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La obsesión por el perfeccionismo en el trabajo, principal causa de visita al psicólogo

La presión, la sobreimplicación, el inconformismo o la autoexigencia son síntomas clave del perfeccionismo laboral

La obsesión por el perfeccionismo en el trabajo, principal causa de visita al psicólogo

El estrés causado por el perfeccionismo laboral acarrea mucho problemas en la salud mental | Montaje (Unsplash)

La sociedad actual exige y recompensa el perfeccionismo, provocando que las personas con este perfil, cada vez más, busquen ayuda psicológica, pues la frustración y la insatisfacción se convierten en el desenlace de los objetivos inalcanzables que no pueden lograr.

«A las personas perfeccionistas les cuesta mucho renunciar a las metas y objetivos que se les pone, incluso aunque éstas sean demasiado altas e irreales. Si no consiguen algo, interpretan que es ‘porque no se han esforzado lo suficiente’, y como tienen un sentido del deber y la responsabilidad tan altos, seguramente lo seguirán intentando una y otra vez, sacrificándose y esforzándose cada vez más. Lo habitual, de hecho, es que terminen desarrollando un Burnout porque no saben cuándo parar de esforzarse», expresa a THE OBJECTIVE Esther Gimeno, psicóloga general sanitaria y profesora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

A estas conclusiones ha llegado Gimeno sobre la personalidad perfeccionista, pues corresponde a un problema que, se estima, afecta a entre el 2,1% y el 7,9% de la población española. La psicóloga añadió, en la masterclass que realizó, que «las personas con este perfil son las que más aceptación y refuerzo reciben por parte de una sociedad que sigue a ‘ciegas’ la moda de convertirse en una persona altamente productiva».

Expresa a este medio que «es raro que abandonen un trabajo, incluso a pesar de que ganen poco o no les compense, porque su compromiso y sentimiento de fidelidad con la empresa es demasiado alto. En una empresa en la que todos los trabadores se van al segundo o tercer año, el perfeccionista sería el que aguanta cinco o 6seis años más antes de plantearse irse, y durante este tiempo, probablemente nunca coja una baja médica -aun necesitándola- ni falte al trabajo».

Este tipo de personalidad tiene en su origen un componente hereditario y es muy frecuente encontrarlo en personas que durante su infancia tuvieron que asumir responsabilidades que no les correspondía por su edad.

La perfección no siempre es positiva

Las consultas psicológicas de pacientes con personalidad perfeccionista se han visto incrementadas especialmente tras la pandemia, que ha agudizado rasgos obsesivos tras las medidas de protección frente al Covid.

«Algunos vieron en la etapa de teletrabajo una vía de escape hacia la libertad. Aprendieron a bajar el ritmo y a relajarse, a tomarse las cosas con calma y a permitirse simplemente ‘no hacer nada’. Éstos supieron adaptarse a la situación y la aprovecharon como una oportunidad de aprendizaje. Sin embargo, esto no fue lo más frecuente», expresa Gimeno a este medio.

Sin embargo, aunque fue positivo para algunos, otros no pudieron mantener la presión de ser improductivos, además de ser contagiados por las medidas sanitarias, debido a la sensación de mayor control de la situación.

«Muchos otros perfeccionistas optaron por lanzarse a hacer muchas cosas para no perder la sensación de ser productivos. En este sentido, aprovecharon para retomar tareas pendientes, continuar libros, reparar o reordenar la casa, adelantar trabajo pendiente para ponerse al día… Este grupo probablemente no fue capaz de bajar el ritmo y renunciar a la sensación de seguridad que les daba un ‘trabajo bien hecho’. Además, muchas de estas personas se aferraron a las medidas de protección sanitarias porque les daba sensación de mayor control, lo que hizo que muchos terminasen desarrollando TOC», prosigue la psicóloga.

Síntomas del perfeccionismo

El miedo a cometer errores y la búsqueda de la excelencia son características propias de las personas perfeccionistas, pero existen puntos clave que los diferencias del resto y que, por tanto, sirven para conocer el problema: «La primera es el control, planificación y previsión. A través de controlarse a sí mismos, controlar el entorno y controlar a los demás, reducen el riesgo de cometer errores», comenta Gimeno.

A su vez, como ella explica, otra característica es la tendencia a sobreimplicarse y esforzarse en exceso, sacrificándose si es necesario para asegurar que han hecho todo lo que podían. Esto demuestra un claro miedo a no ser suficiente y una infelicidad, pues tienen la creencia de que, si no lo hacen, no serán considerados válidos y queridos.

Por otro lado, la justicia y la moral son sentidos muy rígidos para ellos, pues, si consideran que algo es inmoral o injusto jamás lo harán, aunque les brinde beneficios. Es por ello que son honestos y fieles en desmesura, sobreimplicándose para defender a los suyos o a la verdad.

«Por último, otra característica importante es el inconformismo y la autoexigencia. Un  perfeccionista nunca siente que algo esté suficientemente bien, sino que se exige a sí mismo y exige a los demás para alcanzar esa excelencia que no es más que una meta irreal e inalcanzable. Eso hace que vivan frustrados la mayor parte del tiempo y que no sepan disfrutar del presente. Tampoco son capaces de parar o, simplemente, disfrutar del descanso porque, cuando lo hacen, inmediatamente se sienten culpables porque ‘deberían estar aprovechando el tiempo en cosas productivas’», concreta a este medio.

¿Cómo solucionar el problema?

Para solucionar este problema, lo primero es aceptar y tolerar los errores de uno mismo, sin necesidad de compensarlos. Se deben aceptar las limitaciones propias y entender que la vulnerabilidad de las emociones no son algo malo, sino necesarias en las relaciones.

«Es imprescindible cambiar el diálogo interno de la exigencia y la autocrítica por otro más autocompasivo y cálido.  También es muy importante aprender a perder el tiempo y permitirse descansar sin sentirse culpable, potenciar las aficiones o descubrir otras nuevas. No priorizar tanto el deber sobre el deseo, sino aprender a escucharse y darse lo que uno necesita», finaliza Gimeno.

Por último, como expresa a este periódico la psicóloga, se debe procurar el control excesivo y se debe mantener la espontaneidad, con planes improvisados que obliguen a la exposición de lo desconocido, con el fin de aprender a disfrutarlos.

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