THE OBJECTIVE
Juan Marqués

Un trimestre de novelas

«Jamás en la historia de España se han publicado tantas novelas en nuestro idioma dignas de ser leídas»

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Un trimestre de novelas

Un trimestre de novelas

Si 2023 terminase aquí, tras un solo trimestre por el mundo, ya sería un gran año en lo que a cosecha de novelas se refiere, y dedico este arranque de artículo, con toda mi alma, a ese inmortal coro de cenizos que, sin haber leído ninguna de las nuevas (y seguramente muy pocas de las antiguas), van diciendo que ya no se escriben ni se publican buenas novelas, y que antes sí que había dónde elegir, un feliz tsunami de talento con «genios» como Cela a la cabeza. Yo lo lamento mucho por su nostalgia, por su amargura y por su cuñadismo, pero lo cierto es que, como decía hace poco el editor Javier Castro Flórez, jamás en la historia de España se han publicado tantas novelas en nuestro idioma dignas de ser leídas, y no es por el hecho de que se publican muchas más, realmente una barbaridad, sino porque se escribe muy bien, se publica bien y, aunque de esto hay menos pruebas, debe de haber por ahí leyendo bien mucha más gente de la que se diría.

No hablo de cuentos (buenísimos los de Marta Jiménez Serrano en No todo el mundo), ni de poesía (magníficos de momento los libros de Victoria León, Manuel Mata y Óscar Rodríguez Díaz, entre otros muchos buenos), ni de ensayo (bravo por La palabra ambigua de David Jiménez Torres y por la biografía de Pessoa de Manuel Moya, mientras voy leyendo con gusto La dolce vita, el diccionario italiano de Villena). Tampoco hablo de recuperaciones, aunque he leído la nueva reedición conmemorativa de Tea Rooms, de Luisa Carnés, en Hoja de Lata, y también El pez sigue flotando, de Dolores Medio, en Amarillo, dos buenas novelas que, en cierto modo, tienen continuidad, al ofrecer miradas caleidoscópicas sobre el Madrid de 1932, la primera, desde una cafetería, y desde un vecindario, ya en el franquismo, la segunda. Ni siquiera hablo de las novelas que ya mismo vienen, y que he podido leer, como Éramos otros, el nuevo tomo de esa opulenta «novela en marcha» que es el Salón de pasos perdidos de Andrés Trapiello, o esa celebración definitiva que es Ferdy el viejo, de F.L. Chivite (en Papeles Mínimos), o la incisiva y sugerente nouvelle que (con buenísimos poemas encartados) ha escrito Sabina Urraca en Cha-cha-chá (Comisura), o la dura pero dulce El secreto del mundo, donde Emilio Trigueros explicará cómo puede decidirse en un despacho de Ginebra que va a haber, porque conviene, una guerra en el corazón de África, o la maravillosa Nosotros no ahorcamos a nadie (Galaxia Gutenberg) del siempre original Unai Elorriaga.

No: me refiero a las novelas que ya han aparecido, y entre las que (a diferencia de muchas de las de Cela, que ya nadie reedita porque ya nadie soporta, y no porque haya bajado el nivel o la exigencia sino porque eran novelas con fecha de caducidad, y en muchos casos muy mediocres o formularias) hay muchas que perdurarán, que mantendrán su fuerza cuando las releamos dentro de muchos años. Tengo a mi alrededor Castillos de fuego, de Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral), Santander, 1936, de Álvaro Pombo (Anagrama), Gozo, de Azahara Alonso (Siruela), Material de construcción, de Eider Rodríguez (Random House), Araña, de Jon Bilbao (Impedimenta), Peregrino transparente, de Juan Cárdenas (Periférica), Volver a cuándo, de María Elena Morán (Siruela), Solo humo, de Juan José Millás (Alfaguara), Castigado sin dibujos, de Julio José Ordovás (Xordica) o Sangre de horchata, de Luisa Castro (Alfaguara), coronando una pila donde, entre muy pocas decepciones (como la engolada y oportunista El corazón del daño, de María Negroni, o el último premio Nadal, que merecería un artículo aparte sobre ‘Las tres vidas de Manuel Vilas), también brillan Las voces de Adriana de Elvira Navarro (Random House), La flor del rayo, de Juan Manuel Gil (Seix Barral), Persianas metálicas bajan de golpe, de Marta Sanz (Anagrama), Cualquier verano es un final, de Ray Loriga (Alfaguara) o Historia de mi lengua de Claudia Apablaza (Comisura).

«Sólo con esta lista el año literario en español estaría salvadísimo»

Sólo con esta lista el año literario en español estaría salvadísimo (y eso que aún no he leído las novelas de Rosario Villajos, Andrés Barba, Fernando Aramburu, Elvira Lindo, Aida González Rossi, Bibiana Collado o Gabriel Mamani Magne…, por citar solo las que tengo en casa) y no desmerecería del pasado. 

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