos europeos, con los que el presidente del Gobierno parecía querer alfombrar la segunda parte de esta legislatura. 

La fórmula de escape puede habérsela mostrado, fortuitamente, Portugal en estos últimos días. Allí los apoyos de extrema izquierda del Partido Socialista han tumbado los Presupuestos lusos y parece que mañana miércoles, 3 de noviembre, el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, anunciará la convocatoria de elecciones anticipadas para finales de enero o febrero. 

Es verdad que António Costa no es Pedro Sánchez. ¡Más quisiéramos! La recuperación del nivel económico previo a la pandemia va muchísimo mejor en Portugal que en España. Las políticas de Costa serían vistas como muy moderadas aquí incluso por el PSOE. Y el PS portugués gobierna en solitario, con apoyos externos de lo que fueron sus socios de extrema izquierda de la ‘geringonça’ de su primera legislatura. 

El terremoto allí se ha desencadenado tras la pérdida de poder por parte de la izquierda en las elecciones municipales de este octubre. Hace escasas semanas, quizá el mejor candidato portugués del centro-derecha (el PSD), Carlos Moedas, ganó la alcaldía de Lisboa, en lo que puede ser el inicio de una exitosa trayectoria equivalente a la que tuvo António Costa, también como alcalde lisboeta. Pero, de momento, no son muy halagüeñas las perspectivas del PSD para el adelanto electoral promovido por Costa, en el que sí es previsible un fuerte aumento del apoyo ciudadano a la Chega del carismático (y minoritario) André Ventura.

Es cierto que en España miramos muy poco a Portugal, pero entre nuestro vecino del oeste y el del este -con Mario Draghi como envidiable primer ministro italiano- estamos quedando como una decadente muestra de país encadenado a los extravagantes dictados del Grupo de Puebla en mitad de Europa. Unos dictados absurdos, empeorados aquí, por cierto, con las exigencias del secesionismo golpista, por un lado, y del separatismo exetarra, por el otro.

El modelo portugués de reafirmación socialdemócrata y convocatoria sorpresa entre propios y extraños solo será posible si Sánchez ve con claridad alguna posibilidad razonable de seguir en el Gobierno tras el escrutinio de votos. ¡No vaya a ser que repitamos el desastre del 4-M madrileño! Sin olvidar que tampoco tendría mucho interés político para Sánchez ver cómo nos adentramos en un 2022 de dramáticas estrecheces económicas como aborrecido presidente aferrado a su Frankenstein.

Inflación, carestía insoportable de todas las formas de energía, problemas de suministros, desempleo, subempleo, más impuestos y menos expectativas… Todo los ingredientes juntos logran la fórmula más depurada para un ‘invierno de nuestro descontento’ cuando nos habían anunciado el inicio de otros felices años veinte, ahora del siglo XXI. ¡Y los prometidos fondos europeos sin llegar! Con la intranquilidad que da sospechar que, cuando lleguen, solo beneficiarán a ésos en los que está usted pensando. 

Si no es viable la convocatoria electoral (por temor a una letal derrota) y falla, como está fallando, la recuperación económica, Sánchez ya dejó entrever cuál sería su ‘plan B’ en su 40º Congreso socialista. Para eso ha nombrado a Félix Bolaños secretario socialista para la Reforma Constitucional. Si todo falla, como está fallando, podemos probar a poner en marcha una legislatura constituyente. ¿Quién da más?

En definitiva, que lo único seguro, con o sin elecciones sorpresa, es que este 2022 no será un año ni fácil ni próspero. Todo lo demás es una insondable incógnita. 

CODA

Tengo que anunciarles algo. 

A partir de hoy, si ustedes lo tienen a bien, tendremos una cita semanal aquí en THE OBJECTIVE. Por si pudiera interesar a alguien, pongo mis cartas boca arriba. Todos tenemos nuestros sesgos y preferencias políticas, y eso no tiene por qué impedir un análisis razonablemente objetivo… subjetivamente objetivo. Ahora tengo el impagable privilegio de ser diputada en el Congreso por el Partido Popular. Lógicamente, prefiero que al PP le vaya bien, aunque, como solía decir un buen amigo, «amor no quita conocimiento». Antes, dediqué casi dos décadas al ejercicio del periodismo y miro la realidad con esos ojos. Por formación, en ocasiones tengo la tentación de pretender algún conocimiento económico que el tiempo ha ido borrando. Quiero dar las gracias al equipo de dirección por la oportunidad y a los amables lectores por su paciencia.

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