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Sanidad

Una cuarta parte de los medicamentos más recetados son ansiolíticos y antidepresivos

España es, junto a Portugal y por encima de EEUU, el país del mundo que más benzodiazepinas consume

Una cuarta parte de los medicamentos más recetados son ansiolíticos y antidepresivos

Benzodiazepinas, un fármaco contra la ansiedad y el insomnio. | EP

El consumo de ansiolíticos se ha disparado en los últimos años hasta situarse en niveles récord. De hecho, la península Ibérica es el lugar del mundo donde se consumen más benzodiacepinas, un tipo de fármaco que se utiliza para tratar problemas relativamente leves de salud mental como la ansiedad o el insomnio. Los expertos aseguran que tanto la pandemia de coronavirus como la falta de psicólogos en la sanidad pública han contribuido a elevar los niveles de consumo de benzodiacepinas por habitante, 25 veces más altos que en otros países como Alemania.

Seis ansiolíticos y un antidepresivo se encuentran en la lista de los 30 fármacos más recetados de España elaborada por el Ministerio de Sanidad y a la que ha tenido acceso THE OBJECTIVE, lo que significa que el 23% (siete de 30) de los medicamentos con receta más populares del país pertenecen a esta categoría, que representa un 15% del volumen de cajas pautadas y la misma proporción sobre el coste para el Estado. Concretamente, se trata de cinco benzodiacepinas: lorazepam (Orfidal), alprazolam (Xanax o Trankimazin), lormetazepam, diazepam (Valium) y bromazepam; además de un aminoácido ansiolítico (setralina) y un antidepresivo (pregabalina o Lyrica). Asimismo, aparecen en el listado un opioide, el tramadol, también depresor del sistema nervioso; y la ebastina, un antihistamínico que puede servir para tratar tanto las alergias como la ansiedad.

Los principales ansiolíticos y antidepresivos tienen un consumo anual de 78 millones de cajas en toda España, con un importe total de 306 millones de euros para el Sistema Nacional de Salud. El más común, el lorazepam, es definido por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios como un «tranquilizante-ansiolítico (evita el nerviosismo y la ansiedad) que actúa sin influenciar en las actividades normales del individuo», aunque los pacientes refieren una fuerte somnolencia cuando hace efecto y, al día siguiente, un aturdimiento que en los peores casos les puede llegar a impedir trabajar.

La farmacéutica María Rubies señala que «desde el covid, lo que se ha disparado mucho en farmacia son las benzodiazepinas, los ansiolíticos y los productos para dormir«. La encargada de la Farmacia Tuset, una de las mayores de la zona alta de Barcelona, añade que más allá del impulso que ha supuesto la pandemia para el consumo de estos fármacos, «llevamos una tendencia en los últimos años de que hay un aumento en la prescripción de este tipo de productos, pero desde el covid todavía más».

Los datos «confirman la tendencia que ya se viene observando desde hace tiempo», indica José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y psicoanalista, que alerta de que «en España somos líderes en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos a nivel mundial». Lo atribuye a causas como la inversión en salud mental, que «está muy por debajo de la media Europea», lo que significa que «hay pocos psiquiatras y pocos psicólogos, la atención es muy limitada con pocas visitas y frecuencias largas y eso ayuda a que respuestas más sencillas y rápidas como la medicación suplanten otras soluciones».

Además, constata la «cultura de consumo de psicotropos en nuestro país». «Los problemas de salud mental en nuestro país no están recibiendo la atención que merecen y la gente opta por soluciones a su alcance como la medicación», resume el también profesor de la Universidad de Barcelona (UB) y la Abierta de Cataluña (UOC). Según informó Abc, las bajas laborales por problemas mentales se han disparado un 66% en seis años.

La ansiedad de la generación Z

«En el caso de los jóvenes, también observamos una tendencia desde hace tiempo, que es el aumento de las benzodiacepinas, sobre todo en adolescentes y jóvenes chicas», apunta el autor de Adolescencias del siglo XXI. Del frenesí al vértigo, ¿cómo acompañarlos? Una tendencia que tiene mucho que ver con un «funcionamiento cada vez más exigente en cuanto al rendimiento que hace que a muchos jóvenes se les planteen situaciones de miedo a no dar la talla» en esferas como la laboral, pero también «con otros elementos que afectan al sueño con crisis de ansiedad que no se contienen de la misma forma que antes, sea por el tema de la vivienda, por la precariedad laboral, por varios motivos», concluye Ubieto. La creciente presencia de los ansiolíticos y antidepresivos en el día a día de los jóvenes sorprende poco en una generación Z que ha crecido viendo a Javi y Araceli de La que se avecina tomando orfidales, y que escucha las bromas de influencers como Soyunapringada sobre el Prozac, por no hablar de las odas de cantantes como Luna Ki o Metrika al Rivotril, Sycrest, Librium, Valium, Xanax y diazepam.

