THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

Si esto es España, no es una tanqueta

«La Policía usa una tanqueta antidisturbios en los disturbios de Cádiz, pero cierto buenismo bienpensante considera que no es aceptable»

Opinión
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Si esto es España, no es una tanqueta

Protestas de Cádiz. | Román Ríos (Efe)

El Gobierno sostiene que una tanqueta no es una tanqueta. A partir de ahí, es fácil sospechar hasta dónde pueden llegar tipos como Rufián u Otegi desentendiéndose de la realidad. Hay pocas cosas que se le interpongan a un político, y en particular a un político nacionalista con una hoja de ruta delirante, pero desde luego la realidad no es una de ellas. Es toda una paradoja, porque hay pocas cosas tan españolas como el desdén por el principio de realidad.

Este artículo, claro, podía haberse titulado Ceci n’est pas une tanqueta, como aquel cuadro de Magritte de una pipa rotulada con un ‘Esto no es una pipa’. Negar lo obvio, más allá de la idea de Magritte, es una especialidad nacional, tanto como la paella. O las lentejas.

La tanqueta no pasa de ser una anécdota, aunque su potencia gráfica hace que resulte reseñable: la Policía usa una tanqueta antidisturbios en los disturbios de Cádiz, pero cierto buenismo bienpensante considera que no es aceptable que allí haya una tanqueta antidisturbios, porque supondría que allí hay disturbios y no el ejercicio impecable del derecho de huelga, de modo que se censura la tanqueta (no los disturbios), y la señora Yolanda Díaz exige explicaciones al Gobierno, siendo ella el Gobierno, y el delegado del Gobierno, o sea el delegado de Yolanda Díaz, resuelve el problema sosteniendo que «la tanqueta no es una tanqueta». Tal cual.

¿A quién le importa la realidad?

El Tribunal Supremo acaba de sentenciar que un 25% de las clases en las aulas de Cataluña deben impartirse en castellano. Podría parecer un asunto complejo, pero es una nadería que se resuelve con facilidad: basta quitarle a la sentencia del Tribunal Supremo la categoría de sentencia del Tribunal Supremo, para sostener que no es sino un gesto hostil del Estado contra Cataluña, como han hecho incluso intelectuales de cierto renombre. El presidente Aragonés ha dicho: «El catalán en la escuela no se toca». Hala, circulen, aquí no ha pasado nada: «No se toca». ¿La Ley? Bah. La Ley no es la Ley, como la tanqueta no es una tanqueta.

Se menciona, para avalar esta reacción, que no hay ningún problema con las lenguas en Cataluña y que el éxito de la inmersión blablablá. ¿De verdad creen que no es una problema que en una parte importante de un Estado no se pueda estudiar en la lengua oficial de ese Estado, la única lengua que comparten todos sus ciudadanos? Claro que, si es un problema, es de fácil solución: basta con afirmar que no es un problema. Es absurdo permitir que la realidad se interponga en estas cosas.

Otegi da su apoyo a los Presupuestos del Estado después de explicar a los suyos que debe hacerse porque la prioridad son los presos. Como se trata de una versión incómoda, se comunica que el pacto se ha alcanzado a cambio de emitir dibujos infantiles en euskera en Navarra. Claro que sí; vaya si se ha derramado sangre para que Bildu pueda lograr el objetivo de los dibujos infantiles.  Y ya está. La realidad no debe suponer un problema.

Rufián, por su parte, también sella el acuerdo con el Gobierno conocido como Netflix-en-catalán. Más allá de impuesto a Netflix, debería ser obligado para las demás plataformas y televisiones españolas que tardarán poco en rebelarse; no habrá ese porcentaje obligatorio de cine en catalán, vasco o gallego, y mucho menos dos de cada diz películas europeas. Esto no encaja en las normas UE, además de no encajar en la lógica elemental. Naturalmente Rufián ha sostenido que es así y que se tutelará. Claro que es el mismo Rufián que llegó al Congreso para 18 meses después y ni uno más regresar a su República. Fue hace seis años.

En el PP de Madrid no hay un problema. Claro. Y las misas dedicadas a Franco no son misas dedicadas a Franco. Y esto no está suponiendo un desgaste en las encuestas. Y a Vox le inquieta la represión obrera de Cádiz.

No irá usted a creer, como en la humorada de Groucho, a sus propios ojos.

También hay encuestas virtuales sobre partidos virtuales que suponen una aportación más a la irrealidad. Así que se mide el éxito electoral del Frente Amplio o el Partido de la España Vaciada, aunque no existe el Frente Amplio y tampoco el Partido de la España Vaciada, y difícilmente se puede medir la realidad de lo que no existe. Si la realidad importase, claro.

Hannah Arendt anotó con perspicacia hasta qué punto una comunidad puede falsear deliberadamente realidades conocidas por todos, compartidas por todos, e imponer la mentira como principio político. El nacionalismo es particularmente competente creando realidades paralelas, pero no solo él. Hay mentiras de todos para todos.

En fin, lo dicho: una tanqueta no es una tanqueta.

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