
He visto morir a Muaz
Han provocado en mí un dolor que no he conseguido sacarme del pecho desde hace varias horas. El resto de mis sentimientos los he dejado en casa.

Han provocado en mí un dolor que no he conseguido sacarme del pecho desde hace varias horas. El resto de mis sentimientos los he dejado en casa.

En las tertulias y supongo que también en los editoriales en estos próximos días nos recordarán que nos tiene que parecer muy mal aquí en Europa que se hagan esas cosas.

El terror no se puede combatir con terror, pero entonces ¿con qué?, ¿qué podemos hacer para impedir esta escalada de atrocidades?.
Según cuenta su madre, Kenji Goto siempre quiso salvar vidas de niños afectados por las guerras. Se fue al Medio Oriente para tratar de ayudar a aliviar el sufrimiento de la gente de Siria de la única manera que sabía hacerlo.



Atrás quedan aquellas efímeras expectativas de un alto el fuego entre el régimen y unas bandas islamistas que combinan el fanatismo religioso con el más brutal pillaje y el tráfico de esclavas


El EI se ceba especialmente con las mujeres y las niñas, seres impuros y objetos sexuales sin ningún tipo de valor a las que venden o esclavizan de todas las formas posibles.

Se ha dicho que la lucha contra el terrorismo en todos los lugares es una guerra asimétrica, por cuanto no hay dos ejércitos en liza, desplegados en un campo de batalla.
Los kurdos han reconquistado una colína. La semana pasada la habían perdido. Es posible que la vuelvan a perder. Y que la reconquisten. Por lo menos, que lo intenten.


No me refiero a la imaginativa ficción de H.G. Wells, sino a su traducción hodierna. Es la extraña guerra entre los yihadistas, los cruzados de la bandera negra, y los ejércitos de las democracias.




James Foley, Steven Sotloff, David Haines, Hervé Gourdel, Alan Henning. Nombres de una lista para no olvidar que el grupo terrorista Asesinos Cobardes (CA) sigue incrementando con un goteo incesante.



Si bien se lee, el mundo islámico ha permanecido en guerra intermitente contra los países occidentales desde los tiempos de Mahoma hace 14 siglos. Nos encontramos ante el último episodio de tal milenaria conflagración.

“Tratábamos de hacernos ver feas” cuenta una rehén yazidí que fue prisionera de este grupo terrorista. Sus captores la separaron de su familia y la vendieron al mejor postor después de torturas físicas y psicológicas que llegaban incluso a obligarlas a ver vídeos de decapitaciones de algunos de sus conocidos.
Hubo un tiempo en que esta imagen habría encajado en un país en blanco y negro, por ello su mezcla de lejanía geográfica y cercanía emocional impacta. La batalla por la supervivencia se juega en lo pequeño.
Todo el mundo parece infravalorar la inmensa fuerza de esta ideología de la entrega incondicional a la guerra más brutal por el dios propio. Por ella abandonan su vida anterior, jóvenes chicos y chicas de suburbios franceses y campesinos turcos, estudiantes tunecinos y parados suecos u holandeses, hijos ricos de Arabia y niñas de Melilla.


Llevamos un tiempo con los primeros episodios de la III Guerra Mundial, la que enfrenta a las democracias occidentales contra el terrorismo islamista o como se llame. El penúltimo episodio es el bombardeo de los aliados de Estados Unidos contra el Califato o Estado Islámico.

