THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Quintana Paz

De cómo ganó Vox estas elecciones andaluzas

«Solo dos partidos sumaron escaños y votos con respecto a 2018: el partido que nadie duda en proclamar vencedor (el Partido Popular) y Vox»

Opinión
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De cómo ganó Vox estas elecciones andaluzas

Santiago Abascal y Macarena Olona en un acto electoral en Córdoba. | Europa Press

Casi todos hemos oído acerca del mito de la caverna platónico; muchos menos conocen bien su significado.

Unos pobres cautivos (con la peor cautividad de todas: la que ignora que lo es) se sientan frente a una pantalla (de piedra o de vidrio, tanto da). Algunos corifeos agitan frente a ellos imágenes, sombras, píxeles. Los cautivos se creen que eso que les enseñan es la realidad. «Han dicho en la tele que estas elecciones han sido un fracaso de Vox». «Sí, sí, yo también lo he visto».

El mito de Platón continúa: unos pocos cautivos logran zafarse de sus cadenas (mentales). Se levantan de sus sillones. Suben hacia el mundo real. ¿Qué querrá darnos a entender el filósofo griego con esa caminata? Otro símil de La República nos ayudará a entenderlo: el símil de la línea. El sendero que conecta las pantallas con el mundo externo, las meras apariencias con la realidad, es un sendero matemático.

Haces matemáticas y extraes conclusiones interesantes sobre las pasadas elecciones andaluzas. Empecemos con lo más sencillo: las sumas y las restas. Solo dos partidos sumaron escaños y votos con respecto a 2018: el partido que nadie duda en proclamar vencedor (el Partido Popular) y Vox. (Parece que en la tele se han olvidado un tanto de esto).

Sigamos sumando y restando: parece que el partido al que más votos podría arrancar Vox es al otro en ascenso, al PP; es decir, al que más sumaba. Dicho de otro modo (ya sabemos que una resta es una suma al revés): Vox ha sido capaz de restar votos incluso a un PP triunfante. No parece empresa minúscula.

Mas, en cualquier caso, no nos obsesionemos con las matemáticas. No se hace política con hojas de Excel. Y Platón lo sabía. Ni las pantallas, ni la aritmética son, en el fondo, buen método para saber de política (acaso tampoco para saber de nada). ¿La mejor manera de enterarte de qué van las cosas? Fíjate en las ideas.

Es muy difícil prestar atención a las ideas: no se ven, no se huelen, no se tocan. Por eso, tan solo los más aguerridos espeleólogos logran escalar las paredes de la caverna, abandonarla y, justo entonces, empezar a comprender que las ideas importan, que acaso sean ellas las que mueven la tierra entera. Cuando llegas a ese punto, el sol puede cegarte. Puede que ansíes incluso volver al fondo de la cueva. Era más fácil dejar que pensara por ti la pantalla del televisor o tu programa Excel. Con todo, si resistes esa tentación perezosa, pronto agradecerás esta nueva forma de verlo todo.

Porque tan pronto como comprendas las ideas que mueven el mundo, comprenderás este.

¿Qué ideas han movido estas elecciones andaluzas? Dirige tu mirada a la ultraizquierda andalucista: la noche electoral su portavoz proclamaba exultante cuán beneficiosa les era una mayoría absoluta del PP (pues así no cogobernaría con Vox). ¿Una socialista-nacionalista alegrándose de los éxitos peperos? ¡Algo importante ha sucedido en España para que se dé lo que todos habríamos reputado psicodélico hace apenas un lustro!

