Pedro Sánchez, ¿futuro presidente de la Comisión Europea?
«No hay que excluir que haya Sánchez para rato e incluso que, ironías de la historia, el presidente de los indultos regrese a España con la credencial de ‘hombre de Estado’»
La oposición y una parte importante de los medios de comunicación dan por amortizada la etapa de Pedro Sánchez en Moncloa tras el fin de la legislatura. Una crisis económica en ciernes y los pactos con los nacionalistas, creen, va a pasar factura al presidente y será inevitable que Pablo Casado, con el apoyo de Vox, sea la alternativa.
Pero ¿y si Pedro Sánchez gana las elecciones y se va por la puerta grande? El líder socialista finiquitará su mandato ostentando la presidencia del Consejo Europeo y en 2024 se celebran las elecciones al Parlamento Europeo. El reciente cambio de equilibrios en el continente, con una socialdemocracia fuerte en Alemania y España, podrían situar a Sánchez en las quinielas para presidir la Comisión Europea.
No es una novedad que el presidente gusta en Bruselas, que en materia económica no se aleja de la ortodoxia, y que a ojos europeos ha logrado contener el populismo cada vez más euroescéptico de Vox así como la insurrección nacionalista en Cataluña. No hay que excluir que haya Sánchez para rato e incluso que, ironías de la historia, el presidente de los indultos regrese a España con la credencial de «hombre de Estado».
Sánchez puede volver a gobernar, ya sea por el miedo a la llegada de la «ultraderecha», por no poner en riesgo la estabilidad que exige Europa para seguir recibiendo los fondos o porque, al fin y al cabo, el PSOE es el partido que más se parece a los españoles, y más vale malo conocido que bueno por conocer.
El PP, por contra, se arriesga a que solo le quede Vox. Después del adelanto electoral de Castilla y León -que nada tuvo que ver con un riesgo real a una moción de censura como sí hubo en Madrid con Ayuso- ha dejado de ser un socio de fiar para la mayoría de partidos. Además, su oposición a la reforma laboral -¡que apoya la patronal!- le sitúa todavía más en una posición marginal y aislada de los grandes consensos.
Con todo, el PP solo puede jugar la carta de una crisis económica, porque en esta España sociológicamente del PSOE ya deberían haber aprendido que agitar las calles contra el matrimonio gay de Zapatero o reunirse en Colón con Vox solo moviliza el voto de la izquierda. El PP solo gana cuando se hace el muerto y resurge para salvar la economía. Que se lo digan, si no, a Aznar y a Rajoy.
Porque esto no va de si Pablo Casado tiene más o menos carisma. Solo hay que releer el editorial de El Mundo tras las elecciones del 6 de junio de 1993, y la «decepción que produjo en el momento decisivo su candidato José María Aznar». A finales de noviembre de ese año, una vez ya celebrados los comicios, empezaba en España una crisis que acarreó una subida del 16 al 24% el desempleo junto a una caída inusitada de la inversión de las empresas. Fue en 1996 cuando los españoles premiaron a la formación conservadora con su victoria sobre Felipe González. Y es ahora que, retrospectivamente, se ve Aznar como el gran líder.
El gran problema de Casado, y que no reflejan las encuestas favorables al PP, es que la crisis económica no llega. Puede que el crecimiento sea más lento de lo que pronostica el Gobierno, pero España genera empleo y riqueza lejos del apocalipsis que venden algunos medios. El empuje a PP y Vox de los sondeos se debe, en gran parte, al efecto de corto recorrido de la absorción de Ciudadanos. Pero esta tendencia o foto fija de la demoscopia saltará por los aires en cuanto Sánchez entre en campaña y sus socios parlamentarios rematen la faena con otra investidura a lo Frankenstein. Porque más vale malo conocido que bueno por conocer.