THE OBJECTIVE
Enrique Calvet Chambon

Lo que va del 11 al 18 de septiembre

«El motivo esencial, y ético, de luchar contra el separatismo es restituir los plenos derechos civiles en términos de igualdad ontológica a todos los españoles»

Opinión
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Lo que va del 11 al 18 de septiembre

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), recibe al presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonès. | Emilio Naranjo (EFE)

Se van a celebrar en Íbero-Cataluña distintos actos, con una semana de diferencia, con concentración estrella en Barcelona, que son muy indicativas de los males democráticos y políticos que vivimos y que son la raíz estructural de muchos otros males, sociales, económicos, totalitarios, racistas…. Reflexionemos sobre ellos.

En primer lugar, el día 11 de septiembre, y según va siendo tradicional, se celebrará la Diada, con homenaje a Rafael Casanova Comés. Pasemos de la curiosa anécdota de que una comunidad celebre como fiesta identitaria una derrota militar antigua de unos españoles contra otros, nuestra afición a las guerras civiles, para reconocer la realidad política: la Diada se ha convertido en un arma activista más utilizada por secesionistas (nunca independentistas, concepto que no cabe en ninguna región española), delincuentes o no, para seguir muñendo, con violencia soft, el golpe de Estado a cámara lenta que soportamos desde tiempo.

Aurora Madaula, por ejemplo, secretaria de la Mesa del Parlament y diputada de Junts,  ha confirmado que  la diada es sólo para hispano-catalanes secesionistas. Tiene esa celebración, además, muchas características de los rasgos infames separatistas, a saber, manipula y pervierte la Historia a conveniencia, (el Señor Casanova, por ejemplo, era un españolazo que declaró que quería devolver la libertad a… España), intoxica y manipula para dividir a la sociedad sobre mensajes falsos y de odio, oprime y amedrenta «sigilosamente» a millones de españoles. Y sobre todo es un activismo ampliamente apoyado por instituciones del Estado (y no solo la Generalitat) y regado, directa o indirectamente, por los impuestos de todos. 

Pero nuestros líderes nacionales, dizque constitucionalistas, están encantados con el evento separatista este año porque los politicastros regionales están divididos y el acto les va a  debilitar, mostrando sus contradicciones. Creemos que eso es un gravísimo error y desenfoque de lo que realmente está en juego para los ciudadanos españoles. Un error que lleva lustros y Gobiernos produciéndose.

Nos lo recuerda, precisamente, otra manifestación/concentración que se producirá una semana después, el 18 de septiembre, en el mismo escenario. El acto en ese día reivindicará la restauración del español como lengua vehicular en Hispano-Cataluña (y de paso, en toda España). Tras ello, evidentemente, se ubican otras reivindicaciones como son la libertad para elegir la educación de los hijos, la vigencia del Estado de Derecho en la región, es decir la aplicación de la llamada sentencia del 25% y el castigo a los rebeldes delincuentes, con un González a la cabeza, o el simple deseo de no ser tratados como ciudadanos de cuarta en su propia patria.

«Lo que está en juego son los valores democráticos y los derechos civiles de millones de ciudadanos, algunos de ellos, demasiados, oprimidos o exiliados»

Y, si ahondamos un poco en esto último, comprenderemos mejor lo que de verdad está en juego con el mal llamado problema catalán, ya que es un problema español y de ética democrática española. Lo que una valiente parte concienciada de la sociedad civil del Principado está reclamando abiertamente, desesperadamente, con el apoyo silente de millones de españoles, es la recuperación de sus derechos civiles fundamentales y que los gobiernos de la Nación… Y que los hiperpolitizados jueces cumplan con su obligación elemental: proteger a toda la  población española leal e impedir cualquier discriminación o desigualdad o velada persecución por razones de raza, etnia o residencia.

Llegamos a una lección esencial: para un demócrata, para un ilustrado o para un humanista incluso, lo que está en juego son valores de convivencia básicos y derechos democráticos fundamentales. Respetamos, y a veces ayudamos a los que se mueven por símbolos,  o por sentimientos románticos, o por la verdad histórica, o por la evidencia practica de que la unión hace la fuerza o la prosperidad. Pero el motivo esencial, y ético, de luchar contra el separatismo, el secesionismo y el nacionalismo regional es restituir los plenos derechos civiles en términos de igualdad ontológica a todos los españoles, y sobre todo, protegerles absolutamente, repetimos: absolutamente,  de cualquier clientelismo, opresión de facto, intimidación, perversión totalitaria de la democracia, invitación al exilio en su patria, persecución supremacista o etnicista, discriminación o ataque a sus derechos civiles torales.

Es un trecho importante el que va del 11 de septiembre al 18. Los Gobiernos de la Nación (y sus jueces) llevan decenios ya siendo cómplices activos de las agresiones permanentes a los derechos de los españoles porque calculan, políticamente, que lo que han de conseguir es un apaciguamiento de los separatistas concediéndoles una suerte de confederación asimétrica y desigualitaria con tal de que acepten un envoltorio jurídico irreconocible llamado Reino de España tipo Commonwealth. Y no, lo que está en juego son los valores democráticos y los derechos civiles de millones de ciudadanos muy concretos, algunos de ellos, demasiados, oprimidos o exiliados. Como demócratas no podemos eludir más tiempo nuestro deber de solidaridad. Por eso apoyaré la manifestación del 18 de septiembre.

Pero, por si les queda alguna duda, háganse la siguiente pregunta: ¿Qué manifestación va en contra directamente del bien común de los españoles y cuál a favor? Pues eso.

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