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Bob Marley, la piedra que desechó el cantero

“Algo bueno de la música es que cuando te golpea, no sientes dolor”, escribió Bob Marley en unas de sus canciones. “Así que golpéame con música”. La música es el lenguaje del que está hecho el mundo. Como todos los grandes hombres, Bob, o Robbie, como tantos le conocieron, fue un tipo de obsesiones. Siempre que iban a buscarlo a casa, el joven Marley andaba con una guitarra cerca y un canuto (o kaya) prendido entre los labios. Marley maravillaba con su voz negra y arrancada, con su espíritu bohemio y emocional y ese carisma que despertó fascinación dentro y fuera de Jamaica. Su carácter ambicioso y tosco por momentos acompañó un talento que con el tiempo le encumbró como el rey de un género, el reggae, que ahora tiene su rostro.

Bob Marley, la piedra que desechó el cantero

“Algo bueno de la música es que cuando te golpea, no sientes dolor”, escribió Bob Marley en unas de sus canciones. “Así que golpéame con ella”. La música es el lenguaje del que está hecho el mundo. Como todos los grandes hombres, Bob, o Robbie, como tantos le conocieron, fue un tipo de obsesiones. Siempre que iban a buscarlo a casa, el joven Marley andaba con una guitarra cerca y un canuto (o kaya) prendido entre los labios. Marley maravillaba con su voz negra y arrancada, con su espíritu bohemio y emocional y ese carisma que despertó fascinación dentro y fuera de Jamaica. Su carácter ambicioso y tosco por momentos acompañó un talento que con el tiempo le encumbró como el rey de un género, el reggae, que ahora tiene su rostro.

Robbie nunca lo tuvo fácil. El músico rastafari habló en varias canciones sobre su infancia pobre, pobrísima, y sobre el gueto en que vivió en Kingston, llamado Trenchtown. Allí aprendió lo que es tener hambre, no comer por dos o tres días y acostarse con apenas unos tragos de agua en el estómago. El pequeño Marley era pobre, pero también mulato, y en la comunidad negra que vivió la discriminación, el desprecio y el trabajo forzado lo miraban como se le mira a un colonialista.

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Bob Marley y The Wailers, en una actuación en Paris en julio de 1980. | Foto: AP Photo

Norval Marley, su padre, era un hombre duro, un navegante llegado desde Inglaterra que había servido como marine en la Primera Guerra Mundial. Norval rondaba los 60 cuando comenzó a visitar a la jovencísima Cedella Booker, una criada negra de 16 años. De aquellos encuentros nació Robbie. El navegante de pelo blanco tuvo muchos hijos de diferentes mujeres y a todos ellos les garantizó una infancia miserable. Tanto es así que Bob, tal y como confesó en una de sus canciones, se sintió “como la piedra que desecha el cantero”. Con el tiempo, sin embargo, pudo resarcirse de ese sentimiento: los años le forjaron como uno de los grandes músicos de su época y garantizó que su apellido estuviera ligado a su nombre y no al de un marine inglés. Bob Marley supo convertir la piedra desechada en la piedra angular.

Los comienzos de Bob Marley y su banda, los Wailers, fueron lentos. Ensayaron durante años hasta confirmar que estaban listos, que podían recorrer Kingston y visitar a las pocas discográficas de la ciudad en busca de una oportunidad en la radio; el éxito les esperaba todavía lejano. En los setenta, Bob Marley & The Wailers irrumpió en las emisoras del pequeño país caribeño, pero fue su expansión musical por Europa lo que les convirtió en iconos de un nuevo género que recibió el nombre del sonido inconfundible que producen las cuerdas al ser rasgadas.

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Junto al reggae, la gran pasión de Bob Marley era el fútbol. | Foto: AP Photo

Marley acostumbraba jugar partidos de fútbol contra aficionados y periodistas durante sus giras y el 26 de junio de 1978, en un lance del juego con un periodista de la revista Rock and Folk, recibió un pisotón en el pie derecho que le obligó a retirarse. Había perdido una uña y el dedo no tenía buen color. Le diagnosticaron un melanoma maligno y le recomendaron amputarlo. Pero Marley dijo no: la cultura rastafari rechaza desprenderse de cualquier parte del cuerpo de un hombre, que cobra la categoría de templo. Casi tres años más tarde, el 5 de octubre de 1980, cayó fulminado y echando espuma por la boca mientras corría en un parque de Nueva York. El cáncer de la leyenda del reggae había crecido hasta extenderse por varios órganos vitales. Bob Marley murió el 11 de mayo de 1981 después de meses de dolores terribles, después de quedarse sin pelo y sin fuerzas e incapaz de rasgar las cuerdas de su guitarra dorada.

En una ocasión, un periodista le preguntó a Marley cuál era su propósito en la vida. Bob, que medía cada palabra, respondió sin levantar en ningún momento la voz. «No tengo realmente ninguna ambición», dijo, entre pausas. «Solo hay una cosa que me gustaría ver: quisiera ver a la Humanidad vivir unida».

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