Suecia frena los tratamientos para los menores trans ante el alza de casos de disforia de género
El perfil de las personas diagnosticadas suele ser complejo y combina desórdenes como déficit de atención, problemas alimentarios o autismo
El debate sobre la transexualidad y su impacto en niños y adolescentes cobra cada vez más fuerza en los países nórdicos. Especialmente en Suecia, que aunque fue el primer país en reconocer la identidad trans y crear normas pioneras en este sentido, ha dado un auténtico giro en los últimos meses y ha decidido restringir el acceso de los menores a tratamientos hormonales para reasignar el género, en sintonía con un debate en varios países occidentales en el que la comunidad médica enfrenta el dilema de actuar con precaución ante un aumento de los diagnósticos de personas que piden cambiar de género.
Por eso, este mismo febrero Suecia ha decidido cautelarmente suspender los tratamientos para menores, con algunas excepciones, después de que el pasado diciembre la autoridad sanitaria del país, la Socialstyrelsen, restringió drásticamente la práctica de masectomías en las adolescentes. «El incierto estado de conocimiento en la materia incita a la prudencia», destacó en un comunicado Thomas Linden, jefe de departamento de la autoridad sanitaria.
En sintonía con una tendencia en varios países occidentales, Suecia ha registrado una fuerte alza de casos de disforia de género, es decir, cuando una persona no se identifica con el sexo físico o asignado al nacer. Según la autoridad sanitaria, cerca de 8.900 personas fueron diagnosticadas con disforia de género entre 1998 y 2021. Solamente en 2021, el país registró 820 nuevos casos.
Esta tendencia es particularmente marcada en el segmento de entre 13 y 17 años, en personas asignadas como mujeres al nacer. Esto representa un alza de 1.500% con respecto a 2008. «Antes era sobre todo un fenómeno trans masculino y ahora hay una sobrerepresentación femenina», explica a la AFP el psiquiatra Mikael Landen.
Este médico, que ejerce como jefe de servicio en el hospital de Sahlgrenska en Gotemburgo, contribuyó al estudio que utilizó la autoridad sanitaria para emitir su recomendación. Para Landen las razones detrás del alza son un «misterio». «La tolerancia ha sido alta en Suecia desde al menos 25 años, así que no se puede decir que eso haya cambiado», destaca al ser preguntado sobre la hipótesis de un cambio social.
Para Carolina Jemsby, coautora del documental The Trans Train (2019) que puso sobre la mesa el tratamiento de niños y de adolescentes, el debate actual «es más complejo de lo que el sistema de salud y la sociedad esperaban». «Uno de los aspectos de este dilema es que se convirtió en un tema político», explica a la AFP. «Esto no ayuda a este grupo que necesita cuidados médicos probados científicamente para ayudarlos y darles una mejor vida».
Un debate trans abierto
El perfil de las personas diagnosticadas suele ser complejo y combina otros desórdenes como déficit de atención, problemas alimentarios o autismo. La decisión de Suecia es notable, ya que el país fue el primero en el mundo en autorizar el cambio jurídico de género en 1972, lo que abrió la vía para que la seguridad social asumiera el costo de la reasignación de género.
Eo sí, esta decisión inquieta a las asociaciones. Para Elias Fjellander, presidente de la división de la juventud de RFSL, la principal ONG que se ocupa de los temas LGBT+, Suecia podría causar más dolor con esta decisión. «Las personas podrían necesitar más cuidados y procedimientos invasivos en el futuro, porque la decisión no pudo ser tomada más temprano, aunque había una necesidad médica», ha afirmado. Para Antonia Lindholm, une joven sueca de 20 años que fue asignada como varón al nacer y que realizó su transición durante la adolescencia «las hormonas salvan a mucha gente». «Si yo tuviera hoy 13 años, no tendría ninguna oportunidad de tener tratamiento», ha señalado a la AFP.
Pero hay personas que habiendo completado una transición hormonal apoyan la nueva política sueca. Mikael Kruse, de 36 años, cambió de género siendo joven y luego decidió hacer una «destransición». «Creo que está bien hacer una pausa para comprender que lo que pasa es algo bueno«, explica a la AFP. Durante siete años este sueco vivió como mujer, sin que esto interrumpiera su sufrimiento. Entonces, un segundo diagnóstico reveló que sufría un trastorno del espectro autista, sumado a un déficit de atención. El sufrimiento que él percibía que venía de su género radicaba en otro lado, por lo que decidió volver a vivir como un hombre.