THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Contreras

Cielos de libertad

Un artilugio, cuyo uso se ha popularizado, recorre los cielos del mundo ‘civilizado’ descubriéndonos perspectivas, ángulos y matices que causan asombro. Parafraseando a dos conocidos teutones, cabría decir: Un nuevo fantasma sobrevuela la Tierra. El fantasma de los ‘drones’.

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Cielos de libertad

Un artilugio, cuyo uso se ha popularizado, recorre los cielos del mundo ‘civilizado’ descubriéndonos perspectivas, ángulos y matices que causan asombro. Parafraseando a dos conocidos teutones, cabría decir: Un nuevo fantasma sobrevuela la Tierra. El fantasma de los ‘drones’.

Un artilugio, cuyo uso se ha popularizado, recorre los cielos del mundo ‘civilizado’ descubriéndonos perspectivas, ángulos y matices que causan asombro. Parafraseando a dos conocidos teutones, cabría decir: Un nuevo fantasma sobrevuela la Tierra. El fantasma de los ‘drones’.

Una situación que está provocando que muchos gobiernos se hayan ‘unido’ para limitar su uso, argumentando que así nos protegen ¿Debemos creerlos?

Por si acaso, en California (EE. UU.) han prohibido el vuelo de tales aeronaves sobre propiedades privadas, incluidas las de los famosos.

Ahora bien, alguien debería preguntarse si tal vez este celo en la protección no es más que otra vuelta de rosca en la obsesión del poder por hurtar al ciudadano su derecho a saber. Que sea una burda coartada para amordazar, un poco más, a una sociedad donde el papel de las tecnologías de la información cada vez es más importante.

Seamos claros, estamos viviendo una revolución de tal magnitud que ya no nos basta con abrir puertas y ventanas, ni siquiera nos sirve la luz y taquígrafos de antaño. Es fundamental garantizar, incluso mediante una reforma constitucional, la libertad del espacio aéreo sin más límites que el de la ‘decencia’.

Porque el ‘dron’ se alza como el garante del sacrosanto derecho a saber qué pasa, quién hace qué y con quién. De tal forma, que llegará el momento en el que podremos recostarnos sobre el mullido ‘cojín’ orwelliano y sin rubor alguno recordar que “ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido así mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.”

 

 

 

 

 

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