THE OBJECTIVE
Juan Milián

La trampa del machito alfa

«El machito alfa de la democracia real está consiguiendo marcar los tiempos electorales en el bloque de la izquierda, arrastrando al candidato socialista hacia el fango de la hipérbole y la mentira»

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La trampa del machito alfa

Víctor Lerena | EFE | Pool

Tras meses agotando los catálogos de las principales plataformas digitales, Pablo Iglesias se levantó del sofá y salió del chaletazo para advertir de la amenaza fascista a sus antiguos vecinos. No movió un dedo para sacar el coronavirus de las residencias de sus mayores, pero, ahora sí, el enemigo es real y ahí están él y su moño, firmes, para parar las hordas de camisas negras que marchan sobre Madrid. Curiosa paradoja. Quienes pisotean continuamente la separación de poderes, señalan a periodistas y gobiernan España de la mano de los separatistas se autoproclaman baluartes de la democracia.

Con Ciudadanos demoscópicamente fuera de la Asamblea, Podemos se queda como el último de la fila. Sin embargo, el machito alfa de la democracia real está consiguiendo marcar los tiempos electorales en el bloque de la izquierda, arrastrando al candidato socialista hacia el fango de la hipérbole y la mentira. «Es la democracia», reza el nuevo eslogan del PSOE. «Això va de democràcia», proclamaban en Cataluña sus sediciosos socios. Es el antifascismo de pandereta que denuncia Christophe Guilluy: una estrategia de formaciones, muy identitarias y poco obreras, para no tener que rendir cuentas sobre su negligente gestión.

Iglesias siempre ha sido un nostálgico de tiempos más iliberales, pero su funesta ideología no habría alcanzado cierta hegemonía sin una batalla (sub)cultural que inició el PSOE. El partido del puño y la rosa aplicó la desmemoria selectiva y acabó por creer que los errores de la II República eran virtudes, y que la democracia actual es la leyenda negra patrocinada por Diplocat. José Luis Rodríguez Zapatero financió el desprecio al legado de la Transición, al noble esfuerzo de quienes construyeron una España democrática, europea, próspera y libre. Hoy, dos de sus más avezados discípulos, los turbozapateristas Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, aceleran la demolición. Esa desmemoria está pariendo falsas víctimas y auténticos ingratos, aúpa como referentes intelectuales a personajes como Jorge Javier Vázquez y está en el origen de la disolución de la ecología moral que mantiene viva la llama de la libertad.

Madrileños, no caigan en la trampa. Valoren lo que tienen, porque es frágil. Lo saben bien Fernando Savater y muchos socialistas, de los de siempre, que esta vez apoyarán a Isabel Díaz Ayuso. Saben que una amplia mayoría de la popular no solo será el triunfo de la libertad, sino también la garantía de la concordia. Lo sabemos muchos catalanes que llevamos lustros bajo el yugo de una Generalitat que castiga lo común y subvenciona la paranoia. Por estos lares, vivir tranquilo se ha convertido en un auténtico reto; por lo que deseamos que, al menos, siempre nos quede Madrid. Así lo piensan miles de empresarios, artistas y talentosos catalanes que, desde 2017, toman el puente aéreo sin mirar atrás. La distopía populista de Iglesias se parece demasiado al procés. Aléjense, pues, del charlatán y de sus seguidores, ahora que pueden.

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