Medalla de bronce en pobreza
Con más del 40% de mayores de 18 años viviendo del Estado, existen muy pocos incentivos para innovar y esforzarse
En los últimos datos disponibles sobre pobreza en el conjunto de la UE de los 27, con un 26% de la población (12,3 millones de españoles), nuestro país ocupa la cuarta posición en el ranking de países con mayor tasa de pobreza, solo por detrás de Rumanía (34,4%), Bulgaria (32%) y Grecia (26,3%), casi en empate técnico. La media de la UE se sitúa en el 21,6%, con lo que la cifra para España es 4,4 puntos superior a la media europea. En el lado opuesto destacan República Checa (11,8%), Eslovenia (13,3%) y Polonia (15,9%).
En lo que se refiere a la población infantil, España es el tercer país de la UE con más niños en riesgo de pobreza o exclusión social. El 32% de los menores de 18 años se encuentra en esta situación (2,6 millones de niños), uno de cada tres niños. La mayor tasa de la UE, solo por detrás de Rumanía (42%) y Bulgaria (34%). En este caso, la media europea se sitúa en el 25%, siete puntos menos que en España. Si comparamos la brecha existente entre España y la UE para el conjunto de población y para los menores de 18 años, vemos que la problemática se agudiza en el caso de menores de edad. Los porcentajes más bajos los ocupan Eslovenia (10,3%), República Checa (13,4%) y Dinamarca (13,8%).
Según los análisis que ofrece Eurostat, los menores de 18 años que crecen en la pobreza o la exclusión social tienen dificultades para lograr buenos resultados académicos, desarrollar sus capacidades y gozar de buena salud. También presentan una mayor tendencia para quedar desempleados, con menores ingresos o socialmente excluidos cuando sean adultos. En cambio, los datos ofrecidos por el servicio europeo muestran que cuanto mayor es el nivel educativo de los padres, menor es el porcentaje de niños en riesgo.
«Urge un plan de transformaciones económicas encaminadas a afrontar cada uno de estos hechos observables descritos»
Estos datos relativos a pobreza y exclusión social en nuestro país, junto con el elevado número de personas que, de una u otra manera, viven del Estado (el 40% de los mayores de 18 años recibe sus ingresos del sector público, ya sea vía prestación, subsidio o salario público; la mayor tasa de desempleo de la UE; y la pérdida de convergencia del PIB per cápita con la media del PIB per cápita de la UE (ahora se sitúa un 15% por debajo de la media, cosa que no había sucedido desde la entrada en el euro); son elementos suficientemente significativos para que salten las alarmas. Esta coyuntura, a medida que pasa en tiempo, se convierte en un fenómeno económico estructural, arraigado a la manera de ser de la economía española.
Urge un plan de transformaciones económicas encaminadas a afrontar cada uno de estos hechos observables descritos anteriormente. Un plan que facilite (y no complique) la vida de los que generan riqueza y empleo. Un progresivo adelgazamiento del sector público, cuyo mantenimiento supone un gran esfuerzo fiscal por parte del conjunto de la población, siendo menos competitivos con tan elevada presión fiscal. En definitiva, una transformación que crea y ayude a ejercer más la libertad. Se hace imperativo confiar en la ambición, el talento, el trabajo y el esfuerzo de los españoles.
En el momento en que se dé mayor libertad a los ciudadanos, el crecimiento y el progreso vendrán de la base social de nuestro país. Hoy en día, con más del 40% de mayores de 18 años viviendo del Estado, existen muy pocos incentivos para innovar, esforzarse, crecer y hacer prosperar al conjunto de la sociedad. Sin una economía cuyo motor sea bottom-up y no top-down difícilmente conoceremos el verdadero progreso y seguiremos ocupando el palmarés europeo en pobreza y desempleo, cada vez con más personas viviendo del Estado, o lo que es lo mismo, del esfuerzo fiscal de los españoles.