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Gonzalo Gragera

Recordemos qué es Twitter

«Quizá sea desproporcionado hablar de censura en el hecho de que una red social trate de evitar mensajes que inciten a una insurrección que contaba ya con fallecidos»

Opinión
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Recordemos qué es Twitter

BRENDAN SMIALOWSKI | AFP

Tras la irrupción en el Capitolio de nativistas, gente con la bandera de Gadsden, simbología confederal, partidarios de teorías conspiranoicas, etc, Twitter decidió eliminar los tweets en los que el líder de esta insurrección, Donald Trump, animaba a que estos seguidores -excéntricos en la estética y en las ideas- se marcharan a casa, pero sin señal alguna de arrepentimiento o disculpa (conviene precisar que ya hubo muertos). Trump, en aquellas horas de desconcierto y de caos, invitaba a la calma, aunque sin el menor rastro de vergüenza o de disculpa. Ante esta tesitura, Twitter optó por borrar los tweets del hasta entonces presidente, para así evitar males mayores. Pero una de las estrategias del populismo, para llegar al mayor público posible, es la del rol de víctima. La decisión se podía entender, y así algunos lo defienden, como una censura por parte de la compañía. Una posición que hasta podría beneficiarle la imagen y que podría sumar adeptos y nuevos convencidos a las teorías de la conspiración. Al populismo le sienta bien el papel del silenciado, el espacio antigubernamental, la apariencia de un movimiento que dice lo que todos quieren oír pero nadie se atreve a decir. Excepto el político populista, que así gana el apoyo de un electorado.

Hablando de representaciones políticas, populismo, democracia representativa, Twitter, y con ocasión de este asalto al Capitolio, surgió un debate que incluso pudo ser interesante, pero que quedó en lo de siempre: una manifestación autorreferencial de dos argumentos. La reflexión se debió a las analogías o diferencias entre el mencionado asalto al Capitolio y el rodeo al Congreso -escrito así suena hasta cómico- o la sedición del independentismo catalán en octubre de 2017.

Como ya se ha señalado, las analogías son de partida y las diferencias son de resultado -por decirlo de algún modo-. De partida, pues no deja de ser una manifestación convocada y animada por un líder político que considera «injusto» el resultado electoral, y ante esa coyuntura cree que es oportuno agitar masas, para así dar una imagen de apoyo social. Un apoyo en el que subyace un mensaje: las urnas no son legítimas, es más, la legitimidad está en las calles y en ese concepto a veces tan peligroso de «lo popular». De resultado, hubo sus diferencias. Es evidente que no es lo mismo asaltar que rodear o manifestarse. Aunque tampoco es cierto ese retrato idílico que algunos quisieron vendernos: el del pacifismo de las manifestaciones en 2012. Ahí están las crónicas y las fotos, por si se quiere consultar -empujones a las vallas, enfrentamientos con los policías, etc-.

Twitter, por su propia dinámica, no favorece el debate sosegado y razonado. Buscamos la aprobación «de los nuestros», que satisface vanidades, mientras vemos un estorbo a quien nos cuestiona nuestras ideas: gente que entorpece mi idealismo, mi ideal sin mácula, que es el camino de un bien categórico, absoluto e incuestionable. Algunos se han sorprendido de que la empresa tenga capacidad de suprimir cuentas y de borrar declaraciones. Un hecho que han calificado de censura. Resulta asombroso. Asombroso cómo hemos confundido roles, cómo atribuimos a Twitter una función casi institucional. Twitter, como se ha comentado en varias ocasiones en los últimos días, es una empresa privada cuyos intereses -principalmente económicos- orientarán sus propósitos. En toda red social hay unas políticas, unas directrices, normas de una comunidad. En Instagram, por ejemplo, se restringen imágenes que hieran sensibilidades o desnudos. Quizá sea desproporcionado hablar de censura en el hecho de que una red social trate de evitar mensajes que inciten a una insurrección que contaba ya con fallecidos. Y también supone una etiqueta que ayuda a que suenen aún más mensajes que se quieren evitar. Mensajes que solo han dejado mentiras, dolor, muertes y fracasos. Los hechos no nos dicen otra realidad.

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