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Opre Romnia y phenjalipen: rompiendo los estereotipos de la mujer gitana

Aunque parezcan extraños, los conceptos de Opre Romnia y Phenjalipen son las dos bases simbólicas para empezar a comprender -y defender- la lucha de la mujer gitana en la sociedad

Sería necesario deconstruir el pensamiento hegemónico moderno y reconstruir la visión histórica de opresión de los pueblos para comprender. Habría que abandonar el ego y no observar desde fuera, sino sentir desde dentro, para conocer. En definitiva, habría que ser y padecer, para entender y, quizá, corresponder, la realidad del pueblo romaní y, en particular -que no singular-, la fortaleza de la mujer gitana en la sociedad. 

Así, con motivo del Día del Pueblo Gitano y, para dejar de hablar «por» ellas y comenzar a conversar «con» ellas, hemos traído a The Objective algunas voces del feminismo calé, para disipar los estereotipos que adolecen a su empoderamiento, silenciado por los años, y para mostrar un discurso que poco a poco comienza a ocupar las conversaciones públicas.

Podríamos mencionar, así a vuelapluma, dos conceptos muy significativos para comenzar a apreciar este movimiento: por una parte, Opre Romnia verbaliza el orgullo del pueblo romaní y phenjalipen es un concepto que expresa, en la lengua gitana, «sororidad», y que fue utilizada desde mucho antes de que la palabra «sororidad» fuera exaltada en nuestro propio vocablo.

Así, con la combinación de estos dos elementos, nos encontramos ante una lucha que no solo persigue la igualdad de género compartida con el discurso feminista genérico, sino que también busca la liberación y reconocimiento del pueblo gitano, ambos unidos en un todo que no comprende lo uno sin lo otro. No en vano, las pertenecientes a este movimiento han adoptado como lema representativo: «si el feminismo no es antirracista, no es feminismo», tal como ha contado a este medio María José Jiménez, presidenta de la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad. 

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Imagen: Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad

Asimismo, expresa que «la historia del pueblo gitano es una historia de colonización pura y dura», basada en un paternalismo «payocentrista» que no integra la identidad de esta comunidad en la sociedad, sino que intenta vestirla con las propias telas del pensamiento mayoritario y dictarle cómo ha de cambiar para ser aceptada. Insiste que «el ser gitano en España y en Europa está considerado como un problema social» y que, hasta que no deje de concebirse como tal, no hay reforma que pueda emprenderse de manera eficaz. 

En este sentido, Estefanía Ruiz Molina, gitana y fundadora de la marca reivindicativa de la identidad calé, Mil Duquelas, ha expresado a este diario que es necesario romper con ese antigitanismo patriarcal que estigmatiza a su pueblo y que intenta silenciar la lucha de las mujeres gitanas. Al final, expresa que el «pueblo blanco» intenta atenuar su voz y lamenta que «no existimos». Por consiguiente, «la realidad es que lo que no se visibiliza no existe y se perpetúa en las mentes de la sociedad y de las mujeres blancas, por muy feministas que sean», afirma.

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Estafanía Ruiz Molina, fundadora de Mil Duquelas. | Imagen: Maixa Rote | The Objective

La joven emprendedora continúa, con aflicción, que ha estado «en grupos feministas y en los manifiestos no se incluye a la mujer gitana, porque decían que tenemos que aprender del feminismo». En esta misma línea, María José Jiménez asegura que «nosotros no somos una minoría a reconocer, por lo tanto no tenemos un feminismo a reconocer, porque es ostracismo puro y duro por parte de las académicas y por parte de los movimientos feministas».  

Por el contrario, el tipo de feminismo que mujeres gitanas como ella defienden parte de una base de ruptura con los estereotipos consolidados en la proclama «blanca» y en la emancipación de esa manipulación occidental que intenta cambiar los preceptos del pueblo romaní. Estefanía Ruiz -Fani, para los amigos- añade que «vivimos en un país en el que ha habido leyes misóginas, donde sigue habiendo tradiciones misóginas» y que «eso no es construcción del pueblo gitano, sino de la gente blanca». 

Empoderarse, ¿dentro o fuera de la comunidad gitana?

