Como no habían sabido hacerlo mejor, se han sentido forzados a hacer lo que no querían hacer. Lo peor, es que tenían muy buenas razones para no querer hacerlo. Porque el problema de hacer un uso tan extendido de la violencia, incluso de la violencia legítima, es que en estas circunstancias la gente ya no se moviliza para luchar por lo que cree sino por lo que quiere.Y no me refiero a sus valores ni a sus instituciones, que también, sino a sus familias, amigos y amados. En estas circunstancias, la violencia no atemoriza sino que moviliza y demuestra hasta qué punto ninguna “trama de afectos” que constituye una nación o sociedad es superior a la trama de afectos que constituye una familia.