El único superviviente del ataque al CNI en Irak en 2003: «Lo revivo una vez al día como mínimo»
José Manuel Sánchez Riera fue el único de los ocho agentes que salió con vida de atentado en Latifiya
El 29 de noviembre de 2003, ocho agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) sufrieron un brutal ataque en en Latifiya, Irak. Solo uno de esos agentes, José Manuel Sánchez Riera, sobrevivió al atentado. Sus siete compañeros murieron en acto de servicio, lo que supuso el golpe más duro contra la Inteligencia española hasta el momento. Poco antes, el 9 de octubre, había sido asesinado otro miembro del CNI en Bagdad.
Cuenta José Manuel Sánchez Riera, que tiene estrés postraumático diagnosticado, que no hay un solo día en el que no reviva el suceso sobre todo por las noches. «Lo revivo una vez cada día como mínimo», asegura en una entrevista en COPE con Carlos Herrera.
Avanzaban con dos vehículos por una carretara y, a la altura de una población pequeña, Latifiya, otros coches les bloquearon y empearon a disparar. «Entendíamos que era una zona peligrosa, pero la otra opción era una autopista separada de nucleos de población y sin puestos de control de tropas, entendimos que la esa ruta era la más segura», afirma. Los dipsaros inutilizaron los vehículos en los que se desplazaban en convoy. «A la velocidad que ibamos y con la maniobra de bloqueo que hizo el otro cohe, no pudimos hacer mucho».
Tenían solo pistolas y los cargadores justos, frente a los fusiles kalashnikov de los atacantes que no dejaban de disparar.«Todo el mundo sabe que las pistolas a 100 metros no tienen eficacia, son para defenderse a corta distancia», señala. «Lo que no tengo la certeza es que fueramos un objetivo de oportunidad o que ya nos estuvieran esperando», añade.
Tras salir del vehículo y asegurar la zona, corrió a buscar ayuda ientras otro compañero le cubría de los disparos. Al cruzar la carretera, recibió un impacto en el costado, del rebote de una bala. A unos 200 metros del suceso, según cuenta, una turba de gente se le acercó y empezó a golpearle, a atarle las manos a la espalda y a quitarle cosas.Incluso le metieron en el maletero de un coche, pero ahí es donde tuvo un golpe de suerte.
Un hombre mayor, un sheik -hombre sabio- se le acercó y le dio un beso. Eso le salvó la vida. Desapareció la gente que le golpeaba y aparecieron otras personas que ya le ayudaron. Montó en un tax, acudió a una comisaría cercana y regreso a la zona del ataque con dos coche patrulla, donde los atacantes seguían haciendo fuego. «Yo no lo ví en ese momento, pero uno de los policías me dijo que mis compañeros estaban muertos».
«Durante todo el suceso, no hay emociones, es frío», señala. «Solo hubo 30 segundos en los que me di cuenta que igual no volvía a ver a mi familia», añade, y asegura que desde entonces sufre estrés postraumático y que la recuperación ha sido larga y casi pierde a sus familiares más cercanos. Desde 2014, tras servir a su país en el CNI y, previamente en las Fuerzas Armadas, está jubilado.
«El destino está escrito, si no, no estaría ahora quí hablando contigo», sentencia en su conversación con Carlos Herrera.