No es ningún misterio que existen numerosos discursos generalistas que giran en torno a la necesidad de la mujer romaní de promover una lucha sin cuartel contra el machismo que caracteriza a su propio pueblo, de empoderarse y romper con la cultura gitana, pero siempre se ha tratado de voces payas, expresando una realidad ajena a ellas mismas.

Por el contrario, la contestación de las mujeres que sí son parte de la argumentación calé, desmienten esta perorata, pues como Fani asegura, «me he sentido discriminada como mujer en la sociedad en general, por el pueblo gitano realmente no». Asevera que todos esos comentarios provienen desde una mirada de superioridad, desde esa figura autoritaria que estereotipa a los suyos y pega sobre sus frentes una etiqueta que no les corresponde. 

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Imagen: Ajuntament Barcelona | Flickr

No en vano, la mujer gitana ha sido protagonista de una lucha «de resistencia» que lleva activa desde los 600 años de historia de su comunidad y que, conscientemente o no, siempre se ha desarrollado. Así, al indagar en la tradición  y recorrido del pueblo gitano, nos encontramos ante mujeres que han tenido que empoderarse casi por obligación, que para sobrevivir no han encontrado opción alternativa a ser fuertes, valientes y luchadoras. «Mi abuela tenía que salir a trabajar cuando las mujeres blancas ni siquiera podían hacerlo si sus maridos no se lo permitían», defiende la creadora de Mil Duquelas, pues no había otra forma de enfrentarse al «sistema opresor» que las mortificaba por ser gitanas, mujeres y pobres. 

De hecho, Jiménez asegura, contradiciendo el pensamiento afincado en las mentes payas, que «los gitanos están incluso más discriminados que las mujeres gitanas», pues se les percibe como «más machistas que los payos, ignorantes, analfabetos, ladrones…». Por esta segregación que les adolece y aunque el suyo no sea un pueblo libre, no se concibe un avance por tramos o géneros, sino que solo se contempla un avance en conjunto. No pueden ascender solo ellas, porque ellos también enfrentan estos problemas.

Estigmatizados y marginados

Lo cierto es que el pueblo gitano carga con un lastre pesado, que es el de la estigmatización occidental, que además se perpetúa en el tiempo con la aplicación eterna de proyectos de integración que no funcionan. Pero todos los intentos por «desgitanizar» a los gitanos, tiene de fondo «una manipulación pura y dura, una condescendencia brutal y un paternalismo terrorífico, y esas son las tres líneas de la sociedad mayoritaria que decide intervenir», defiende María José Jiménez.

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María José Jiménez, presidenta de la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad. | Imagen: Maixa Rote | The Objective

Al final, el discurso generalista se queda atascado en preceptos emitidos por quienes crean el propio discurso, en una espiral interminable de racismo y exigencias por adaptar aquello que no se quiere adaptar. Por ende, los planes fracasan y los niños siguen creciendo en «una sociedad que te oprime desde que naces», complementa Fani. Ella asegura que no se tiene que ir muy lejos para explicar esto, pues lo vive en sus propias carnes: «no vale que me digan que no he estudiado, que por no tener una formación no puedo acceder a un cierto trabajo, porque yo me he formado y he llegado a trabajar de lo que estudié y, aun así, he sufrido antigitanismo dentro de mi trabajo».

En definitiva y para ayudar a ayudar, el consejo que dan todas ellas y que la presidenta de la asociación feminista verbaliza es que «cuando se quiera participar en esta línea política y de apoyo a las comunidades racializadas y se haga desde la sociedad mayoritaria, desde los payos y las payas, tengan presente que nunca se tienen que posicionar como las voces que hablan por los racializados y las racializadas, que nunca deben usurpar el discurso, que nunca deben ponerse al frente de nuestras luchas y que siempre tienen que estar o al lado, o atrás empujando».

Ante todo y para las mentes que, pese a haber llegado hasta aquí, se lo siguen preguntando: sí, las mujeres gitanas sufren machismo, pero lo sufren de la misma manera que una paya, desde la población mayoritaria y no desde la comunidad gitana. De hecho, lo padecen acompañado de un desagradable aditivo, el antigitanismo perpetrado, no por los suyos, sino por los demás.

Haz clic para ver el vídeo de nuestra entrevista a Fani y María José:

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