Instrucciones a José Luis Ábalos para que pueda sobrevivir
«Usted y yo sabemos muy bien que cuando desde el poder te señalan, eso supone tu muerte civil»
Estimado señor Ábalos:
El día 18 de diciembre de 2020 le escribí a usted un mensaje a un número que ya no usa, pero que era su teléfono personal entonces. Y estoy absolutamente segura de que era el «número bueno», porque el número me lo facilitó alguien muy importante en el PSOE.
Pero hagamos memoria. Yo llevaba unos meses colgando información en mis redes sociales sobre las consecuencias que había tenido la Bill C-16 en Canadá. La Bill C-16 es una ley idéntica a la ley trans que tenemos hoy aquí (y me parto de risa cuando pienso que ustedes ustedes me llamaran plagiadora, pero votaron a favor de una ley plagiada de la ley canadiense punto por punto). En redes yo me limité a dar datos a informes del gobierno canadiense y del gobierno británico, así como a proporcionar enlaces a noticias. Siempre datos, nunca opinión. Inmediatamente empecé a recibir amenazas y se creó una campaña acusándome de plagiar un libro. Eso fue hace cuatro años y de momento nadie ha presentado contra mí una demanda por ese presunto plagio que supuestamente cometí. El plagio no existió pero ustedes movieron en sus terminales mediáticas una campaña para que pareciera que sí había sucedido.
Yo le escribí a usted en aquel momento, el 18 de diciembre de 2020, porque en un acto público se me concedió el Premio Ladrillo, entre gritos de «terfa» y «plagiadora», y allí estaban la Ministra de Igualdad, Irene Montero y la entonces diputada socialista de la Asamblea de Madrid, Carla Antonelli, las dos riendo y aplaudiendo. Yo me di cuenta inmediatamente de lo que me esperaba. Un señalamiento desde el poder es un señalamiento muy peligroso, porque usted y yo sabemos muy bien que cuando desde el poder te señalan, eso supone tu muerte civil. Recuerdo que Tania Sánchez Melero dijo que no era para tanto, que total, ya le habían dado el mismo premio a Esperanza Aguirre y que tampoco a Esperanza Aguirre le había pasado nada, pero alguien le hizo notar que era la primera vez que un premio así se le concedía a una ciudadana de a pie, una ciudadana rasa que no contaba ni con coche oficial ni con escolta, y que por lo tanto si yo salía a la calle me exponía a ser agredida. Tenga usted en cuenta que yo no tengo coche y salgo siempre a la calle andando, y me muevo en metro, con lo cual yo era un blanco fácil.
Yo me aterroricé. Entendí que necesitaba ayuda. Escribí a muchas personas dentro del PSOE pidiéndoles por favor que me ayudaran. Nadie me respondía a los mensajes, y eso que yo escribía a personas que creían que mantenían conmigo una relación de cierta amistad, personas que me habían pedido favores en muchas ocasiones, que me habían rogado que acudiera a determinado evento o que apoyara alguna iniciativa del partido. Y solo una de ellas me respondió. Una mujer que en aquel momento empezaba a entender que la deriva autoritaria de Sánchez era un lastre para el partido. Ella se apartó del núcleo duro de Sánchez y desde entonces lleva un perfil muy bajo y apenas sale en las noticias.
Negoció un puesto de asesora, igual que el que usted le consiguió a Koldo, a cambio de mantenerse callada (le cito a usted, cito palabras extraídas de una de sus entrevistas: «los ministros utilizan los consejos de administración de sus empresas para complementar los sueldos de sus asesores…. sin duda, ha sido siempre así». Lo afirma usted textualmente en la entrevista al diario.es). Bueno, ella consiguió un puesto de estos de asesora y desapareció de la primera plana porque no estaba de acuerdo con Sánchez. Recuerdo que ella me dijo: «escribe a Ábalos, porque Ábalos es el secretario de Organización y el que más poder tiene actualmente, es el único que te puede ayudar». Pues eso, que le escribí a usted y usted no se dignó siquiera a contestar ese mensaje.
Quizá es que usted no miraba los mensajes de su teléfono de la misma manera que usted no pagaba sus cuentas en los restaurantes (vuelvo a citarle textualmente: «Porque claro, lógicamente, de estas cosas si hay que pagar algo, pues siempre se encargan los que te acompañan del gabinete o del partido. No era yo el que pagaba. Y además no teníamos tarjetas de crédito, por lo tanto… yo no estaba en el momento en el que se pagaba»). Quizá había otra persona que miraba los mensajes de su teléfono porque, según usted mismo dice, usted solo estaba en el Ministerio para hacerlo bonito y en realidad no se estaba enterando de nada (cito textualmente de nuevo: «Yo dejé todo esto en manos de los colaboradores. Vamos a ver, cuando uno es ministro no se pone a hacer esas cosas. Y luego, además, yo no tengo ni idea de cómo se instrumenta un expediente administrativo. Cuando dicen eso de que Ábalos firmó la orden ministerial, pues como todas, oiga, ¿es que hay alguna que no haya sido así?»).
