THE OBJECTIVE
Jorge Freire

Lo obsceno

Uno es lo que consume. El pornófago no solo devora un producto prefabricado, descontextualizado y reproducido en bucle

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Lo obsceno

Ane, el personaje que recrea en la serie 'Intimidad' el caso real de la trabajadora de Bilbao que se quitó la vida después de que un vídeo privado se viralizara. | Netflix

Después de filtrarse un vídeo íntimo de Ane, trabajadora de una fábrica de Bilbao, un grupo de obreros se acerca a su puesto para hacerle cucamonas y visajes. Ane se dice a sí misma: «Ahora se creen que estoy de oferta». El razonamiento es viejo: si es tan abierta, se mostrará dispuesta a todo lo que le ofrezcan. Aunque el seductor sea un gañán calvo y con gafas.

Es una escena de la serie Intimidad. Tal y como ha explicado Laura Sarmiento, su creadora, las visitas de los obreros rijosos a la cabina de Ane se inspiran en un caso real: el acoso que sufrió Verónica, la trabajadora de la fábrica de vehículos industriales de Madrid que se suicidó en 2019

«Según parece -ha dicho Sarmiento a El País-, después de la viralización del vídeo, eran constantes las visitas a su puesto, como si ella se hubiera convertido en un mono de feria. Algunos llegaban incluso a insinuarse, dando por hecho que una sexualidad expuesta implica disponibilidad absoluta, indiscriminada, un deseo ciego y enfermizo».

El cortejo, por definición, consiste en hacer la corte. Pero en este caso no se rodea al ser elegido, sitiándolo, para dispensarle agasajos y lisonjas, sino para arrojarle mofas y befas. Si el que liga ha de ser flexible y certero como lazo de gaucho, aquí se busca el daño del látigo.

¿Qué hay más obsceno que un pornófago? Este no disfruta de lo íntimo en intimidad, sino de traer a la escena pública toda suerte de actos que devienen impúdicos

En cuanto el vídeo salta de un móvil a otro, como una pulga de cabeza en cabeza, la fábrica se trueca en festín de pornófagos. Como buena obscenidad, la suya queda fuera de cámara, aunque el espectador la intuya. No en vano, una etimología de «obsceno» – al parecer, apócrifa- era ob-scenus: contra la escena; aquello que, según las reglas del teatro griego, no podría mostrarse al público.

¿Qué hay más obsceno que un pornófago? Este no disfruta de lo íntimo en intimidad, sino de traer a la escena pública toda suerte de actos que devienen impúdicos, no tanto por su naturaleza como por el hecho de ser mostrados. Cuanto más solo y hundido se encuentra, por no dar con gente digna de su mirada, más ratifica que la gente es indigna de su mirada. La pornografía es, ante todo, una catarsis.

Uno es lo que consume. El pornófago no solo devora un producto prefabricado, descontextualizado y reproducido en bucle, sino también la vida de quien allí comparece. Curioso es, cuando menos, que aquellos que se quejan de la dificultad de hablar con naturalidad de las cosas suelan avenirse al fingimiento y la plastificación. Paradojas de la incorrección política… Exige demoler el artificio de la convención al tiempo que defiende el plasticurri de la pornografía. 

La de Ane es una de las historias que componen Intimidad. Es, con diferencia, la mejor serie que he visto en Netflix. Una espléndida trama y una fotografía exquisita; unos personajes bien caracterizados y un magnífico guion, un mensaje valiente y una historia inolvidable.

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