Muñoz Molina reivindica la belleza de la vejez en su nueva novela
Antonio Muñoz Molina regresa a la ficción con su nueva obra, ‘No te veré morir’, en la que dos examantes se reencuentran
Escribía la uruguaya Idea Vilariño aquellos versos, esa despedida de desgarro, No me abrazarás nunca/ como esa noche/ nunca./ No volveré a tocarte./ No te veré morir y encogía el corazón de centenares de amantes circundantes de las dos orillas. A este lado del charco se estremecía Muñoz Molina, que muchos años más tarde ha encontrado en los versos finales de ese poema el título para su última novela, No te veré morir (Editorial Seix Barral), en la que reivindica la belleza en la vejez. La belleza de la vejez.
«Los títulos no se sabe nunca cuándo llegan. Es un trabajo muy complicado encontrarlo, y hay veces que tienes suerte, como en este caso, y aparece. Ese verso, No te veré morir, es tan tremendo que muchas veces pensaba en él, es el reconocimiento de una despedida antes de la despedida. Y así surgió, de un proyecto vago que yo tenía y con este título como brújula», contaba el escritor jienense durante la rueda de prensa de presentación en la biblioteca Eugenio Trías, enclavada en El Retiro.
En cuanto a la belleza y el paso del tiempo, esos conceptos enfrentados socialmente, el autor deja durante este encuentro una reflexión, que es a su vez la base de su nueva obra: «Nuestra idea de la belleza y la pasión está asociada casi exclusivamente, por razones comerciales, a la juventud. Y la juventud es extraordinaria, pero tú te vas dando cuenta de que la pasión y la belleza pueden durar mucho más. El tiempo agranda la belleza: en vez de estropear lo que hace es dar profundidad y carácter».
De regreso a la ficción tras su última incursión en la no ficción con Volver a dónde, obra en la que testimoniaba su visión del confinamiento y la pandemia, Muñoz Molina elige una historia de amantes separados. Concretamente, la historia de Gabriel Aristu y Adriana Zuber, que pensaron siempre en envejecer juntos pero lo hicieron alejados, y mucho: el océano Atlántico los medió durante 50 años. Cosas de la vida, sí, pero también cosas que dejan un poso profundo y secreto que trastoca el orden íntimo de sus personajes. 50 años más tarde se reencuentran, y este libro habla de eso: del deseo cuando queda detenido.
Para abordar la historia, Muñoz Molina tira de pericia: tres voces narrativas la cuentan entremezcladas. Y durante las primeras 70 páginas de la obra, una de ellas se materializa en un flujo de conciencia a borbotones que no precisa de un sólo punto. Pirotecnia narrativa al servicio de la idea: «El arte de la novela nos acostumbra a ver las cosas desde muchos puntos de vista. A mí me gustan mucho las novelas en las que va cambiando el punto de vista», reconoce el autor, que se declara admirador de Faulkner, sin ir más lejos, un maestro de la perspectiva. Y, además de una cuestión técnica, subraya, la polifonía le resulta un asunto más trascendente: «Es una lección casi ética que nos da la novela como arte, pensar cómo ven las cosas otros».
Como telón de fondo para la trama se articulan España y varios de los Estados Unidos, entre ellos la California de 1967 y el Summer Love, pero también nos habla de ese país a comienzos de los 90, la época en la que llegó también el propio Molina y en la que sufrió un profundo choque cultural que refleja en estas páginas: «Tú vas a un mundo en el que en el supermercado te puedes comprar un fusil de asalto, pero también en la universidad encuentras que la biblioteca está abierta a cualquier hora del día o de la noche; todo parece ilimitado».
Sobre la otra orilla, esa España aún herida que el jienense retrata en No te veré morir le preguntamos, pero ya ve poco de aquello en nuestros días: «Los problemas que tenemos ahora nosotros no tienen nada que ver con ese pasado, tienen que ver con nuestro presente. Siempre hay arqueología y nostálgicos, pero las amenazas que tenemos ahora son contemporáneas, como la de determinados modelos económicos o de unas inclinaciones políticas muy viscerales que vienen del trumpismo».
Hablando de pasados y presentes, el tema más incendiado de la actualidad, la polémica por el beso de Rubiales a la jugadora Jennifer Hermoso, tampoco escapa a la charla, y sirve como cierre: «Sí avanzamos, pero venimos de una tradición machista muy arraigada, milenaria. A mí eso (lo sucedido) me parece hasta cierto punto anecdótico, es mucho más llamativo que una sociedad entera haya avanzado tanto como para que eso se convierta en un escándalo y algo intolerable».