THE OBJECTIVE
Alonso Moleiro

El tetrapartidismo español

La consolidación de cuatro formaciones de equiparable tamaño puede ser vista como un peligroso síntoma de metamorfosis en un electorado molesto y voluble, que pueda prestar oído a experimentos populistas y disparatados. Algo de eso hay en Grecia, que después de todo también queda en Europa.

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El tetrapartidismo español

La consolidación de cuatro formaciones de equiparable tamaño puede ser vista como un peligroso síntoma de metamorfosis en un electorado molesto y voluble, que pueda prestar oído a experimentos populistas y disparatados. Algo de eso hay en Grecia, que después de todo también queda en Europa.

Algunos periodistas venezolanos que residen en Madrid suelen afirmar que el tránsito político de la España actual guarda algunas similitudes con el de la Venezuela de finales de los años 80.

Entonces acá, como ahora allá, comenzó a debilitarse el tejido institucional; proliferaron las denuncias de corrupción, se puso de moda el desencanto y comenzó a ser cuestionado, no ya el sistema de partidos en democracia, sino también la élite económica de cada país.

Al puñado de paralelismos, de momento podríamos agregar un detalle adicional: el fin del péndulo bipartidista en ambos escenarios. El declive de Acción Democrática y Copei hizo posible que, a comienzos de los años 90, estos tuvieran que compartir poder con formaciones emergentes, como el MAS y la Causa Radical. En la España actual, entretanto, PP y PSOE han tenido que cederle puesto a Podemos y a Ciudadanos. La era de la inconformidad.

Hay elementos analogables, sin duda, pero es obvio que, en ningún caso, España es Venezuela. Aunque sea verdad que la credibilidad de la cosa pública en España ha tocado incluso a la propia corona, el tejido institucional y cultural español, y su capacidad de hacerle frente a una real amenaza autocrática, es muy superior al nuestro.

La consolidación de cuatro formaciones de equiparable tamaño en la denominada “madre patria” puede ser vista como un peligroso síntoma de metamorfosis en un electorado molesto y voluble, que pueda prestar oído a experimentos populistas y disparatados. Algo de eso hay en Grecia, que después de todo también queda en Europa.

Pero también podría terminar resultando que estas formaciones nuevas, tenidas como cuestionadoras, terminen siendo la expresión de la renovación del tejido público en torno a una determinada manera de hacer las cosas.

Me luce que la irrupción de Ciudadanos, la formación que lidera Albert Rivera, es un interesante contrapunto en favor de la dinámica interna de ese país, anudando una yunta involuntaria, en clave de democracia, con Podemos, su enemigo a vencer. Lo hace, además, desde Cataluña, blandiendo sin rubores la bandera de la España Unida. No deja de ser un punto a favor.

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