El caso es que nadie me contestó y ustedes permitieron que se hiciera una campaña contra mí llamándome tránsfoba y plagiadora, aunque sabían perfectamente que yo ni era tránsfoba ni había plagiado. Sí, por supuesto que usted no estaba el día de esas menudencias, seguro que yo a usted no le importaba nada, probablemente ni siquiera sabía usted muy bien quién era yo, porque ya sabemos que usted no lee mucho. Pero sí que usted sabía perfectamente que en su partido existían las campañas de cancelación y que se organizaban «cazas».
La muerte civil
En esta semana usted ha hablado varias veces de que sabe muy bien lo que supone la muerte civil. Y lo sabe porque usted conoce la práctica de su partido. He visto como usted, en varias entrevistas e intervenciones durante la pasada semana, ha hablado de que no quiere abandonar el Congreso de los Diputados porque tiene miedo de convertirse en un apestado, y usted afirma que ya sabe lo que sucede a los que son señalados desde el poder: que inmediatamente se decreta su muerte civil y laboral. Que pierden su sentido de pertenencia y de identidad. Bueno, pues eso es lo que viví yo. Así que creo que estoy en posición de darle unos cuantos consejos. ¿Me da usted pena? No, en absoluto. A mí ustedes me dejaron en la ruina. Usted ahora mismo cobra once mil euros al mes.
No tendrá usted ni secretaria ni despacho, pero eso no será porque no se lo pueda permitir. Con lo que cobra podría pagarse los tres. Claro que supongo que no está usted acostumbrado a pagarse las cosas de su bolsillo. Yo tenía que ir en metro, ese metro que creo que usted nunca ha pisado, porque lleva desde los 23 años cobrando de su partido, y nunca lo ha necesitado. Usted lo tiene infinitamente más fácil que yo. Aún así, la experiencia de ser «cancelado» no se la deseo a nadie. Las personas que se encuentran en el centro de una tormenta de cultura de la cancelación a menudo informan sentimientos de ansiedad, depresión y sensación de aislamiento social. Yo no he sido una excepción.
Le voy a explicar lo que va usted a vivir. Yo era más o menos famosa antes, pero si alguien me reconocía por la calle lo hacía porque yo era una escritora o porque salía en la tele. De pronto un montón de gente empezó a reconocerme como una malvada terfa. Chicos muy jóvenes que nunca habían oído hablar de mí hasta entonces. No sabían siquiera que yo era escritora, pero les habían pasado una foto mía con la orden de que tenían que ir a por mí. Sitios como la ‘Neomudéjar’, ‘El Matadero’, los bares de Lavapiés o determinadas salas de teatro del circuito alternativo se convirtieron en lugares peligrosos, porque yo estaba señalada. Los entornos por los que me había movido hasta entonces se volvieron una trampa. Cualquiera podía escupirme, insultarme o pegarme.
Eso le va a suceder a usted: que ya no podrá ir a los restaurantes maravillosos a los que iba, porque le mirará un montón de gente diciendo «mira, el ministro corrupto«. Gente que quizá antes no hubiera sabido reconocer su cara, a la que su rostro le sonaría como familiar, pero que no hubieran sabido decir qué cargo ostentaba usted exactamente, ahora saben muy claramente quién es usted y cuál es su nombre y apellido. También saben que usted ya no es «de los suyos». Ya no podrá usted confiar en nadie porque dentro de su entorno íntimo habrá deserciones y traiciones.
Yo recuerdo con horror cómo alguien a quien quería mucho, en cuya casa había dormido muchísimas veces, que incluso nos dejó una habitación para mi hija y para mí durante una semana, empezó a escribir barbaridades sobre mí en su perfil de Twitter. Otro ex amigo a cuya boda, una ceremonia íntima, yo había sido invitada, se unió a la lapidación y me llamaba terfa desde los suyos. Por supuesto, cobraba del partido. Cobraba y cobra bien. En uno de sus puestos de asesor que a ustedes tanto les gusta adjudicar.
A usted le pasará también. Personas a las que creía amigos le atacarán con tal de poder mantenerse en en el grupo. Este rechazo social agudo puede exacerbar las condiciones de salud mental existentes o incluso desencadenar nuevos problemas de salud mental. Preveo que atravesará usted, como yo, un largo camino de ansiedad y depresión. Eso sí, quizá le sorprenda que gente de quien no tenía usted muy buena opinión van a ser los únicos que salgan en su defensa.
Tres teorías
Deje que le mencione tres teorías psicológicas que proporcionan marcos valiosos para comprender la dinámica subyacente de la cultura de la cancelación: la disonancia cognitiva, el pensamiento grupal y la identidad social.
Disonancia cognitiva en la cultura de la cancelación
La disonancia cognitiva, término acuñado por Leon Festinger, ocurre cuando las creencias, actitudes o comportamientos de un individuo están en conflicto. El término hace referencia a la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto, o por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias. Lo vivirá usted: ¿Cómo puede ser que las creencias y convicciones que yo mantenían estén en conflicto abierto con lo que me está sucediendo?, se preguntará. Yo lo viví, porque no me podía creer que el grupo con el que hasta entonces me había identificado se convirtiera en el primero que me difamaba y atacaba. Esa experiencia te destroza por dentro, porque todo tu edificio de convicciones se derrumba como si lo hubieran dinamitado. Ya lo vivirá usted si es que no lo está viviendo ya.
