El modo en que Trump pisará Reino Unido aún se mantiene en la incertidumbre, y el debate, qué agradable, al menos para el mitómano británico y extranjero, no cesa. En el Parlamento, los diferentes grupos políticos discuten y proponen las diferencias y las cercanías, escasas estas últimas. En una tónica similar, las calles que rodean al parlamonumento –apodo a ese edificio que es mezcla de órgano político-burocrático y símbolo de la nación- acogen a los manifestantes, los cuales protestan en contra de la llegada del presidente de los Estados Unidos de América, país con el que los británicos guardan tantas vinculaciones históricas y, digamos, culturales. No quiere decir esto, en absoluto, que las relaciones diplomáticas entre Reino Unido y EE.UU. hayan alcanzado la discrepancia de la genial, por literaria, no por apetecible, distopía de Alan Moore. Remember, remember…