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Opinión

Entre ceja y ceja, Congost y Perales

«En política, ‘los de la ceja’ siguen sin desviarse un milímetro de la senda marcada por Zapatero y subrayada por Sánchez»

Entre ceja y ceja, Congost y Perales

El entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti. | Europa Press

El viejo que llevamos encima (Serrat) camina hacia el final de sus días flanqueado por la política y el deporte, o viceversa, con los valores (la familia, los principios, la ética, el juego limpio…) incrustados en la sesera, tatuados en la epidermis y dirigidos por el corazón. La carga puede ser muy pesada si la salud emprende la huida antes de tropezar con la senectud, y muy desagradable si en quienes depositamos nuestra confianza nos hacen pedorretas mientras avanzamos. Con el deporte nadie nos garantiza la felicidad completa, ni siquiera el todopoderoso Madrid, que casi no hay «Champions» que se le resista, pero no es infalible. En ocasiones falla y pega el petardazo, o recula si las quejas de los vecinos por el ruido de los conciertos en el Bernabéu suben de decibelios. Hay retiradas que saben a victoria si de lo que queda atrás recuperas amistades interruptas, consecuencia de los gorgoritos y ruidos añadidos de Taylor Swift, Duki, Manuel Carrasco o Karol G. Más sufren los seguidores del Barça, que cuando escuchan Negreira alzan las manos sin preguntar. Y los del Atlético, a quienes Simeone, después de rescatarlos de la ignominia, los tiene acogotados con el abono de la montaña rusa. Demasiados sustos. Inconcebibles subidas y bajadas; pero nada es comparable con la política, ni siquiera el Sevilla o el Valencia.

El deporte tangencial, que es todo aquel ajeno al fútbol, nos alegra en la medida en que sus atletas pisan el Olimpo, visita que en ocasiones dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio porque las normas no siempre coinciden con el esfuerzo y la razón. A Elena Congost le han arrebatado la medalla de bronce del maratón paralímpico por evitar un morrazo de su guía a dos metros, ¡dos!, de la meta. Apenas un segundo, lo que tardó en soltar la cuerda de su ángel de la guarda para sujetarlo y volver a cogerla, bastó para reducir a cenizas un sueño hecho realidad después de engullir conforme a la estricta ley 42 kilómetros y 193 metros. Miguel Carballeda, presidente del Comité Paralímpico Español, ha reclamado al CPI y estoy por apostar que saldrá triunfador. No es perder una medalla de bronce, es quedarse sin un premio de 24.000 euros y sin beca.

Si las reglas del Deporte fueran tan flexibles y maleables como las de la política, casos como el de Elena ni siquiera se discutirían. «Toma el bronce, que te lo has ganado, que la siguiente estaba a más de tres minutos, y disfrútalo». La cara de felicidad del deportista victorioso no tiene precio. Gestas como la de Teresa Perales, 28 medallas paralímpicas con 48 años cumplidos, y la ilusión de haber alcanzado a Michael Phelps son leyenda. Ni los triunfos de Susana Rodríguez o de Ricardo Ten, por repetidos, pierden brillo, al contrario. Más ahora que los paralímpicos obtienen idénticas recompensas que los olímpicos.

El Deporte derriba barreras y la política levanta muros. Un partido de fútbol, aunque Mbappé y Vinicius no pasen por su mejor momento, es lo que vemos y también lo que esperamos. Ancelotti y su ceja han detectado que al brasileño le cuesta alcanzar el clímax, como al francés. Cierto que ambos están aún lejos de lo que se espera de ellos…, en sus respectivos países, inmisericordes con sus actuaciones recientes. En política, «los de la ceja» siguen sin desviarse un milímetro de la senda marcada por Zapatero y subrayada por Sánchez porque les han dicho que vivimos en un «estado lisérgico», que la mentira prevalece porque es la brújula del poder, porque no es que el que dice la verdad ni peca ni miente, es que quien sale cada día a trabajar con la verdad por bandera está condenado a la derrota porque en este ámbito el VAR, como Negreira, está descaradamente manipulado.

Preocupados a cierta edad por el viejo que llevamos encima y porque el horizonte no nos permite ver el futuro, observamos que el engaño es el reverso de la ética, lo que se lleva, la moda, lo que impera, lo chanchi del progresismo que nos traslada al franquismo del siglo XX; constatamos que un trilero con sangre en las manos como Maduro tiene más futuro que Edmundo González. Ha comprado al árbitro, a los tribunales y a observadores internacionales tan «bambis» como ZP. Los cambios de opinión son armas de destrucción masiva, excepto para Ancelotti, que se refugia en el fútbol, donde se respira infinitamente mejor en el Bernabéu o en el Metropolitano, aún en conciertos, que en el Congreso. Por los ruidos del Bernabéu y por los atascos y la jarana de los días de partido en el Metropolitano, muchos vecinos no descansan, padecen insomnio. Por las atrocidades que se perpetran a espaldas de los leones de la Carrera de San Jerónimo, es más de la mitad de un país, pero mucho más, la que no puede conciliar el sueño. Ancelotti dice: «No opino de opiniones», si opinara de los cambios de opinión terminaría en brazos de su compatriota Meloni, o de quienes dictan las reglas en otras naciones, lugares a los que más de medio millón de españoles han emigrado y encontrado refugio desde que «su sanchidad» desgobierna.

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