Los peligros de trasnochar: por qué a tu salud no le gusta que seas noctámbulo
Tarde, mal o nunca… En cualquiera de los tres casos, le haces un flaco favor a tu organismo que seas un animal nocturno
Podría parecer algo evidente y no por causas que pudiéramos pensar manidas, pero lo cierto es que trasnochar es un peligro que le hace flacos favores a tu salud. Entendiendo como trasnochar no sólo el hecho de permanecer en vela por la noche, sino de no tener las horas de sueño que el cuerpo humano necesita.
Sabemos que no todo el mundo necesita dormir las mismas horas. Se estima que, entre siete y ocho horas diarias, en el caso de los adultos sería suficiente. O así lo considera la Organización Mundial de la Salud. Distinto es el caso de los menores de edad, de los adolescentes y los jóvenes y de las personas mayores. En cualquier caso, no sólo es una cuestión de tiempo, sino también de calidad.
Un concepto, el de la higiene del sueño, del que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE, y que es igual de relevante —o incluso más— que las propias horas de sueño. Lo dramático para este siglo XXI, más aún en el caso español, es que dormimos poco y, además, lo hacemos mal, razón de más para comprender los peligros de trasnochar. Con lo aparentemente fácil que parece dormir, la realidad es más tozuda: España es líder en insomnio crónico dentro de la Unión Europea.
Un podio de todo menos honroso y saludable y que, en lo que hoy nos atañe, tiene mucho que ver: el hecho de trasnochar. Pero no entendamos sólo trasnochar como quedarnos despiertos a altas horas de la noche, lo cual sería evidente, sino en cómo permanecemos en esa vigilia.
Entendiendo el concepto ‘trasnochar’ y la calidad del sueño
Convierte entender el concepto trasnochar más allá del hecho de permanecer despierto por la noche, lo cual puede parecer evidente. Sin embargo, deben comprender los riesgos y peligros de trasnochar yendo más allá: cuando las horas de sueño no son las suficientes.
Hay abundante literatura médica que explicita los peligros de trasnochar para la salud y son muchos y, por desgracia, también graves. Sin embargo, no deberíamos entender trasnochar como el hecho de ser una persona de costumbres nocturnas que, sin embargo, luego duerma canónicamente sus horas y consiga conciliar el sueño. Es decir, no es peor acostarse a las dos de la mañana y despertarse a las diez habiendo dormido, como se dice popularmente, a pierna suelta que acostarse a las diez de la noche, pero despertarse a las seis de la mañana sin haber tenido un sueño reparador y conciliador.
En cualquier caso, el enemigo aquí no es el simple hecho de trasnochar, sino la calidad del sueño. Eso no quita que haya una evidencia: generalmente el hecho de trasnochar se asocia a trastornos del sueño y a una mala calidad de éste. ¿Siempre? No, evidentemente hay excepciones, pero desde la generalización es algo que va muy asociado y casi un caso de sinonimia. Por cierto, aunque no lo creas, dormir bien también es una cuestión de actitud.
Por eso, aunque resulte también preclaro, conviene recordar que trasnochar —el peligro de trasnochar mal— es malo para nuestro cuerpo. Del mismo modo que dormir mal, aunque lo hagamos a las horas ‘correctas’, también será perjudicial para nuestro organismo. Sin embargo, conviene comprobar cuáles son los riesgos para la salud de trasnochar. Especialmente si lo tenemos por costumbre, bien sea a diario o bien sea los fines de semana.
Los riesgos de trasnochar
Prácticamente no hay patología que en cierta medida no se pueda asociar a dormir mal. Es raro encontrar alguna enfermedad en la que un mal descanso no intervenga. Es una perogrullada, como puede resultar lógico. Del mismo calado de que una alimentación correcta y hacer deporte de manera continua también serán elementos de prevención. Lo cual nunca está de más recordarlo.
Lo que sí es cierto es que la literatura científica, abundante, ofrece muchas razones que invitan a comprender los peligros de trasnochar. Entre las más comunes se citan los riesgos acrecentados de sufrir diabetes tipo 2. Algo de lo que se hace eco una publicación reciente de la Journal of the American Medical Association. También, explican varios estudios, de las complicaciones que la diabetes pueda generar. Enfermedad que, por cierto, también guarda una relación evidente con el síndrome metabólico y la obesidad, dos asociaciones más que se vinculan a trasnochar.
Comorbilidades
En este último caso entramos en un cóctel de hormonas que, entre unas y otras, convierten nuestro cerebro en un pequeño caos. Al no dormir lo suficiente, nuestro cerebro presenta menores niveles de leptina —la hormona que nos ‘sacia’—. Al mismo tiempo aumenta los niveles de la grelina —la hormona que nos ‘da hambre’—. Junto a su aparición, el temido cortisol —la hormona del estrés—, que convierten el peligro de trasnochar y nuestras hormonas en una tentación frecuente a la nevera. Lugar donde, además, al estar en esa situación de estrés, recurramos a los productos que más calman a nuestro organismo. Sí, lo habéis imaginado: dulces y grasos, buscando ‘recompensar’ a nuestro fatigado cerebro. Tal y como describe esta revisión médica.
También, ahora que sale la palabra a colación, la fatiga es inherente a trasnochar. Con ella van de la mano otros factores como un menor rendimiento académico o laboral, así como la sensación de somnolencia, lo que avala esta investigación. Todo ello acaba también metido en la misma coctelera que deriva en trastornos del sueño como el insomnio. El drama, a su vez, llega a finales que pueden ser tan drásticos como una menor esperanza de vida derivada de trasnochar, tal y como indica este estudio.