THE OBJECTIVE
Francisco Javier Hernandez

¿Y si España no entra en el Consejo de la ONU?

La decisión final no se sabrá hasta dentro de unas semanas. Es posible que España consiga ese preciado asiento, pero si no es así, lo que sí habrá alcanzado será la costumbre de ser parte activa en una gran cantidad de encuentros internacionales.

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¿Y si España no entra en el Consejo de la ONU?

La decisión final no se sabrá hasta dentro de unas semanas. Es posible que España consiga ese preciado asiento, pero si no es así, lo que sí habrá alcanzado será la costumbre de ser parte activa en una gran cantidad de encuentros internacionales.

Durante estas últimas semanas se ha escenificado aún más si cabe el interés de España por pertenecer al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas durante el bienio 2015-2016. La campaña por entrar en este influyente club rotatorio ha sido bastante larga y la competencia no lo pone nada fácil. Los intereses políticos se suman a los económicos y culturales, por lo que el juego exige una dedicación completa.

España se juega directamente la plaza con Turquía. Y las estrategias de ambos contendientes han sido distintas a lo largo de los últimos meses. Mientras Erdogan plantaba cara a los líderes internacionales mostrándose como pieza clave para solucionar los conflictos en Siria y Palestina; Mariano Rajoy ha desplegado una diplomacia más blanda, con una fuerte y novedosa agenda internacional: Cumbre africana en Guinea Ecuatorial, gira del ministro Margallo por Asia y Oceanía, contactos directos con China y Japón…

Pero después de las vacaciones parece que los dos rivales se han puesto de acuerdo y están acercando posturas en una especie de baile político en el que ninguno quiere ir por libre. Me refiero a la actitud ante las últimas cumbres internacionales de la OTAN, a principios de septiembre, y de la ONU, que se está celebrando en Nueva York. En la primera reunión, en Gales, Rajoy se comprometió junto con el presidente turco a participar en la misión “Resolute Support”, de la OTAN, en Afganistán para 2015. Ante los Jefes de Estado y de Gobierno de la coalición, ambos mandatarios se mostraron muy preocupados por el terrorismo yihadista. Ahora, en Nueva York, bajo el paraguas de la ONU, España y Turquía han vuelto a presentar esa imagen estratégica de preocupación por la escalada de violencia que protagonizan los radicales del Estado Islámico.

La decisión final no se sabrá hasta dentro de unas semanas. Es posible que España consiga ese preciado asiento, pero si no es así, lo que sí habrá alcanzado será la costumbre de ser parte activa en una gran cantidad de encuentros internacionales. El hábito de hacer esfuerzos para debatir y opinar con responsables extranjeros. Es cierto que esto conlleva un gasto económico y una dedicación diferente. Pero la diplomacia exige diálogo directo constante, multinivel e intercultural. El presidente del gobierno Español ha podido estar en Australia, Guinea Ecuatorial, China, Gales o Estados Unidos. Ya no sólo viajan los Reyes, los ministros o los responsables de comercio que buscan abrir nuevos mercados. Cuanta más participación del ejecutivo, más influencia. Si al final España no consigue entrar en el Consejo, por lo menos sí habrá conseguido una dinámica muy positiva.

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