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'Assassin's Creed Mirage': la esencia de una franquicia en el nuevo videojuego de Ubisoft

Todo lo que nos enamoró de las primeras entregas de la saga vuelve en la última entrega

‘Assassin’s Creed Mirage’: la esencia de una franquicia en el nuevo videojuego de Ubisoft

Un momento del videojuego 'Assassin's Creed Mirage'. | Ubisoft

Como los grandes perfumes, la última entrega de los assassins contiene todo lo bueno de la saga dejando atrás rellenos que solo servían para alargar la duración de los juegos. Mirage no contiene elementos complejos de rol ni los desdoblamientos con la vida real a los que nos tenía acostumbrados en sus principios gracias a la famosa máquina «animus», responsable de llevar desde el presente hasta el pasado al protagonista de turno. No es ni mejor ni peor, solamente más corto en su duración, pero igual de intenso e interesante en su jugabilidad. Eso no quita que haya detractores y fans de la saga que pongan el grito en el cielo. Ya estamos acostumbrados a que cualquier nuevo título conlleve críticas por cualquier cosa. 

Se anunciaba como una vuelta a los orígenes y viendo la información que se ofrecía, todo hacía pensar que sería algo así como una especie de remake del primer juego ambientado en Tierra Santa durante la Tercera Cruzada y protagonizado por Altair. Pero no, esta es una nueva aventura también en tierras de Oriente Medio, pero más exactamente en Bagdad. Si la saga tiene algo que la diferencia de los demás videojuegos de similar atmósfera como por ejemplo El príncipe de Persia, son entre otras cosas, las localizaciones. Desde su primera entrega nos han venido ofreciendo unos escenarios calcados de la realidad, un verdadero esfuerzo para reproducir escenarios del mundo con un detallismo absoluto y la recreación de grandes momentos de la historia acontecidos en ellos.

Desde Jerusalén a Roma, de la Norteamérica en la Guerra de la Independencia, a la Guerra de los Siete Años. De la Revolución Francesa en París al Londres del siglo XIX pasando por la Noruega vikinga o por el antiguo Egipto y la antigua Grecia. Y todos los escenarios poblados por históricos personajes como Leonardo da Vinci, Napoleón, los Borgia, George Washington, Cleopatra y un largo etcétera para poblar estas aventuras diseñadas en tercera persona para un jugador, repletas de referencias históricas a base de documentación. De hecho hubo un encuentro en la Universidad Complutense de Madrid con los alumnos de informática y futuros profesores, que giraba en torno a Assassin’s Creed: Origins, la entrega ambientada en Egipto. Afortunadamente ya nadie niega que los videojuegos puedan ser didácticos en cualquier rama.

En Mirage, la historia nos traslada a una pequeña localidad de Bagdad durante el siglo IX después de Cristo. Allí conoceremos a una joven pareja de ladrones que sobreviven gracias a los encargos de un mercader. Basim, el protagonista que ya pudimos conocer en el anterior juego de la franquicia Valhalla, empieza su recorrido profesional como integrante de la orden de «los oscuros», una facción de los conocidos Assassins.

Lo que más ansía Basim es formar parte de estos y lo logrará tras un nuevo recado relacionado con un misterioso cofre guardado en el palacio del Califa para los miembros de la orden de «los antiguos», que son los que manejan la política y el gobierno. De ellos huye tras robar el contenido del cofre ayudado por un miembro de los oscuros que le conduce a la montaña donde el grupo tiene su escondite. Allí es adiestrado para formar parte de ellos y apoyar en las misiones luchando contra la orden y apoyando a los rebeldes del califato. Junto a los oscuros aprende a manejar la daga para bloquear con la mano izquierda y la espada en la derecha para los ataques contundentes.

El sigilo de los ‘Assassins’

A lo largo de la aventura también dispondrá de armas arrojadizas y de una maestría sin igual para robar a transeúntes algunos objetos que le puedan ser útiles para mejorar las armas como: acero, cuero o monedas. El modus operandi no es ni mucho menos el ataque cuerpo a cuerpo, sino el sigilo y la infiltración. Su maestría en el parkour y su alta capacidad para esconderse y pasar desapercibido le ayudaran en las misiones tanto principales como secundarias. Eliminar enemigos, rescatar rehenes de lugares altamente custodiados, un número de objetivos cuya localización logra utilizando una capacidad extrasensorial denominada «vista de águila» con la que puede rastrear objetivos a través de las paredes, como si tuviese una especie de rayos x en la vista.

Por supuesto que también podrá ayudarse de su fiel amigo el águila al que manejaremos en su vuelo pudiendo descubrir objetivos desde el aire. Basim salta por tejados, cuerdas, trepa, nada, bucea, se esconde entre la gente para pasar desapercibido, sube a las famosas atalayas para poder luego trasladarse entre ellas con los denominados viajes rápidos, soborna con emblemas a otros personajes para que le ayuden a esconderse de los miembros de la orden o para que combatan a su lado en encuentros con un numeroso grupo de enemigos, un largo etcétera de posibilidades a escoger para superar los objetivos con efectividad, sin olvidar esos famosos saltos de fe con los que se oculta en montones de paja tras tirarse desde las alturas en un perfecto salto de ángel.

En definitiva, la esencia de todo lo que nos enamoró de las primeras entregas de la saga en un juego que no va más allá de las veinte horas si es que no nos entretenemos disfrutando de los parajes del desierto sobre nuestro camello o usando el modo foto para guardar instantáneas de la bella Bagdad. Mención especial al tratamiento de la brillante luz solar mezclada con las arenas del desierto que recrean a la perfección la atmósfera de esos territorios de Oriente Medio.

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