«Hoy la chanson no está muy en boga. Nadie recuerda aquella Francia yeyé que vibraba al ritmo del programa radiofónico Salut Les Copains! bajo el mandato benévolo del general De Gaulle»
«¿Está Murder Most Foul a la altura? Cuando la pandemia nos ha encerrado en un paréntesis de muerte, nos ha legado el gran réquiem de la cultura de nuestro tiempo»
Entre jóvenes creadores es frecuente el cultivo del arte político. La firma de escritores, poetas, ilustradores, incluso de periodistas culturales, nacidos en los ochenta y principios de los noventa, entrega su genio y su ingenio, su talento y sus dones, a la creación de tono político. Es casi inevitable: son chavales nacidos en un contexto de agitación social, de precariedad y de inestabilidad; de devaluación en las condiciones de vida de quien toma la cultura para ganarse los jornales -¿cuántas veces hemos oído eso de que los años noventa, en la industria del libro, fueron increíbles?-. De esa generación del desencanto proliferan artistas cuyo tema predilecto es la concienciación: la reivindicación y la denuncia social.
En Penny Lane hay un barbero, y seguramente también habrá algún banquero en la oficina de TSB que ocupa el cruce con Allerton Road. La tarde de mayo del año pasado que estuve por allí no vi ningún bombero, pero en la esquina frente a la peluquería hay un wine bar -en realidad un pub bastante corriente- que se nutre de locales y también atraerá de vez en cuando algún turista despistado como yo.
El mismo esfuerzo que Marta Sánchez culminó el otro día en el teatro de la Zarzuela, al cantar con letra propia y mucho énfasis y convicción el himno nacional— se viene repitiendo periódicamente. “Cómo es posible que el himno no tenga letra, vamos a resolverlo ahora mismo.”
Cervantes escribió el Quijote cuando ya no le quedaban ni dientes ni esperanzas, Reagan aspiraba a octogenario al caer el Muro y Miguel Ángel alzó sobre su edad provecta una cúpula en San Pedro.
Un servidor de ustedes ha practicado poco los llamados «deportes de riesgo». El único que se me da bien es fumar, y consigo marcas bastante aceptables. Hay uno, en cambio, que probé y del que salí ileso…
Se ha ido en silencio, sin molestar a nadie, sin que nadie se diera cuenta, como los indios americanos que cuando intuyen que ya no tienen nada que hacer en este mundo, se esconden el bosque y se dejan morir.