THE OBJECTIVE
Javier Olaechea

No, eso no nos pasa por contratar políticos

«Echando más leña al fuego del descrédito contra un expolítico, no ayudamos a atraer grandes figuras a la vida pública»

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No, eso no nos pasa por contratar políticos

Albert Rivera. | EFE

«Eso nos pasa por contratar políticos». Lo que faltaba por oír. Sí, estoy indignado por escuchar eso. Es absolutamente impertinente. Antes de criticarme, por favor, siga leyendo, que seguro que algo de empatía tendremos al final de esta aventurada tribuna. Si no, habré fracasado en este empeño. Por el momento.

Con cierta frecuencia el Centro de Investigaciones Sociológicas nos recuerda cuáles son los principales problemas de los españoles. Y si hablamos de política, con el respiro demoscópico que ha proporcionado la pandemia en el desplazamiento de las preocupaciones de los españoles, uno de cada dos españoles considera que uno de los tres principales problemas es nuestro sistema político. Esto incluye la clase política, los partidos políticos y los gobiernos.

Si a una sociedad que repite como mantra que los políticos son un problema, le alimentamos con juicios de valor cuya fundamentación parece dirigida a tratar de ganar una opinión favorable en una disputa mercantil o laboral, la rematamos en su desaliento.

Hagámonos una pregunta. ¿Está España preparada para elevar el nivel de la clase política? ¿Veremos a insignes profesionales dar el paso de renunciar a exitosas carreras profesionales y retribuciones y para dedicarse a la política y al gobierno por pura satisfacción y responsabilidad personal o social?

Antes de responder, vayamos a nuestra legislación, a los diarios de sesiones parlamentarios, y a las redes sociales.

Nuestra legislación, en aras de una mayor transparencia, establece sistemas de registros públicos de actividades y bienes, así como un régimen de incompatibilidades y conflictos de interés para evitar las afamadas puertas giratorias. Y eso, sin indemnización por despido, y con la temporalidad y provisionalidad de la política. ¿Realmente aporta algo que los ciudadanos tengamos acceso a una suerte de ‘¡Hola!’ del Registro de la Propiedad o Mercantil? ¿Qué ganamos publicando todos los años quién es el político más rico o el que menos tiene? ¿No sería suficiente un registro de acceso restringido? No, no discuto la gestión de los conflictos de interés, que sí deben estar bien regulados y controlados, ni invoco que tengan derechos laborales que tienen el resto de los trabajadores. Puede seguir leyendo.

Los diarios de sesiones, las redes sociales y algunos medios nos sumergen en un tenebroso universo de descrédito, mentiras, e insultos. La cortesía parlamentaria, el respeto y la educación, han desaparecido conforme se ampliaba el arco parlamentario, y se buscaban monologuistas más que estadistas. ¿Merece la pena soportar semejante acoso, desde una tribuna o desde el anonimato de una cuenta de Twitter?

A los políticos les tenemos que pedir preparación, experiencia, honradez, y entrega. Si entre todos creamos un siniestro panorama que denigra a la clase política, empecemos a tachar elementos cualitativos de esta lista corta. ¿Piensan en el resultado?

Yo echo de menos a aquellos grandes políticos de la Transición, a quienes todo debemos. Y temo que echando más leña al fuego del descrédito con afirmaciones despectivas contra un expolítico, no ayudamos a atraer grandes figuras y líderes sociales y económicos a la vida pública como eran aquéllos.

Alabo la generosidad de gente como de Guindos, Escolano, Escrivá, Calviño, de Quinto, Sebastián, Campa, Pizarro, Rajoy, Pérez Renovales, Temboury, Cavero, Lasquetty, Almeida, Gabilondo, y tantos y tantos otros… que renunciaron a sus plazas en organismos europeos, en banca, en multinacionales, en un registro de la propiedad o en la Abogacía del Estado, o la academia, para servir a su país y a sus ciudadanos, como mejor creyeron que podían hacerlo.

Pasar por la política no puede ser visto como un descrédito. No son los políticos ni la clase política quienes fallan, son las personas y quienes las gestionan. No, eso no os pasa por contratar políticos, pasa por no gestionar el talento.

Hay políticos formados, con idiomas, con experiencia acreditada, que dan resultados, y que aplican sus principios éticos en su desempeño. Y es necesario que fluya el talento entre la empresa, la universidad y la política. Hoy, más que nunca.

Y sin entrar en el caso de Albert Rivera y José Manuel Villegas y el despacho del que formaban parte, sí puedo decir que ellos fueron los segundos políticos que conozco que recurrieron a una firma de head hunters para fichar talento para su equipo en Ciudadanos. Nada habitual.

Resuelvan su litigio en un juzgado de lo social o de lo mercantil, o mejor aún, en un acuerdo extrajudicial, que bastante saturada está nuestro sistema judicial, pero dejen en paz a quienes han entregado parte de su carrera profesional y de su vida a la política, que tienen derecho a volver al sector privado. No es un camino fácil. Yo lo recorrí.

Vale quien sirve, y sirve quien vale. Esta clase de políticos son los que yo quiero en España. Que antes que políticos son personas.

¿Y si nuestro sistema educativo tuviese algo que ver también? Eso da para más.

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