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Pilar Marcos

Pensar lo impensable

«Lo impensable (una inesperada derrota de Emmanuel Macron frente a Marine Le Pen) amenaza con no ser imposible»

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Pensar lo impensable

El presidente francés, Emmanuel Macron, en un mitin en Marsella este sábado. | Laurent Coust (EP)

Salvo que sea radicalmente imposible, pensar lo impensable es un ejercicio de prudencia. Por ejemplo, es impensable (pero no imposible) que las encuestas se equivoquen y que, en Francia, Macron no gane a Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones francesas, el próximo domingo, 24 de abril. Es verdad que la victoria de Macron es casi segura. Sólo hace falta que los votantes de las derrotadas Hidalgo y Pécresse les hagan caso y vayan a votar por Macron; que no decidan quedarse en casa en un arrebato de derrotismo por el hundimiento de los dos partidos sistémicos de Francia. La presidencia de Macron depende así de un contendiente del que no se habla: el partido de la abstención.

Posiblemente Macron sí está pensando lo impensable cuando anuncia, en una de sus primeras entrevistas para la segunda vuelta, un paquete de subidas en el salario mínimo, en las pensiones y en los sueldos de los funcionarios a partir de mayo. El argumento explícito es la inflación, que en Francia está en el 4,5%, y no en el 9,8% español. El implícito es que Macron atesora sus votos más sólidos (de los 9,8 millones que tuvo en total en la primera vuelta del 10 de abril) entre quienes menos problemas económicos padecen. No es impensable que necesite ganar algo de afecto (o, cuando menos, algún sufragio) entre quienes viven mal sin querer vivir mal, y detestan a quien solo ven como a un exquisito representante de los que ni imaginan lo mal que se vive mal.

Antes de su (populista) anuncio de subida salarial, todas las encuestas pronosticaban su victoria. Una extrapolación de lo que ocurrió en 2017 así lo garantizaría. Hace cinco años, el entonces novedoso Macron pasó de 8,6 millones de votos en la primera vuelta a 20,2 millones en la segunda. Es decir, en la segunda sumó con creces todo su voto, más todo el del republicano Fillon (7,2 millones de centro-derecha, esta vez representados por Pecresse) y todo el del socialista Hamon (2,9 millones de centro-izquierda, en esta ocasión encabezados por Hidalgo), y aún pudo captar algún voto del insumiso Mélenchon (que tuvo 7 millones en 2017). En aquella convocatoria, como es lógico, la abstención en la segunda vuelta (25,5%) superó a la de la primera (22,3%). En el arranque de este 2022, el ‘partido de la abstención’ ya aglutina el 26,3% de los franceses. Será más en segunda vuelta y de cuánto más sea dependerá, en mucho, el resultado de Macron.

La extrapolación de una suma del centro (Macron) con el centro-derecha (Pécresse) y el centro-izquierda (Hidalgo) da hoy un resultado mucho menos exuberante que en 2017 debido al hundimiento de los Republicanos (solo 1,68 millones de votos para Pécresse) y los Socialistas (únicamente 0,6 millones de papeletas para Hidalgo). Aunque los votantes de los tres acudieran el próximo domingo a las urnas como un solo hombre solo llegarían a 12 millones de votos. Por eso son tan importantes los votos del insumiso Mélenchon (7,7 millones en esta primera vuelta).

¿Y la extrapolación para Le Pen? En 2017 pasó de 7,6 millones de votos en primera vuelta a 10,6 millones en segunda. Y eso que entonces no tenía el báculo de los 2,5 millones de votos de Zemmour. Éstos, unidos a sus 8,1 millones del 10 de abril, darían 10,6 millones de votos como suma equivalente a los 12 millones de Macron.

Las alianzas aritméticas de trazo grueso dan así una victoria (justa pero sobrada) a Macron sobre Le Pen. Y a esto se une que Mélenchon ha pedido a sus 7,7 millones de votantes de la primera vuelta que no concedan ni una papeleta a la candidata derechista, no vaya a ser. Es decir, que, si acaso, se abstengan. 

Pero, qué ocurriría, por ejemplo, si una parte de los exánimes votantes de Republicanos y Socialistas decidieran también abstenerse. Imaginémosles tan deprimidos por el hundimiento de los dos partidos que han sostenido la V República en Francia que prefieran quedarse en casa el domingo.  O, también por ejemplo, qué ocurriría si Le Pen consiguiera consolidar, al menos, la mitad de los 3 millones de avance que logró en 2017 entre las dos vueltas, además del voto de Zemmour. O si, incluso, bastantes insumisos de Melenchon desoyeran a su líder y concedieran un buen puñado de papeletas a Le Pen: una suerte de voto de los humillados contra las élites.

En definitiva, lo impensable (una inesperada derrota de Macron frente a Le Pen) amenaza con no ser imposible si el ‘partido de la abstención’ avanza más de lo pensable, con una participación diferencial que perjudique al actual presidente algo más de lo previsible. Lo impensable se hace muy duro de imaginar debido a la ‘cordial relación’ de Le Pen con Putin, promotor y principal responsable de esa exaltación del crimen que es hoy la invasión de Ucrania.

Pero lo impensable no es imposible. Sería, lógicamente, visto como un cataclismo (¡otro más!) de insospechadas consecuencias para la estructura y el funcionamiento de la Unión Europea. Afectaría, y mucho, a España. Y, para la crisis más dramática de nuestros días -el aplastamiento de Ucrania a sangre y fuego-, quedaría por ver cuánta es la complicidad de Le Pen con Putin y en qué podría traducirse.

Como lo impensable es muy improbable, en una semana estaremos celebrando la victoria de Emmanuel Macron en segunda vuelta. Como no es imposible, ojalá haya alguien con cabeza dedicado a pensar lo impensable.

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