THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

¿Por qué lo llaman catalán si quieren decir xenofobia?

«El independentismo se sostiene en una realidad paralela donde se incumplen las leyes o se excluye a la mitad de la población en nombre de la democracia»

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¿Por qué lo llaman catalán si quieren decir xenofobia?

Manifestación independentista. | Thiago Prudencio (Zuma Press)

El catalán no está en proceso de extinción, como sugiere la enésima campaña de desinfomación emocional esta vez a cargo de Parlem Telecom, viralizada convenientemente en redes. Claro que nadie podrá declararse sorprendido. El independentismo se sostiene en una realidad paralela –ese mátrix nacionalista ya muy  bien radiografiado– donde se incumplen las leyes o se excluye a la mitad de la población en nombre de la democracia.

La última hazaña de esos demócratas ejemplares es el acoso a una familia que peleó por incrementar el porcentaje de escolarización vehicular en castellano desde la convicción de que era un derecho vulnerado. Ellos reclamaban un 50%; y el TSJC, avalado después por el Tribunal Supremo, sentenció 25%. La respuesta: «Me apunto a apedrear la casa de este niño. Que se vayan fuera de Cataluña. No queremos supremacistas castellanos que nos odian» o «Este niño se tiene que encontrar absolutamente solo a clase. En las horas que se hagan en castellano, el resto de niños deberían de salir de la clase». Por cientos, por millares. En algún medio han llamado a esos padres «colonos psicópatas». Ya se sabe, los demócratas.

Con la vieja teoría de la espiral del silencio, Noelle-Neumann mostraba cómo una corriente dominante en una sociedad acaba por generar la resignación muda del resto. Y el nacionalismo catalán, como otros entornos opresivos para las libertades, ha buscado ese efecto. Por supuesto declarándose además víctimas. La portavoz del Govern acusaba a esos padres de vulnerar los derechos de la sociedad catalana. Así, tal cual, por la decisión de los tribunales sobre una asignatura más en la lengua materna mayoritaria en la comunidad.

Sí, asombrosamente se trata de eso: además de lengua castellana, una asignatura más. O sea, dos. Eso es el dichoso 25%: dos asignaturas en castellano, seis en catalán. El drama.

Será interesante, desde luego, leer Economía del separatismo catalán de Ferrán Brunet (Editorial Deusto), reseñado estos días aquí en THE OBJECTIVE con algunas conclusiones sospechadas por muchos sobre la inmersión: «sirve a la causa separatista» y «genera fracaso escolar». La primera es notoria; para la segunda, está el dato demoledor de los resultados de las pruebas PIRLS de la OCDE sobre alfabetización lectora, donde el fracaso académico de los estudiantes castellanoparlantes en Cataluña casi dobla a los catalanoparlantes. Y al promedio de España. Es la condena.

Nadie puede sorprenderse de que la portavoz del Gobierno catalán, interrogada sobre el acoso a esa familia,  diga: «Este caso concreto lo desconozco». Sí que es sorprendente, todavía al menos, que la portavoz del Gobierno de España dé exactamente la misma respuesta. Esto tiene un nombre bastante obvio: mirar para otro lado.

En realidad tiene otros nombres más indignos. Declarar que se desconoce el caso, algo obviamente falso, es un modo infalible de desentenderse de lo que sucede mientras haces alguna frase hecha, inocua, sobre reprobar cualquier acoso blablablá. La clave es no darte por enterada del caso, porque entonces tendrías que concretar una condena sobre esa clase de acoso totalitario en Cataluña.

El Partido Socialista ha vertebrado una mayoría que le deja en manos de nacionalistas, y que incluye a algunas de sus fuerzas más radicales, como Bildu o la propia ERC, además de Unidas Podemos, muy cercano al nacionalismo. Acaba de suceder que el Govern excluya a Cs, PP y Vox del diálogo para un Pacto de la Lengua, algo que reclamaba el PSC; y el argumento de Pere Aragonés es que eso supondría tener «al enemigo en casa». El enemigo son partidos que representan a millones de ciudadanos. ¿Qué hará el PSC? No parece que los socialistas hayan aprendido ninguna lección después del Pacto del Tinell. O sí, pero el coste, por elevado que sea, les compensa.

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