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Sexo por videollamada y BDSM para evitar los contagios, la nueva normalidad de las trabajadoras sexuales

«Aquí no hay muchas más opciones, o te mueres por el COVID o te mueres de hambre». Así resume Conxa Borrell la situación a la que el coronavirus ha llevado a las personas que se dedican al trabajo sexual

Sexo por videollamada y BDSM para evitar los contagios, la nueva normalidad de las trabajadoras sexuales

Sindicato OTRAS

“Aquí no hay muchas más opciones, o te mueres por el COVID o te mueres de hambre”. Así resume Conxa Borrell, la secretaria general del sindicato de trabajadoras sexuales OTRAS, la situación a la que el coronavirus ha llevado a las personas que se dedican al trabajo sexual.

“Para trabajadoras sexuales no se ha habilitado ningún tipo de ayuda, estamos a cero desde hace cuatro meses”, explica Borrell. “Así que claro, estamos trabajando, es que no queda otra más que trabajar”, porque “los alquileres hay que pagarlos, la comida hay que pagarla, los gastos hay que pagarlos”.

Poca demanda y mucho miedo

El miedo al contagio de coronavirus[contexto id=»460724″] se ha extendido tanto entre las trabajadoras sexuales como entre los clientes. “Hay muchísimo menos trabajo que antes”, explica Conxa Borrell. “La gente tiene miedo, las compañeras también tienen miedo de salir”. Pero ellas no tienen otra opción, “tienen que trabajar”.

“No nos dan una ayuda pública, pero también nos dicen que no podemos salir a trabajar. ¿Entonces qué hacemos?”, denuncia Borrell.

Para compensar las pérdidas de estos últimos meses, el sindicato propone subir las tarifas habituales de los servicios. “Creemos que todo el dinero que no hemos podido ganar en este tiempo tiene que recaer en la tarifa que ponemos para los clientes”, dice Borrell.

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Foto: John Locher | AP

Durante la pandemia, Borrell asegura que han sido pocos los clientes que han demandado los servicios de estas mujeres, que afirma que no han querido exponerse a contagiarse. “No ha sido una avalancha, han sido cuatro contados porque la gente ha estado muy concienciada y se ha quedado en casa”.

“Las mujeres tienen muchísimo miedo. Hay que tener en cuenta que un alto porcentaje de mujeres que trabajan en el trabajo sexual, no solo en la prostitución si no en todo el ámbito del trabajo sexual, son migrantes. Evidentemente ellas tienen mucho miedo de enfermar, ya no por coger el virus, sino porque no tienen a nadie que las cuide”, apunta Borrell.

La secretaria general de OTRAS asegura que las trabajadoras sexuales “han tenido un cuidado exquisito con su salud y, por tanto, han cuidado también de la salud de los clientes”. Según han explicado numerosos expertos, el contagio del coronavirus funciona como el de una enfermedad de transmisión sexual, en el sentido de que es una enfermedad que es contagiosa mucho antes de mostrar síntomas, como ocurre con el sida y la sífilis, por ejemplo.

Por tanto, aunque el coronavirus no se contagia directamente por el sexo, en el día a día de las trabajadoras sexuales, debido a los numerosos contactos físicos que establecen en su trabajo, evitar el contagio supone también proteger a quienes mantienen relaciones con ellas.

El sexo, ¿sin contacto?

El sexo de la manera más tradicional es imposible de realizar sin contacto, eso está claro. Por eso, las trabajadoras sexuales están buscando alternativas para poder seguir ofreciendo sus servicios sin riesgo de contagio de coronavirus.

Desde OTRAS recomiendan, en caso de que se mantengan relaciones sexuales, hacerlo siempre con mascarilla, lavarse a menudo las manos y usar gel hidroalcóholico, mantener posturas en las que no se acerquen las bocas y “por supuesto, nada de besos”.

Pero con estas precauciones no es suficiente, el contacto físico sigue siendo muy estrecho y el riesgo, muy alto. Por eso, en su taller “Putas y santas” de este año, OTRAS ha decidido enseñar a las trabajadoras sexuales algunas habilidades que les permiten ofrecer servicios de una manera diferente y más segura.

Uno de los tres ejes del taller se centra en el masaje erótico. Aunque esta práctica requiere contacto físico, para realizar estos masajes no es necesario acercarse al cliente tanto como en una relación sexual y se puede evitar más fácilmente acercarse a la boca o la nariz.

Otro de los tres talleres se centra en el BSDM, “una iniciación para todas aquellas mujeres que se sientan capacitadas para trabajar de amas y puedan hacer ese tipo de trabajo que tampoco exige que estés a menos de metro y medio del cliente o la clienta”.

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Foto: Artem Labunsky | Unsplash

El tercero tiene como objetivo enseñar a las trabajadoras sexuales a enfrentarse a una cámara, “para todas aquellas compañeras que nunca hemos hecho videollamada, ni sexting ni nada, para tener alguna noción y poder trabajar ahí”, explica Borrell.

Sobre la posibilidad de que estos servicios no se demanden, Borrell lo tiene claro: “Hay una gran discusión siempre con las abolicionistas de que hay oferta porque hay demanda. No, hay demanda porque hay oferta, así que el cliente se va a tener que acostumbrar a lo que nosotros ofertemos, esto es lo que hay”. “Igual que hemos promovido la subida de precios, también hay que ofertar nuevos servicios y el cliente va a tener que entender que esta es la nueva manera de trabajar mientras que no haya vacuna”, afirma.

“Nos tienen absolutamente olvidadas”

Ahora que ha llegado la “nueva normalidad”, las trabajadoras sexuales están buscando ellas mismas las maneras de poder seguir trabajando a pesar del virus. Sin embargo, aseguran que durante la pandemia se han sentido olvidadas por las autoridades.

“Nos tienen absolutamente olvidadas. Si no miro, no existes. No no, el problema existe y es muy grave”, dice Borrell, a quien le parece “un gravísimo error” que no haya ayudas para las trabajadoras sexuales, “porque las abocan a un estado de mucha más precariedad de la que ya tienen habitualmente”. “No entendemos cómo se deja a un colectivo feminizado para que se queden ahí, a lo que venga, y que pase lo que Dios quiera”.

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Foto: Francisco Seco | AP

Borrell denuncia también que los dueños de clubs de carretera y otros establecimientos donde emplean a trabajadoras sexuales han podido acogerse a un ERTE, mientras ellas se han quedado en la calle por no tener un contrato de trabajo. “Todo esto no pasaría si tuviéramos un contrato laboral, nosotras también hubiéramos podido acogernos a un ERTE”.

“El estado no es capaz de reconocer a unas mujeres, que se calculan en 400.000 en todo el estado español, que no son pocas, que no tienen qué comer a día de hoy, que tienen que estar pidiendo limosna, que tienen que ir a los comedores sociales, pero ¿por qué? Si es tan sencillo como permitirles tener un contrato laboral”, dice la secretaria general de OTRAS, que afirma que lo único que reclaman son derechos laborales.

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