Tal vez resulte más insólito el fuerte aumento de estas pastillas también entre los más mayores, otra realidad a la que parecen apuntar los datos: «Tenemos un problema con las personas mayores, con el envejecimiento de la población estamos aumentando el consumo de benzodiacepinas», advierte Andoni Anseán, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. Tras analizar las tendencias geográficas del consumo, el psicólogo detecta que «está muy relacionado con la población envejecida y las comunidades con mayor consumo de hipnóticos son Asturias y Galicia, las más envejecidas» y también las que «históricamente y de manera casi constante encabezan las tasas de suicidio por cada 100.000 habitantes». Aclara que las benzodiazepinas se suelen categorizar en dos subtipos, las que calman la ansiedad y las que provocan sueño, aunque «no hay ansiolítico que no sea hipnótico» y viceversa.

Anseán explica que «estamos a la cabeza del mundo, por encima de Estados Unidos» en el consumo de benzodiazepinas, junto con Portugal. Con el país luso «compartimos que tenemos una atención primaria muy fuerte» pero no en el campo de la salud mental. De hecho, «los ansiolíticos no los despacha el psiquiatra, los despacha el médico de cabecera» ante la espera de meses que conlleva la derivación a un especialista. Aunque Anseán denuncia que «tenemos una sobreprescripción de benzodiazepinas en la atención primaria», también cree que «estamos en el buen camino» porque hay conciencia del problema y «existen protocolos de desprescripición para que los médicos de atención primaria dejen de recetar», más todavía en un momento en el que la ministra del ramo, Mónica García, «tiene su propia batalla contra la prescripción de medicamentos en salud mental».

Otro problema que menciona Anseán es que «los antidepresivos son muy baratos» y «las benzodiacepinas son casi gratis, y para los pensionistas, literalmente gratis». Además, «el principal efecto secundario de las benzodiacepinas es que son adictivas; pasado un mes ya tienes una adicción que hay que retirar progresivamente para que puedas volver a la vida normal». «No es una adicción preocupante como el fentanilo, pero tienes que estar supervisado», subraya el psicólogo, que añade que en algunos casos se pautan estos fármacos durante 12 meses, tras los cuales el paciente debe desengancharse: «No es especialmente complicado, no estamos hablando de drogas duras», concluye.

Francina Fonseca, psiquiatra especializada en adicciones del Hospital del Mar de Barcelona, considera que, mientras que los antidepresivos «no son fármacos que generen adicción a la larga», los ansiolíticos «son más complicados porque pueden derivar en adicciones». De hecho, las demandas de tratamiento para quitarse de las benzodiazepinas «han empezado a aumentar». Por ahora solo representan el 1% de las primeras visitas -su centro atendió 166 casos en 2022-. Si bien es «una tendencia lenta y pequeña», es cierto que «va en aumento». A diferencia de «las drogas ilegales, más frecuentes en hombres que en mujeres», los hipnosedantes afectan más a las mujeres: «El 16% de las mujeres han consumido algún hipnosedante en el último año, recetado o porque se lo ha dado un amigo o lo ha conseguido en la calle».

Para la doctora Fonseca, se trata de «un fármaco muy bueno», que «mejora la ansiedad, pero un subgrupo de la población puede desarrollar adicción», aunque del mismo modo que ocurre con el alcohol, «no todo el mundo que toma benzodiazepinas se hace adicto». Para tratar estos casos, se lleva a cabo «una reducción de la dosis progresiva adaptada a cada persona hasta que se puede retirar» y, «si persiste la causa por la cual se ha pautado la benzodiacepina», se busca «un tratamiento alternativo». La especialista en Psiquiatría precisa que «en los casos graves de consumo muy descontrolado, se deriva a los centros de atención y seguimiento a las drogodependencias», conocidos popularmente como narcosalas, y pide a sus colegas ser «cuidadosos», así como «hacer prescripciones bien hechas, temporalmente limitadas y, si es posible, intentar identificar la raíz del problema que causa el insomnio o la ansiedad, revisar las pautas de prescripción y probar otras alternativas terapéuticas» para frenar el flujo masivo de estos medicamentos en las farmacias españolas.

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