THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

James Bond: no binario pero con licencia para matar

«Aunque la cultura de la cancelación obscena, los filmes de James Bond han experimentado un notable envejecimiento a ojos presentes»

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James Bond: no binario pero con licencia para matar

Daniel Craig, como James Bond en 'Skyfall'. | IMDb

Reconozco cierto estupor cuando leí las declaraciones de Barbara Broccoli, productora de las películas de James Bond. Según parece, en una entrevista en el podcast Girls On Film le preguntaron sobre la posibilidad de que Bond se identificara con el género no binario. Broccoli no desechó la idea aunque dejó claro que estaría interpretado por un actor británico. La posibilidad de que el espía más célebre de la historia de la literatura y el cine pasara de una posición pétrea y monolítica a la disidencia del no binarismo podría dar mucho juego en la construcción del guion y en sus giros narrativos, así como en la evolución de un personaje que, desde que Ian Fleming le diera vida, nos atrapó por su sólido anclaje en unas señas de identidad inamovibles. Ciertamente, tal y como están las cosas en el presente, su reino ya no era de este mundo. De ahí que el Bond de Daniel Craig haya supuesto una enérgica labor de derribo del mito.

Pues, aunque la cultura de la cancelación resulte a todas luces antipática y obscena, debo admitir que productos de la cultura popular como los filmes de James Bond han experimentado un notable envejecimiento a ojos presentes: esa virilidad un tanto simiesca —que se comunica a empellones con sus semejantes— ya quedó finiquitada cuando Marco Ferreri decidió ponerle fin al macho en la gran pantalla.    

Pero, en cualquier caso, esas muestras de agresividad sociópata no son más que las taras de un personaje que no pretende dar más lección que la del solaz bien urdido de mandobles y ensalada de balas. Es decir, espero que los inquisidores de la cosa no le echen el ojo al bueno de Bond ya que todo su universo de Aston Martin, Martini Vesper, mujeres esplendentes y gadgets varios se vino abajo con el muro de Berlín, y solo queda un espectro desconcertado de lo que una vez fue.

A mi entender, la vacuidad es moralmente más dañina que la incorrección. Solo hace falta coger la cartelera del cine para darse cuenta: las adaptaciones de los cómics de superhéroes han resultado ser una plaga desoladora. En cambio, gracias a las plataformas uno puede revisitar los clásicos y asombrarse de su incorrecta frescura. Antoine Doinel, sin ir más lejos. Antoine Doinel, el personaje de François Truffaut que nada tiene que ver con James Bond si no es por su ferviente apego al género femenino hasta que no se diga lo contario. En Antoine et Colette o en Besos Robados, Doinel no admite un no por respuesta. Bien es cierto que él es francés. Sin embargo, esa testaruda obcecación en el rechazo, aunque tratada con humor y ternura, hoy en día despertaría todo tipo de reproches censores.

Y pasaría lo mismo con buena parte de la historia del cine. De ahí que no sea de extrañar la puesta al día de un arquetipo añejo como el de 007. Aun así quedan muchas dudas por resolver. Sabemos que seguirá siendo un hombre británico pero poco más. Tal vez se aclimate a los tiempos y deje atrás su dipsomanía. Más allá de su género, también sus inclinaciones sexuales podrían variar, puesto que su heterosexualidad pertinaz ha sido un signo distintivo que lo identifica con un pasado rupestre del que muy probablemente la saga quiera desvincularse. Un Bond pansexual tendría su miga y sus aristas de libreto. Por otra parte, tampoco se descarta que, mediante terapia, logre el control de situaciones estresantes y se muestre más proclive a resolver conflictos a través de la expresión de sus emociones antes que del mamporro a diestro y siniestro. Ganará la narración en matices dramáticos e incluso podría alzarse con un Oscar a la mejor interpretación masculina/no binaria. Eso sí, espero que nuestro James Bond mantenga su licencia para matar.

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