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Las cuatro razones por las que deberías comer uvas más allá de Nochevieja

No se debería condenar a tan amable fruta a un día al año

Las cuatro razones por las que deberías comer uvas más allá de Nochevieja

Un racimo de uvas | ©Freepik.

Doce son, como las campanadas, las uvas que nos comemos religiosamente desde hace más de un siglo los españoles en Nochevieja. Más allá de aquella singular campaña de protomarketing con un excedente de uvas, la realidad es que esta tradición parece inamovible en el imaginario colectivo de los españoles. Sin embargo, hay beneficios de comer uvas que podríamos extrapolar más allá de estas fechas.

Convertida en una fruta extemporánea, pues las uvas se dan naturalmente desde mediados de verano hasta ya los primeros compases del invierno, su reclamo va mucho más allá de este día 31 de diciembre. Como es evidente, conviene distinguir que las uvas pueden ser uvas de mesa —las que nos comemos— o uvas viníferas, no sirviendo las primeras para hacer vino, como también resulta lógico.

Fruta versátil y amable de comer donde las haya, pocos son los inconvenientes que ofrece. El problema, citando a la Nochevieja, está en el formato engullido en el que las ‘debemos’ comer y que las hacen ingratas. Como es también normal, lo sensato nunca es comer uvas —ni cualquier producto— a ese ritmo o velocidad, sino masticando con calma y disfrutando de un alimento sano y natural.

Además, muy español. De hecho, España es el segundo productor mundial de uva —en términos totales, tanto vinífera como de mesa— sólo por detrás de China. Tradicionalmente recogidas desde mediados de septiembre hasta últimos de noviembre, los tiempos de la uva nos permiten disfrutar de ellas (cuando hablamos de uvas de mesa) en otoño y los primeros compases del invierno. Un período, por cierto, ideal para disfrutar de los beneficios de comer uvas como veremos a continuación.

Los beneficios de comer uvas

Los beneficios de comer uvas vas más allá de la Nochevieja, donde son típicas
Típicas del otoño y el invierno, la historia de las uvas y la Nochevieja se circunscribe a una curiosa casualidad. ©Pixabay

Comerse doce uvas de una tacada y sin casi masticar no es ni sano ni recomendable. De hecho, hay otro de los mitos que complican a las uvas, vinculadas a la Nochevieja. Sí, hablamos de una fruta dulce o anormalmente dulce. Por este motivo, es habitual achacar a las uvas que suponga una ingesta de más azúcares de la cuenta. Algo injusto, sobre todo si tenemos en cuenta los beneficios de comer uvas comparados a los compañeros de menú a los que se suele enfrentar.

Sí es cierto que, para ser una fruta, las uvas tienen una cantidad muy significativa de hidratos de carbono. 100 gramos de una porción comestible de uvas suponen 16 gramos de hidratos de carbono. Sin embargo, no es una cantidad mucha mayor de la que suponen, por ejemplo, las manzanas (12 gramos por cada 100 gramos) e incluso inferior a los 20 gramos de hidratos de carbono que supone el plátano.

No obstante, sí es verdad que las uvas tienen más calorías que otras frutas típicas del otoño y del invierno. Aun así, son cantidades pírricas, pues 100 gramos de uvas contienen tan solo 69 kcal. Es el caso de las naranjas o las mandarinas, cuya cantidad de hidratos de carbono rondan los 9 gramos por cada 100 gramos de producto. Lo que también es evidente es que abogamos por los beneficios de comer uvas siempre que sean frescas.

Hablamos así de una fruta cargada de energía con hidratos de carbono de fácil asimilación, todos procedentes de la fruta, como glucosa, fructosa o sacarosa. Los cuales pueden ser ideales para los más pequeños de la casa a modo de aperitivo de media mañana. Del mismo modo, las uvas tienen una cantidad interesante —no muy elevada, pero interesante— de fibra soluble. Algo fundamental para mantener en orden la salud gastrointestinal, sobre todo en esta época de grandes atracones.

Una fruta cargada de antioxidantes y dos letras pequeñas

Dos racimos de uvas
Las uvas rojas tienen una mayor cantidad de antioxidantes, en términos generales, que las uvas blancas. ©Pixabay.

No obstante, las uvas tienen una letra pequeña. Convertidas en pasas o sometidas a procesos de desecación concentraremos más sus nutrientes, especialmente el azúcar, por lo que no son un alimento tan recomendable en la misma proporción. También, aunque lo demos por supuesto, recordamos que el consumo de vino para buscar los beneficios de comer uvas no está refrendado de forma mayoritaria por la comunidad científica.

Más allá de eso, hay una realidad que a veces pasa desapercibida dentro de las uvas. Aunque no estamos hablando de una fruta especialmente completa en vitaminas. De hecho, tanto en vitaminas como minerales su contenido es relativamente bajo. No obstante, destaca la presencia de vitamina B6 y de ácido fólico, así como de potasio si hablamos de los minerales.

Esta realidad a la que nos referimos es al potencial antioxidante que tienen las uvas gracias a determinados compuestos como el resveratrol o los flavonoides. Estos agentes antioxidantes se han estudiado de manera abundante y parecen tener vinculación con la prevención de determinadas enfermedades. Entre ellas, ejemplos de patologías degenerativas como la demencia o el Alzhéimer, así como cardiovasculares, amén de distintos cánceres o la vinculación con enfermedades oculares.

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