THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

Luna de sangre

No creo en el Apocalipsis, pero sí creo en la luna, que me ha acompañado y consolado en tantas noches desveladas y desesperadas, que es dulce, amarga, triste y alegre, que está siempre sola, pero más acompañada que nadie, confidente de amores y desamores.

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Luna de sangre

No creo en el Apocalipsis, pero sí creo en la luna, que me ha acompañado y consolado en tantas noches desveladas y desesperadas, que es dulce, amarga, triste y alegre, que está siempre sola, pero más acompañada que nadie, confidente de amores y desamores.

No se en que lugar de los EEUU de Norteamérica ha hecho esta foto Mike Blake, pero es una luna que parece un sol, y no aparenta ser el fin del mundo ni el final de la vida. Los teóricos de la conspiración dicen que el eclipse denominado «luna de sangre», que bello nombre, que se verá los próximos días 27 y 28, será el último de los cuatro eclipses totales que anuncia el Apocalipsis. O sea, que se acabó lo que se daba, y que llega el inicio del fin del mundo.

No creo en el Apocalipsis, pero sí creo en la luna, que me ha acompañado y consolado en tantas noches desveladas y desesperadas, que es dulce, amarga, triste y alegre, que está siempre sola, pero más acompañada que nadie, confidente de amores y desamores. Cuando nos quedamos a solas con ella, tantas veces acompañados de las olas del mar como única música, siente uno que entre ella y nosotros no hay nadie, aunque hay un incesante tráfico de miradas que viajan buscando respuestas a preguntas que no la tienen. Por eso, porque han sido muchas las horas que he pasado junto a ella, porque hemos vivido tanto juntos, no hay texto, profeta o agorero que vaya a convencerme de que la luna pueda simbolizar el inicio del fin de nada.

La luna, de sangre y fuego, llena, creciente o menguante, ha sido testigo de mis mejores y mis peores días. Tantas horas incluso como receptora de mensajes que a través de ella llegaban lejos a quien la observaba como yo desde la otra punta del mundo. Compañera callada, pero no silente, de tantas horas de soledad compartida, de sueños y anhelos, es imposible que pueda ser el pórtico del final de la existencia.

No recuerdo quien escribió que un día alguien le dijo, en tono sarcástico y crítico que vivía en la luna, y su respuesta fue inmediata: y tu vives en la tierra. Quienes nos presentan a esta compañera de silencios estruendosamente mágicos como el anuncio del final de todo, sin duda, viven en la tierra. Yo prefiero quedarme en la luna. Sin duda. En la luna de sangre que brota del corazón vivo.

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