THE OBJECTIVE
Ignacio Peyró

Jóvenes y perfectos

Es curioso: precisamente, la democracia se basa en la constatación de que no hay ningún grupo de hombres demasiado perfecto como para dejar el poder en sus manos sin control o sin plazos. Claro que esa es lección de la experiencia.

Opinión
Comentarios
Jóvenes y perfectos

Es curioso: precisamente, la democracia se basa en la constatación de que no hay ningún grupo de hombres demasiado perfecto como para dejar el poder en sus manos sin control o sin plazos. Claro que esa es lección de la experiencia.

No hacen falta muchos argumentos para defender una prima a la juventud: basta con pensar que todo el mundo prefiere ser joven a ser viejo. Aun así, quizá la juventud sólo pueda jugar como factor a favor si la inexperiencia opera como factor en contra. A los treinta y cinco años, por ejemplo, Cervantes ni siquiera había escrito la Galatea, e iba a tener que esperar –que aprender- mucho más para escribir el Quijote.

En política ocurre algo parecido: si un político debe ceder el paso a una nueva generación sin haber cumplido sesenta años, ni Reagan hubiese sido presidente, ni Churchill primer ministro. Dicho de otro modo, un muro puede derribarse con ochenta años y una guerra puede ganarse con setenta. Para hundir un país, en cambio –las pruebas abundan- no hace falta llegar a los cincuenta.

Decir que “la regeneración política de este país pasa por gente que haya nacido en democracia” no es quizá muy piadoso hacia las generaciones que –oh, coincidencia- trajeron la democracia. Tal vez no pocos de los interpelados pudiesen replicar que, para eso que se llamaba la nave del Estado, prefieran a un capitán con experiencia y no al recién llegado a la marinería: al fin y al cabo, cuando uno es maduro, siempre puede desquitarse llamando inmaduro a otro.

Que la juventud haya pasado de mal transitorio a canon absoluto es algo que tenemos ahora en casa cada día, con el niño que tiraniza la televisión y se postula para la cabecera de la mesa. Pero hay un paso indudable –ay- entre la reivindicación de la juventud en la política y el adanismo más peligroso y candoroso: el creer que nosotros –en este caso, los jóvenes- no somos como los demás, sino que somos mejores. Es curioso: precisamente, la democracia se basa en la constatación de que no hay ningún grupo de hombres demasiado perfecto como para dejar el poder en sus manos sin control o sin plazos. Claro que esa es lección de la experiencia.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D