El cinéfilo intimista

Un oso persigue a un hombre que a su vez huye de un oso que en un determinado momento (al plantígrado me refiero) se pregunta el sentido de la vida. El hombre perseguido mira hacia atrás y en la lejanía vislumbra la figura de un oso que, absorto en su reflexión, olvida que debe perseguir a un hombre, que tras un fatigoso viaje (al hombre me refiero) llega a un hotel de cinco estrellas y alquila una modesta suite que sólo abandona para recoger una estatuilla bañada en oro.
Para que voy a engañarme: Me gusta el cine.

Aunque no padezco mitomanía conocida, mis preferencias cinéfilas han pasado por varias etapas: Desde el expresionismo alemán (Murnau y sus cosas), Andrzej Wajda y sus retratos de Polonia o transitando por el cine del destape (‘landismo’ a mucha honra). Tras hacerme mayor me acerqué a Kurosawa, aprecio a Buñuel (don Luis), tengo algunas dudas existenciales con respecto a Truffaut y esa ‘oscuridad tan clara’ y también admiro a Eastwood, incluyendo a Harry Callahan y ciertos matices que se escapan al común.

Con el paso del tiempo descubrí la existencia de los Oscar, BAFTA, César, Donatello y los Goya (sección Guerra civil y múltiples comedias). Unas ceremonias en las que la industria nacional (estatal en España) se agasaja, entona el ‘mea culpa’ (aquí no) y hace pasar el rato a los telespectadores (aquí…).

Debo reconocer que el cine me encanta (las ‘culpas’ a mis padres), la literatura me seduce y los cantos guturales me han destrozado la garganta, no obstante hay cosas en el mundo del celuloide que no termino de entender ¿Por qué llaman “intimista” a un película que se desarrolla en el interior de un coche, a medianoche y con dos actores susurrando a un bombillo?