El pensamiento de grupo y su papel
El pensamiento de grupo, identificado por el psicólogo Irving Janis, se refiere al fenómeno en el que el deseo de armonía o conformidad en un grupo resulta en una toma de decisiones irracional o disfuncional. En la cultura de la cancelación, el pensamiento grupal acaba por amplificar las opiniones unilaterales, donde las opiniones disidentes se suprimen por temor a ser condenadas al ostracismo. Verá usted, como ya le he dicho, cómo personas que usted creía que eran sus amigos del alma le venden por treinta monedas de plata metafóricas. Y lo harán porque tienen pánico a que ellos también sean expulsados del grupo. Esta dinámica puede contribuir a un entorno tóxico donde el pensamiento crítico se sofoca, y la salud mental se ve afectada por la presión de conformarse.
Teoría de la identidad social y cultura de la cancelación
La teoría de la identidad social, desarrollada por Henri Tajfel y John Turner, postula que las personas derivan parte de su identidad de sus grupos sociales. En la cultura de la cancelación, esto lleva a una dinámica de «nosotros contra ellos», donde los individuos se alinean fuertemente con las opiniones y acciones de su grupo, a menudo en detrimento de la comprensión y la empatía por el «exogrupo». Esta polarización puede tener efectos profundos sobre la salud mental, ya que fomenta entornos de conflicto y alienación.
Desde el momento en que usted ha pasado a formar parte del exogrupo se ha convertido en un paria y una apestado. Sea bienvenido al club.
Pero quizá a usted la experiencia le sirva para algo
Puede que le sirva para entender que ha participado usted en una cultura tóxica y caníbal que, como Saturno, devora a sus propios hijos. Quizá le sirva para adoptar, de ahora en adelante, enfoques compasivos e informados. Para fomentar entornos donde se dé prioridad al diálogo abierto, a la educación y al debate. Quizá le ayude a trabajar en su empatía en la compasión. Quizá incluso le lleve a escribir sobre sus propias experiencias.
A mí escribir siempre me ha ayudado, más que a expresarme, a situarme. A decir: de aquí vengo y aquí estoy, y esto es lo que puedo ver desde aquí. Hay poder en saber dónde se encuentra una, y curación. Recuperar el núcleo de esa experiencia y convertirlo en un libro fue una forma de aceptar lo que me había sucedido. Todos los ejercicios que incluí en mi libro sobre escritura terapéutica fueron los ejercicios que yo tuve que realizar. La experiencia tal y como la viví la escribí en un librito muy corto que apenas tenía 100 páginas. En aquel momento yo estaba tan cancelada que nadie quiso publicarlo. Lo dejé colgado en Amazon por si le podía ayudar a alguien. Pero quizá le vendría bien a usted leerlo, porque yo estoy contando en ese libro el viaje que usted va a atravesar.
El arte, como la religión, ofrece santuario a todo aquel que haya sido expulsado de su grupo. Usted dice que está solo, que no tiene ni escolta ni secretaria, y que llegó a la rueda de prensa en su propio coche. Yo no tengo ni escolta, ni secretaria, ni coche. Yo no tengo mucho, pero tengo muchos cuadernos. Me consuelan recordándome que no importa lo difícil que sea la vida, que siempre puedo escribir. Escribir es mi medicina. Es el antídoto contra el veneno que usted y otros como usted me inocularon. Fue mi paño de lágrimas y mi cayado para poder avanzar en el camino. Para estabilizarme, escribí, escribí y escribí. Me escribí a mí misma, hacia una versión más fuerte de mí misma.
La creatividad está del lado de tu salud mental. Que imagines cosas que nadie imagina, o veas cosas que nadie ve, que te atrevas a contar lo que nadie cuenta, no te convierte en una loca. Muy al contrario: Tu creatividad te salvará de la locura. A mí me salvó y por eso me convirtió en invulnerable. Pudieron ustedes destrozar toda mi vida externa, mi vida social, mi vida laboral, pero por dentro nunca me destrozó nadie. Porque podía escribir. No por casualidad el título de mi último libro es ése: «La escritura que cura».
Ya he dicho antes que usted lo tiene infinitamente más fácil que yo. Y sin embargo usted no tiene, estoy segura, la herramienta que yo tuve.
No me da usted ninguna pena, qué quiere que le diga. Porque pueden decirme ustedes que corrupción hay en todos los partidos y que usted no hizo nada que no hubieran hecho otros. Puede, pero la cultura de la cancelación, la consigna de matar civilmente y destrozar al disidente solo porque se ha atrevido a ver algo y a contarlo, esto lo implantaron ustedes en España. Ustedes, la neo izquierda la de inspiración chavista y kirchnerista y populista.
Y que quiere que le diga señor Abalos, “mon semblable, mon frère”, quien siembra vientos recoge tempestades. Si no hubiera apoyado en usted esta cultura de destrozar al disidente esta cultura no le hubiera acabado destrozando a usted.