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Los 20.000 euros de Sumar para emprender: el problema no es el cuánto sino el cuándo

Los 18 años que plantea Díaz como edad para percibir la ‘herencia universal’ generan dudas en el ecosistema ‘tech’

Los 20.000 euros de Sumar para emprender: el problema no es el cuánto sino el cuándo

La líder de Sumar, Yolanda Díaz. | Zuma Press

El momento electoral convierte a España en una democracia de los Reyes Magos. Se prometen infinitos regalos al ciudadano sin que aparentemente exista obligación alguna a cambio. Las subidas de impuestos siempre llegan con nocturnidad y alevosía, igual que los desmentidos, las alianzas Frankenstein y los asesores pata negra. 

Yolanda Díaz, candidata de Sumar a la presidencia del Gobierno, desveló recientemente una propuesta hilvanada en clave startupera: los jóvenes que cumplan 18 años podrán recibir una ayuda de 20.000 euros para «emprender o formarse». El coste de esta medida ascendería a unos 8.000 millones.

En principio, el montante del cheque da margen de maniobra a los futuros beneficiarios. Carlos Soria, fundador de Climate17, una consultora de selección de personal especializada en el ámbito de las energías renovables, creó su compañía en solitario con 18.000 euros en 2019. Cuatro años después, emplea a 35 personas y factura dos millones al año. 

«Estas cantidades tienen sentido si tu proyecto tiene más que ver con los servicios que con los productos. Con ciertas herramientas de software y una web puedes empezar, aunque me genera dudas la edad en que conviene percibir la ayuda», expone. 

«Si yo hubiese creado mi startup con 18 años, desconocería el sector de las renovables y habría tardado más en facturar. Ahora tengo 36 y he aprendido mucho en el pasado de otras empresas en las que he trabajado. Gestión de equipos, desarrollo del plan de negocio y control de la cuenta de resultados son habilidades que exigen cierto recorrido». 

Mejor tras una licenciatura

D5 Smart Solutions comercializa un software de gestión para pymes a la carta. La inversión inicial de los cinco socios rozó los 7.000 euros. Todos conservan en paralelo sus empleos, suman al menos una década de experiencia laboral y conocen bien los déficits del empresario medio.

Manuel Blanco (cofundador) recuerda que no hubo que recurrir a un banco o a una ronda de inversión para sufragar el proyecto porque el software demanda en esencia «conocimientos técnicos» más que una plantilla inmensa o unas oficinas despampanantes. 

La pega, prosigue, «es que un chaval puede ser muy brillante como informático, pero, ¿tiene suficiente camino a sus espaldas para desentrañar los dolores del mercado y desarrollar una idea que los resuelva? Quizás tenga más sentido habilitar esta subvención a partir de los 22 ó 23 años».  

Testea primero, recibe después

«El dinero debería otorgarse en función de la etapa en la que está la startup. Hasta que no validas el mínimo producto viable (MVP) no sabes hacia dónde debes dirigir los recursos», expresa Verónica Jiménez, CEO de WomandCard y directora del título superior de Emprendimiento de ESIC

Hay modelos, prosigue, dónde con 20.000 euros «no tienes ni para empezar». Una biotech, por ejemplo, moviliza cantidades millonarias para armar un simple test que después deben aprobar las autoridades sanitarias en un proceso que puede durar lustros. 

Jiménez se muestra sin embargo comprensiva con el factor juventud. Ella creció gracias al ensayo-error y a una estancia muy provechosa en Silicon Valley que incluyó la guinda de una formación en Stanford. «Invertí dejando atrás un trabajo y asumiendo muchos riesgos. Cuando accedes a la universidad estás en una fase abierta y creativa y puedes ser más audaz». 

¿Café para todos?

En el carrusel de las ayudas se pierde el matiz del mensaje, que «no puede consistir en hacer creer que el emprendimiento es para todos», opina Margarita Albors, presidenta y fundadora de Social Nest Foundation.  

«Si hablamos de crear una empresa, los 18 años pueden ser pronto o no en función de la persona, de la oportunidad, del motivo y de las circunstancias. Y tampoco lo enfocaría sólo desde la edad. No pensemos exclusivamente en los jóvenes: los mayores también pueden buscar oportunidades y resolver problemas».  

La gran barrera de entrada para la adolescencia es, de nuevo, la veteranía. El ecosistema tecnológico, describe Albors, tiende cada vez más al nicho y la especialización, y esto supone un sobreesfuerzo para quien no maneja los resortes de cualquiera de los verticales donde se juega el futuro de la economía, desde climate tech hasta web3 pasando por blockchain y ciberseguridad.    

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