THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Nadia y nadie

«Será difícil seguir afirmando que la economía «va como una moto». Pero para entonces no hay que descartar que le toque a otro Gobierno lidiar con ello»

Opinión
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Nadia y nadie

Nadia Calviño, vicepresidenta primera del Gobierno de España | EuropaPress

Nadia Calviño, la figura en el gobierno de coalición de izquierdas con perfil tecnocrático y reputación moderada, mano derecha del presidente conservador de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, es hoy la gran baza electoral de Pedro Sánchez. El PSOE, dice, tiene a «Nadia». El PP a «nadie». Ingenioso juego de palabras. Con el fichaje del profesor Luis Garicano por parte de la fundación Reformismo21 del PP una puede concluir que sí hay alguien. Liberal y reformista. No precisamente conservador. La pregunta es: ¿qué queda de la Nadia liberal y antinacionalista de antaño que llegó al Gobierno de coalición para pararle los pies a las políticas populistas de los socios podemitas de Gobierno? Pues a la vista de sus ataques a la empresa privada por ejercer su derecho de libre establecimiento que ampara la UE como ha sido el caso de Ferrovial o de sus tragaderas a la hora de pactar con Bildu una Ley de Vivienda claramente intervencionista, parece que poco o nada. 

En cualquier caso y tras la precipitada convocatoria de elecciones por parte de Pedro Sánchez, que ha pillado a todos con el pie cambiado, el presidente del Gobierno ha decidido apostar por lo que él considera un activo incontestable: la gestión económica que ha liderado su vicepresidenta. Ella ha aceptado el papel con gusto. Y da mítines en Ferraz, aunque no sea militante ni vaya siquiera en las listas electorales del 23J. Que si el PIB este año crecerá más que la media de nuestros socios europeos, que si la inflación en España ha bajado más que en el resto de la UE, que si Sánchez arrasa en los foros internacionales, que si en el PP no hablan inglés… Bueno, vayamos por partes. Y siendo serios, veamos lo que hay de cierto en las dos primeras afirmaciones.

«España crecerá por encima de la media de la eurozona que la Comisión Europea cifra en el 1,1%. Es una buena noticia que permitirá que el PIB español recupere por fin el nivel previo a la pandemia»

El PIB este año va a crecer por encima del resto de Europa. Del 1,6% que el Banco de España, estimaba en marzo al entorno del 2% en mayo. ¿Las razones? El dinamismo del sector exterior, la fortaleza del mercado de trabajo y la normalización de las cadenas de suministro internacionales. España crecerá por encima de la media de la eurozona que la Comisión Europea cifra en el 1,1%. Es una buena noticia que permitirá que el PIB español recupere por fin el nivel previo a la pandemia. Todos los demás socios europeos ya lo habían alcanzado o superado en 2022. Algunos, como Portugal, avanza un 4,3% sobre la cifra de 2019. Así que, siendo cierto que la previsión es que este año España crezca más que la media, tenía más camino que recorrer para recuperarse del descalabro económico que supuso una caída del 11% del PIB en 2020. 

Y queda por ver el impacto contractivo que tendrá la política monetaria del Banco Central Europeo en las previsiones de crecimiento. Porque esta semana la autoridad monetaria europea ha vuelto a incrementar los tipos de interés, hasta el 3,5%, la tasa más alta de los últimos 22 años, que es casi como decir desde que el euro se creó. Y su presidenta Christine Lagarde ha dejado claro que los seguirá subiendo hasta que la inflación baje y se acerque al 2% que recoge el mandato de la institución. El último dato de mayo la sitúa en el 6,1%. Es la tasa más baja en un año, pero está todavía lejos de ese objetivo, al que la autoridad monetaria sólo vislumbra a llegar en 2025. Así que prepárense Estados soberanos, titulares de hipotecas y deudores varios para todas las futuras subidas de los tipos de interés que están por venir. Con sus consecuencias en la demanda de crédito y, por tanto, en la actividad económica.

Cabe esperar que los efectos del endurecimiento de la política monetaria lleguen con retraso. El crecimiento del PIB previsto para el conjunto del año puede presentar contrastes: tras el repunte de los dos primeros trimestres, es probable que haya una desaceleración en el resto del año a medida que la restricción del crédito enfríe la demanda. Esta ralentización se trasladará a 2024, año en que la previsión de crecimiento se rebaja al 1,4%. Y entonces será difícil seguir afirmando que la economía «va como una moto». Pero para entonces no hay que descartar que le toque a otro Gobierno lidiar con ese panorama.

¿Y qué hay que la inflación? España ha logrado doblegar la imparable escalada de precios que afectó a la Unión Europea más severamente debido a su dependencia energética de Rusia. A los cuellos de botella que impidieron abastecer la demanda vigorosa que caracterizó la salida de la pandemia, le siguió la crisis energética que provocó la invasión rusa de Ucrania y la respuesta en forma de sanciones comerciales de Occidente. Desde el 10,8% que alanzó la tasa de inflación en España en julio de 2022, el pasado mes de mayo se situó en el 3,2%. Un gran logro. La tasa contrasta con el 6,1% en que se situó en ese mismo mes la media europea. No obstante, el gran desafío sigue siendo doblegar la tasa subyacente (que excluye energía y alimentos) y que se situó en el 6,1% en nuestro país. Por encima del 5,3% de la UE. Lo que revela que parte de las subidas consecutivas de precios del último año se han convertido en estructurales. Es decir; se han trasladado en parte a los salarios y a los precios finales de los productos.

¿La razón? El Gobierno ha preferido desoír las llamadas del Banco de España para alcanzar un pacto de rentas. Que sí supo hacer por ejemplo el Gobierno socialista en Portugal. Es decir; repartir el esfuerzo de encajar el impacto temporal de un choque en los precios de los combustibles entre los salarios y los márgenes empresariales. El resultado es que en el país vecino los precios bajaron al 4% en mayo, ligeramente por encima de España. Pero la tasa subyacente, la que es más difícil de doblegar, bajó al 5,4%. De nuevo España, pese a su celebrado tope al gas, no exento de externalidades, como la subvención de su exportación a Portugal y Francia y su nulo impacto en la restricción del consumo interno, o con subvenciones indiscriminadas al consumo de gasolina que han reportado grandes beneficios a las compañías distribuidoras, no termina de hacer una política integral y responsable en momentos de escasez que tenga un impacto real en la contención de los precios. 
Crecimiento, sí, pero no es ni mucho menos vigoroso si lo ponemos en contexto. La incertidumbre sobre el alcance restrictivo de la política monetaria común sobre la actividad económica obliga, además, a ser cautelosos. Inflación, bienvenida sea su corrección, pero la tendencia de la tasa subyacente demuestra que la falta de voluntad política para llegar a un pacto de rentas que asegure su contención nos está condenando a seguir perdiendo competitividad frente otros socios que sí han sido capaces de tomar las medidas necesarias. En definitiva, el gran activo electoral de Sánchez, Nadia, puede presumir de ciertas cifras macroeconómicas (y de hablar muy bien inglés), pero todo apunta a que ha llegado el momento de que tomen el relevo los verdaderos tecnócratas, no los que mutan cuando llegan al poder, sino esos que el PSOE llama nadie, para impulsar, más allá del cálculo electoral, el potencial que en esta crisis y en la anterior ha demostrado tener la economía nacional.

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