Eso que ha ocurrido va más allá de los 14 escaños obtenidos por Vox en Andalucía. Recuerda a Platón: camina más allá de los números, hacia las ideas. De repente, con la mera existencia de Vox, el PP ya no es el Mal Supremo, sino solo el mal menor (y gozoso) para los izquierdistas. El periodista Antonio Maestre incluso se regocijaba con el dato de que, al ir la extrema izquierda separada en dos candidaturas, obtuvo menor número de escaños, lo cual propició la mayoría absoluta del PP y por tanto hizo innecesario a Vox en el Gobierno. Si sus políticos afines siguieran al estratega Maestre, ¿cabría esperar en las próximas elecciones que la izquierda más radical se dividiera en diez, quince, treinta candidaturas, todo sea por obtener los menos escaños posibles y así dejar al PP el camino expedito hacia la mayoría absoluta también? ¿No es este un nuevo mundo maravilloso que habitamos?

Volvámonos ahora hacia el campo más moderadito del espectro ideológico. Ese que durante tres décadas votaba al PSOE un poco porque era lo que ya gobernaba, un poco porque no vayamos a dar ahora un volantazo (el moderadito teme mucho a los volantazos, aunque el coche en que viajamos se dirija a un precipicio). ¿Qué pasó con el moderadito en 2018? Harto de votar PSOE, pero temeroso aún de que si votaba al PP alguien le llamara facha (el moderadito padece temores varios), mucho moderadito optó por Ciudadanos, esa opción tan aseada.

Ahora bien, en 2022, con un Vox ya asentado y un PP recogiendo la obsesión por la moderación, por la gestión y por los buenos modales a la mesa, Ciudadanos se vuelve redundante como opción moderadita, y lo redundante en la selva desaparece. En el fondo, tienen razón dirigentes de Cs como Francisco Igea cuando se obsesionan con Vox (cuentan en las Cortes de Castilla y León que se niega incluso a saludar a sus homólogos de tal partido): tal formación es causa directa de su camino a la irrelevancia.

El PP es visto con buenos ojos por el «centrismo centrado»; la izquierda empieza a tolerar (¡casi celebrar!) mayorías peperas; Cs se vuelve superfluo; todo el espectro político se transforma en virtud de la presencia de un nuevo partido. ¿No será que es este el que está marcando el juego?

Tiremos aún más del hilo de las ideas. Platón pensaba que un buen modo de aquilatarlas era el diálogo, la dialéctica. Así que, ya que estamos al aire libre, mira a tu derredor: ¿no empiezas a ver por doquier debates que antes no estaban ahí? Los problemas sí que estaban ya, claro; pero, como estamos aprendiendo de Platón, fíjate en si estaba o no también el debate de ideas.

Hace cinco años, ¿se hablaba de los hombres discriminados por la Ley Integral de Violencia de Género? ¿Se comentaba que en muchos barrios españoles niñas y mujeres han tenido que cambiar sus costumbres por la llegada masiva de culturas que las tratan de modo diferente? ¿No era mucho más frecuente que ahora la falacia de que si te sentías ligado a tu nación y deseabas defender tus vínculos con otros compatriotas, eras un peligroso fascio-nacionalista? Hace solo un lustro, ¿había un cansancio tan articulado como el que ahora deplora que, cuando gobierna el PSOE, se avance en su agenda ideológica, pero cuando luego gobierna el PP solo se arreglen los desmanes económicos heredados, mientras se deja incólume tal agenda, que será retomada y superada más tarde, en cuanto vuelva de nuevo el PSOE al poder?

Todos estos animalitos campan ahora por el mundo como si siempre hubiesen estado ahí. Eso sí, por mucho que te complazca su presencia, no te entretengas en exceso mirándolos. Nos falta contar el final del mito de la caverna.

Platón defendía que, una vez entendidas las ideas, había que volver otra vez cueva abajo. Debías explicar, a los hipnotizados por las pantallas, que había realidad más allá de ellas. Al principio se reirán de ti, sí: «Uy, mira qué título ridículo le ha puesto este a su artículo: ¡que Vox ha ganado las últimas elecciones!». Se burlarán y mofarán. Pero quizá alguno aparte luego la vista de la pantalla de su móvil. Y se ponga a pensar.

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