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Roncar: cuándo es normal y cuándo puede ser realmente peligroso

Nuestro peso, la postura o nuestros hábitos de vida pueden decir mucho sobre estas ingratas sinfonías nocturnas

Roncar: cuándo es normal y cuándo puede ser realmente peligroso

Una mujer se tapa los oídos ante un hombre que ronca. | ©Freepik.

Roncar se ha asumido como una normalidad a la hora de dormir de millones de españoles. Sin embargo, más allá de las posibles molestias a nuestros compañeros de cama, lo cierto es que no siempre es una buena noticia. De hecho, generalmente, roncar no va asociado a algo que debamos celebrar.

Tampoco tiene que ver con la calidad del descanso o la higiene del sueño. Cuestiones posturales, problemas respiratorios, ciertas patologías o simplemente algunas particularidades físicas pueden estar detrás de los ronquidos. Lo que también es cierto es que, a medida que envejecemos, las posibilidades de roncar aumentan.

De esta manera, vemos que el ronquido, como explican diversos estudios, tiene una doble vertiente: la social y la médica. En la primera, como es evidente, supone un potencial foco de conflicto conyugal o marital. Por el otro lado, en la versión médica, también conviene comprender cuándo roncar puede ocultar problemas de salud más severos.

Lo que sí es cierto es que el roncar no es patrimonio de un género, aunque sí es constatable que es más frecuente en los hombres que en las mujeres. Del mismo modo, a medida que nos hacemos mayores, el porcentaje de población que ronca también aumenta por muy diversas causas.

Qué es roncar

Una mujer se tapa los oídos mientras su pareja empieza a roncar
Los hombres roncan más a menudo y con más fuerza que las mujeres. ©Freepik.

Parece una evidencia, pero en resumen podemos decir que el ronquido es un fenómeno acústico que, como explica este estudio, «tiene lugar durante el sueño como consecuencia de la vibración de las estructuras orofaríngeas». Otro cantar, quizá nunca mejor dicho, es qué motiva que esas estructuras permanezcan en un vibrato nocturno que nos convierta en incómodas sinfonías de madrugada.

Entre los elementos que más afectación provocan y que pueden aumentar las causas se citan elementos más que conocidos. Un exceso de peso y la obesidad, así como hábitos tóxicos como el tabaquismo o el alcoholismo guardan relación con la frecuencia en el roncar. También patologías vinculadas a la obstrucción nasal, como cita el mismo estudio, apuntan a un aumento de las causas.

Lo cierto, como también avalan diversas investigaciones, es que roncar no es un fenómeno inocuo. No sólo hablamos de la incidencia que pueda tener en la persona con la que compartamos cama, también en la salud propia. En este sentido, roncar puede estar vinculado a un peor descanso y a un sueño fragmentado con todo lo que eso supone.

Además, hay otro riesgo, a veces desapercibido, sobre sus consecuencias para nuestro organismo. Es más o menos sabido que determinados patrones a la hora de roncar pueden ser un indicio de la apnea obstructiva del sueño, que define la Clínica Universitaria de Navarra como «una alteración respiratoria que se produce por la obstrucción del flujo de aire durante el sueño». En este sentido, esta patología supondría el cenit de la peligrosidad de roncar, que puede estar detrás de distintos tipos de consecuencias. Entre las más citadas: somnolencia diurna, bajo rendimiento laboral, pérdida de memoria y pausas respiratorias nocturnas y riesgos fatales —poco frecuentes— de incluso la muerte súbita.

Cómo saber cuándo roncar está siendo un problema

Una pareja adulta duerme tranquilamente
A medida que envejecemos, las probabilidades de roncar aumentan. ©Freepik.

Apartada la apnea obstructiva del sueño, que ha de diagnosticarse a través de una polisomnografía, lo cierto es que el simple hecho de roncar no constituye buenas noticias. Por desgracia, la forma de investigar cómo o cuánto de grave es un ronquido es muy complejo. Sin embargo, diversos estudios constatan que el hecho de roncar se asocia a determinadas patologías.

Entre los ejemplos que más se citan se suelen encontrar la hipertensión, el aumento de los riegos cardiovasculares, el síndrome metabólico y la diabetes tipo 2. No sorprende, pues todas son ramas de un mismo árbol, que no es otro que el de la calidad del sueño. Una realidad en la que se profundiza a menudo. La cual, de manera muy resumida, implica a distintas patologías fomentando un círculo vicioso entre el descanso y su afectación física.

Las buenas noticias es que, en cierta medida, podemos corregir nuestros ronquidos nocturnos. Hay elementos invariables —salvo que se requiera a la cirugía— como sucede con tener un paladar bajo que estreche las vías respiratorias o el sobrepeso, que obstruye estas mismas vías. También una lengua muy grande o una campanilla de gran tamaño contribuyen a aumentar esta vibración.

También las afecciones buconasales como la congestión nasal crónica —incluyendo resfriados— o desviaciones del tabique nasal. Además de las vegetaciones influirían a la hora de roncar. Aparte, la postura influye, como ya te explicamos en THE OBJECTIVE. Dormir sobre nuestra espalda aumenta las posibilidades, razón por la que conviene dormir de lado o, en el caso de dormir de espalda, manteniendo la espalda más alta de lo normal. En un sentido parecido, un mal descanso recurrente y el insomnio también justificarían un roncar habitual.

Una mención especial para el hombre adulto con exceso de peso

Entre los elementos que nos permitirían identificar el roncar como un problema, varias pistas. Un cansancio excesivo a la mañana siguiente, además de somnolencia, son claros indicadores de un sueño de poca calidad. También comprobar cómo, sin poder vincularlo a otros factores, nuestra presión sanguínea aumenta y generaría hipertensión. Por eso, si somos hombres —es más frecuente que ronquemos—, si superamos los 50 años (a medida que envejecemos, los músculos son más débiles y se fomenta el ronquido) y padecemos sobrepeso conviene comprobar que roncar no es tan inocuo como parece.

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