En Grandes esperanzas, Dickens retrata el personaje de John Wemmick, un empleado del abogado Jaggers que aconseja y cuida -a su manera- al protagonista Pip. Se ha señalado con justicia que Wemmick es el personaje más moderno de la novela, y que su vida escindida entre la frialdad con que se mueve en el entorno profesional y la calidez doméstica de su “castillo” en Walworth, al sur del Támesis, es quizás el primer gran ejemplo en la literatura europea de esa existencia demediada de la pequeña burguesía. El castillo no es (sólo) metafórico: es una casa con almenas, puente levadizo y foso que Wemmick comparte con su padre anciano, y que simboliza tanto el refugio frente a la banalidad del mundo exterior del trabajo y los negocios, como la consabida aspiración burguesa a ser algo más que un producto aventajado de ese mundo.