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Ignacio Ruiz-Jarabo

Conferencia de presidentes y eutanasia administrativa

«Existen órganos que nacieron ya inútiles, que desde su creación resultaba fácil predecir su absoluta nadería. Entre estos, la Conferencia de Presidentes es el caso paradigmático»

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Conferencia de presidentes y eutanasia administrativa

Fernando Calvo | Europa Press

Mira que en este país existen órganos inútiles. Son muchos y variados. En algunos casos, su primigenia utilidad desapareció por el paso del tiempo, por mor de modificaciones legales, por creación de otros organismos con las mismas funciones… No obstante, perdida su utilidad, casi nunca se procede a la que sería su lógica supresión. ¿Cuantos órganos se suprimen en España frente a los que se crean? Puede ser que a los que podrían suprimirlos les de pereza abordar la supresión. O puede que ésta suponga perder la posibilidad de nombrar algo a alguien.

Por el contrario, existen órganos que nacieron ya inútiles, que desde su creación resultaba fácil predecir su absoluta nadería. Entre estos, la Conferencia de Presidentes es el caso paradigmático por excelencia. Su génesis respondió a esa especial manera que tenía Zapatero para gobernar, recurriendo frecuentemente a medidas que no eran sino agua con sifón. De hecho, su creador él convocó a la criatura que engendró tan solo cuatro veces en sus ocho años de mandato. Rajoy aún menos, pues se limitó a hacerlo en dos ocasiones en un mandato de duración similar. Pedro Sánchez lleva ya dieciocho Conferencias y con la de hoy serán diecinueve. Es evidente que le ha cogido afición.

Pero la pregunta obligada es: ¿recuerda alguien que algún problema de los españoles se haya resuelto con alguna de las 24 Conferencias de Presidentes celebradas hasta la fecha, o que se haya encarrilado su solución al menos? Personalmente no recuerdo ninguna. Eso sí, he realizado la pertinente búsqueda en Google y lo que sí he encontrado son las correspondientes fotografías de cada celebración. Ahí está la clave. Para eso creó el órgano Zapatero, que era un presidente ciertamente aficionado a cuidar la imagen antes que a mejorar la realidad. Por eso la reiterada frecuencia de su convocatoria por el actual presidente del Gobierno. En efecto, Pedro Sánchez, auténtico yonki del marketing político, utiliza la Conferencia de Presidentes cuando su propia imagen lo necesita.

Así es, después de emular durante meses a Julio Anguita y a su declamación: programa, programa, programa, mediante su conocida paráfrasis: vacuna, vacuna, vacuna, se ha encontrado con que la vacunación sin más no es suficiente para combatir la sexta ola provocada por la variante ómicron. Como tonto no es, ha percibido que su táctica tancredista, su no hacer nada salvo la triple apelación a la vacuna, podía pasarle factura ante el actual avance del Covid que nos va a amargar las Navidades. Y se ha vuelto a sacar una paloma del sombrero.

Porque la Conferencia de Presidentes de hoy es eso, un ejercicio de ilusionismo que, como todos, consiste en un intento de engañar al público. ¿Cuántas veces se ha reunido el Comité Preparatorio de la Conferencia? ¿Qué documentación ha preparado para la reunión? Ni se ha cumplido la Ley de Régimen Jurídico del Sector Público ni el propio Reglamento Interno de la Conferencia. Pero eso, sí, Sánchez disfrutará de su espacio de gloria en televisión, radio, prensa de papel y medios digitales, para trasladarnos la falsa idea de que sí hace algo. Truco de magia con evidentes analogías a la duplicación de la frecuencia de los Consejos de Ministros. Ahora bien, el ilusionismo que practica goza de la inestimable cobertura que le proporciona ese amplio conjunto de terminales mediáticas que trabajan a su servicio.

Visto lo visto y a fuer de resultar políticamente incorrecto, me atrevo a proponer la instauración de la eutanasia administrativa, mediante la que se acabe con la vida de los múltiples órganos administrativos -y políticos- absolutamente inútiles que inundan la estructura institucional española. El primero podría ser -debería serlo- la Conferencia de Presidentes, y a esta le podrían seguir -deberían seguirle- un sinfín de organismos. Además de la ganancia en autenticidad que supondría para nuestro Estado, no sería baladí el ahorro de recursos públicos que comportaría la práctica eutanásica que propongo. Pero quizás esto último constituye un serio problema, pues lo que nos ahorraríamos todos lo perderían unos cuantos, aquellos que ocupan puestos y cargos en los entes y entidades que serían sacrificados ¿Dónde iban a colocar los partidos políticos a su gente?

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