El regreso del jefe de ETA pillado por «la fórmula mágica»
Aitzol Iriondo, sucesor de ‘Txeroki’ al frente de ETA, no supo cómo pudieron detenerle en solo tres semanas
Aitzol Iriondo, alias Gurbitz, lugarteniente de Mikel Garikoitz Azpiazu, alias Txeroki, y posteriormente su sustituto al frente del aparato militar de ETA, ha abandonado la cárcel francesa en que cumplía condena y ha ingresado hace unos días en la prisión donostiarra de Martutene. Su nombre apenas llegó a ser conocido por la opinión pública porque, para su desgracia, alcanzó el poder en un momento en el que sus dirigentes, tras la ruptura de la tregua de ETA, caían con una facilidad tremenda, sin que en ningún momento entendieran en qué estaban fallando. Esta es la historia de lo que en el CNI llamaban «la fórmula mágica» que llevó a la detención de Iriondo en solo tres semanas.
El 22 de marzo de 2006, tras casi tres años sin causar víctimas mortales, ETA enviaba un comunicado a la EITB, la televisión pública vasca, en el que anunciaba un «alto el fuego permanente» con la intención de superar el conflicto con el Estado.
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, creyó desde el primer día que era posible que ETA abandonara las armas. Su escudero para dirigir las conversaciones, Alfredo Pérez Rubalcaba, al que designó ministro del Interior en abril, pocas semanas después del anuncio de la banda, también confiaba en conseguir un hito histórico.
El CNI dirigido por Alberto Saiz, por el contrario, era escéptico, nunca creyó que fructificaran las conversaciones y desde el primer día actuó como si no fuera a haber un acuerdo, preparando el día después. La Casa no manifestó una opinión contraria al proceso negociador porque sabían, por los análisis que ellos mismos habían realizado en las negociaciones fracasadas llevadas a cabo por los Gobiernos anteriores, que sentar a una mesa a representantes de la banda siempre había ofrecido buenos resultados ya que el fracaso final producía un descrédito de ETA en los ambientes abertzales que la apoyaban.
Apartar al CNI
Durante los ocho meses que duró el «alto el fuego permanente», Rubalcaba blindó la negociación alejando de la lucha contra ETA a los agentes del CNI y a la Guardia Civil, de tal forma que la Policía, que él controlaba directamente y era de su máxima confianza, fuera quien estuviera en primera línea de combate y evitara que nadie metiera la pata deteniendo o dando pasos en falso que repercutieran negativamente en la negociación.
El CNI aceptó su alejamiento del frente de batalla, activó todos los medios para estar listo el día en que ETA blandiera de nuevo las armas y se puso a trabajar en lo que mejor hacía hasta ese momento: espiar al entorno etarra, a los intermediarios, a los negociadores y a todos los que estaban implicados en el proceso, ya fuera en países como Suiza o en la retaguardia política y militar en el País Vasco.
El 30 de noviembre de 2006, segando las grandes esperanzas en un acuerdo de paz manifestadas en público por el presidente del Gobierno, ETA explotó un coche bomba en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Mató a dos ecuatorianos, lo que cerraba las puertas a cualquier intento de reabrir las negociaciones. El sector duro de la banda, encabezado por su jefe militar Txeroki, había acabado con la posibilidad de un pacto. Volvía la guerra abierta.
Los investigadores señalaron como responsables del atentado a los cuatro integrantes del comando Elurra. Dos de ellos cayeron una semana después en Guipúzcoa cuando ya preparaban un nuevo ataque. Los otros dos fueron perseguidos por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero fue el CNI quien encontró la pista que llevó hasta su paradero.
Ordenador pirateado
La División Técnica del CNI había pirateado el ordenador de un colaborador de la banda que se puso en contacto con uno de los perseguidos. Tras la detención de los dos terroristas concluyó la desarticulación de todo el comando que había efectuado el atentado en la terminal 4 y todos los esfuerzos se dedicaron a cazar a Txeroki, el número uno de ETA y responsable del fin de las negociaciones.
En noviembre de 2008 un equipo operativo del CNI fotografió a un sospechoso durante el encuentro con un etarra. Nadie lo identificó en un primer momento, hasta que el servicio secreto consiguió hacerlo por medios técnicos: se trataba, nada más y nada menos, que de Txeroki. Las fotos que había de él eran antiguas y el cambio de apariencia había sido inteligente, pero lo habían descubierto. El 17 de noviembre de 2008, en Cauterets, una localidad de los Pirineos al sudoeste de Francia, las fuerzas de seguridad francesas le detenían. Junto a los asaltantes de la casa iban los guardias civiles, como se contó, y agentes del CNI, lo cual se ocultó.
Desmoralización en ETA
Tres semanas después, el 8 de diciembre, el trabajo en la sombra del CNI ofreció los datos necesarios para que sobre el terreno los equipos operativos encontraran a Aitzol Iriondo, que había sido el lugarteniente de Txeroki hasta su detención y que había asumido el papel de jefe militar. Fue detenido en Gerde, también en el sur de Francia. Un nuevo golpe que aumentó la desmoralización que se empezaba a palpar en ETA, que no terminaba de entender cómo las fuerzas de seguridad podían estar localizándolos. En sentido contrario, esta detención tuvo un efecto alentador en la Guardia Civil, pues consideraba que Iriondo era el autor material, un año antes, del asesinato de dos de sus compañeros en Capbreton.
Todos esos éxitos, y otros muchos más que ignoramos, fueron conseguidos por el CNI gracias a lo que alguno de ellos ha definido como la «fórmula mágica», un sistema similar a lo que actualmente conocemos como «espionaje masivo».
Tiempo antes de que ETA comenzara la tregua, la División Técnica había estado trabajando en un sistema de intervención de comunicaciones que les capacitara para entrar en cualquier dispositivo utilizado por usuarios españoles y de todo el mundo. Aunque les costó un tiempo perfeccionarlo, sus progresos fueron tremendos y los capacitaron para escuchar casi cualquier conversación que circulara por cable, satélite, radio o Internet.
Se dieron cuenta de que podían utilizar la nueva tecnología para perseguir el corazón que hacía latir a ETA, sus terroristas y estructuras asentadas en el sur de Francia. Como estaban en el extranjero, gozaban de la ventaja de que no necesitaban órdenes judiciales, porque ningún servicio de inteligencia las requiere para actuar fuera de sus fronteras. Cuando la dirección del CNI decidió profundizar en los aledaños de ETA, activaron sus medios técnicos en la distancia, desde la División Técnica ubicada en la sede central en Madrid.
Tras la ruptura de la tregua, el mecanismo de investigación ya se había asentado y llegó el momento para el CNI de participar en el partido. La División Técnica llevaba tiempo interviniendo comunicaciones en el sur de Francia y numerosos agentes seleccionaban pacientemente aquellas que podían resultar relevantes. Gracias a ellas, cayeron varias cúpulas de ETA. Uno de ellos fue Iriondo, ahora en la cárcel vasca.