Desayuno de hotel: las cinco pistas para iniciar el día de vacaciones sin engordar
Unos gofres por un lado, la mermelada por el otro, una pincelada de mantequilla… Las bombas acechan en cualquier momento
Se abre la veda del verano y, con un poco de suerte, los bufés de desayuno de hotel. Nunca, salvo que vivamos en una película estadounidense, desayunamos igual que se hace en un hotel. España es tierra de café con leche, una tostada y ponerse a funcionar. Todo lo contrario de como suelen ser los densos bufés de desayuno de un hotel.
También lo pagamos, evidentemente, pero conviene que, en el caso de pagar, nos limitemos a que sea dinero y no en kilos de más. Es cierto que queremos aprovechar al máximo nuestras vacaciones. Por eso, no extraña que no estemos por la labor de fijarnos en calorías vacías, en azúcares añadidos o en tomarnos luego uno o dos mojitos en la piscina.
También hemos de desmitificar al desayuno de hotel. No es la comida más importante del día, pero quizá en verano sea particularmente útil. Para empezar, porque nuestros ritmos alimenticios durante las vacaciones son más bien irregulares. Razón por la que un desayuno equilibrado, sea de hotel o no, nos puede echar una mano para pavimentar el día.
Más aún cuando luego, a media mañana o a la hora de comer, quizá no tengamos demasiado hambre. El calor, la humedad o un exceso de actividad puede hacer, entre otras cosas, que la deshidratación haga mella o que nos interese más bien poco sentarnos a la mesa.
O, por el contrario, que recurramos a referencias más calóricas y al formato atracón. Un motivo más por el que conviene que no nos pasemos con el desayuno de hotel. Para intentar suavizar la situación y que nuestro verano no se haga bola —o que nosotros seamos la bola— vamos a intentar ver cómo aprovechar al máximo un bufé de desayuno de un hotel sin que nos pase factura.
Desayuno de hotel: cómo no engordar en vacaciones en cinco pistas
Sabemos que la tentación es grande cuando hablamos de bufé de hoteles. Desayunos donde gofres, tortitas, pancakes y todo tipo de dulces sugerentes aparecen son difíciles de abarcar. También el concepto ‘libre’, que nos permite abrir la mano y levantarnos en repetidas ocasiones al asalto de las bandejas influye, y mucho.
Tanto es así que, probablemente, el primer día cojamos el bufé del desayuno de hotel con especial ahínco y, por el contrario, cuando nos vamos, seamos más bien frugales. Sin embargo, podemos encontrar una forma frugal de seguir disfrutando sin tanto esfuerzo.
Empieza por las frutas
Comenzar nuestra rutina consumiendo fruta, especialmente en verano, es un win-win de libro. Lo primero, por estar recurriendo a un producto cargado de vitaminas y minerales, considerado de alta densidad nutricional. En segundo lugar, por jugar la baza de la hidratación y, además, de añadir fibra a nuestra dieta, algo más que necesario en verano.
Y en tercero, como también es lógico, porque le negamos el paso a otro tipo de dulces y productos con más calorías vacías. ¡Ojo! Igualmente, en el caso de las frutas dejemos de lado los zumos y los smoothies, dando más protagonismo a las frutas enteras y, por supuesto, a aquellas que tengan menos azúcar.
Busca proteínas saludables
Las proteínas son el macronutriente más saciante. También el que necesita más esfuerzo digestivo por parte de nuestro intestino. Esto, aunque pueda sonar a inconveniente, realmente es más que práctico porque aumenta la sensación de saciedad. Además, las proteínas también pueden echarnos una mano para, como sucede con la cetosis o la dieta keto, de las que ya te hablamos en THE OBJECTIVE, para perder peso.
Sin embargo, hay que elegir bien las proteínas que nos convienen. Generalmente, las proteínas que vamos a encontrar en un bufé de desayuno de hotel van a corresponder a los huevos, a los embutidos, al queso y a diferentes tipos de procesados. Sobre todo, si hay un público extranjero que ame el beicon y las salchichas. Tampoco te fíes de los fiambres de pavo o del jamón cocido, pues pueden tener una gran cantidad de sodio y menos proteínas de las que parecen.
Sea como sea, dale más protagonismo al huevo en versiones poco grasas, bien sea a la plancha o cocido. Si apuestas por el queso, recuerda que tiene bastante grasa y una cantidad de sal elevada, algo que también sucede con el embutido. Otra buena opción sería apostar por yogures, pero cuidado con las opciones azucaradas.
Déjate caer por las opciones a la carta
Son muchos los hoteles, más aun cuando empiezan a tener cierto nivel, en el que el bufé de desayuno de hotel ha pasado a mejor vida y directamente te sirven el desayuno en la mesa. Es un buen comienzo para intentar perder peso, sobre todo por ese mal trago de pretender repetir.
También debemos pensar en las opciones a la carta, que pueden ser sustanciosas y nos permiten no estar levantándonos todo el rato a una siguiente vuelta en el bufé. De nuevo, mesura. No será lo mismo una tostada con tomate y aceite que un par de huevos benedictinos con su salsa holandesa.
No te pases con el pan
Ni con los bizcochos, las tartas, los postres y, en general, cualquier pieza de repostería. Concíbela a modo de postre, no como el primer paso al entrar en el bufé, y conviértela así en tu pequeña indulgencia. Si abres la veda del desayuno con azúcares añadidos y cereales refinados, lo más probable es que además la saciedad brille por su ausencia.
Por este motivo, también dale cancha a las opciones que veas con cereales integrales o con dulces que se anuncien como libres de azúcar. Del mismo modo, mucho cuidado con los clásicos cereales de desayuno, muy habituales para niños, que por lo general son ricos en azúcares añadidos y tampoco serán la panacea.
El problema de lo que acabas untando
El aceite de oliva es un producto sanísimo, pero lo es si en su justa medida lo echas en la tostada. Los productos de libre disposición del desayuno de un hotel suelen ser complicados por calóricos, algo que también sucede con mermeladas, mantequillas, cremas de cacao y otro tipo de untables, incluyendo quesitos.
En ese mismo sentido, aunque parece evidente, cuidado también con todo lo que implique cacao porque, generalmente, van a ser piezas muy calóricas a base de las grasas del propio cacao o, mayormente, por la presencia de azúcares añadidos.