THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

Yo soy el justo; vosotros, los pecadores

«La calificación presidencial es fácil de entender porque ÉL es el justo; los demás -de entrada-, pecadores»

Opinión
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Yo soy el justo; vosotros, los pecadores

La semana final de este curso político de creciente empobrecimiento ciudadano, máxima arbitrariedad en el ejercicio del poder y vasta desafección social ha devenido en estruendosa traca pirotécnica para que nadie dude de que Pedro Sánchez está decidido a ir ‘con todo’ en el año y medio que le resta de Legislatura. 

‘Con todo’, el señor presidente se lanzó a elogiar la «honorabilidad» de los condenados por el Tribunal Supremo por haber organizado, desde el Gobierno de la Junta de Andalucía, una trama de corrupción institucionalizada para comprar afectos y voluntades políticas; una trama que se apropió de 700 millones de euros del dinero extraído con impuestos a todos los españoles y que debía destinarse a ayudar a los parados; una trama por la que han sido condenados Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ambos expresidentes de la Junta de Andalucía, ambos expresidentes del PSOE, y ambos, además, exministros de Trabajo (y de otras carteras) de Felipe González. Chaves añade a tan amplio currículo una vicepresidencia en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. 

El mantra para la defensa de la «honorabilidad» de los dos más eximios socialistas condenados por corrupción por el Tribunal Supremo es que estarían pagando «justos por pecadores». Es decir, el Supremo estaría condenando injustamente a «los justos»… ¿Estaría el alto tribunal cayendo en eso que llaman prevaricación?

Así lo avanzó el lunes la flamante nueva portavoz de Sánchez en el PSOE y lo proclamó el martes el propio señor presidente. Y ésa es la clave. Es Pedro Sánchez (y, eventualmente, quién él designe en ese instante como su portavoz) quien decide y señala quiénes son «los justos» y quienes «los pecadores». Y queda como una antigualla derechista que sean los tribunales quienes impartan justicia. 

La calificación presidencial es fácil de entender porque ÉL es el justo; los demás -de entrada-, pecadores. Y como ÉL es «el justo» y «los pecadores» son, indubitablemente, todo lo que ÉL califica como «la derecha» cobra sentido la trama de los ERE. Se trataba de utilizar el dinero destinado a los parados para ‘engrasar’ los apoyos al PSOE en Andalucía. Vistos los resultados, no engrasaron mal: el socialismo parecía allí imbatible. Gobernaron ininterrumpidamente desde las primeras elecciones a la Junta, en mayo de 1982, hasta enero de 2019, y fueron allí el partido más votado hasta la mayoría absoluta que acaba de conseguir Juanma Moreno este mes de junio. 

ÉL, ‘el justo’, decide que lo justo es hacer lo posible y lo imposible para evitar que ‘los pecadores’ puedan seguir la senda de Juanma Moreno en Andalucía. Y menos que nadie ese tal Alberto Núñez Feijóo: ¡un pecador! Se trata de hacer lo posible y lo imposible para que, si tal cosa llegara final -y lamentablemente- a ocurrir, ‘los pecadores’ encuentren una España tan ingobernable, amén de tan empobrecida y tan harta de arbitrariedades, como para que la desafección pueda tornarse, con solo una chispa, en revuelta social. 

«La calificación presidencial es fácil de entender porque ÉL es el justo; los demás -de entrada-, pecadores»

El segundo acto de la traca de ‘el justo’ en esta semana de fin de curso tuvo como inevitable protagonista a su socios del separatismo catalán, y también con la Justicia en su punto de mira. Además de separar a justos y pecadores a la hora de decidir qué decisiones judiciales hay que acatar o atacar, nuestro descorbatado Gobierno nos anuncia que hay que «desjudicializar» todo lo que convenga a sus socios del independentismo. ¡Claro, ellos también son ‘justos’ (aunque no tanto como ÉL), y carece de sentido que tengan que someterse al criterio de tribunal de justicia alguno! Ese engorroso trámite debe quedar exclusivamente para ‘los pecadores’. 

Entre ‘los pecadores’ están los padres que piden que se cumpla la Constitución en los colegios de Cataluña. Que piden que, al menos, el 25% de las asignaturas se impartan en castellano, la lengua común de todos los españoles que debería ser (al menos) tan vehicular como la lengua cooficial allí donde se hablan dos lenguas. Pues no, el Gobierno de ‘el justo’ ha decidido respaldar explícitamente la ilegalidad manifiesta en la que está incurriendo el Ejecutivo catalán al incumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) sobre la enseñanza bilingüe en los colegios catalanes. ‘¡Hay que desjudicializar todo lo que afecta a los amigos!’, es la estentórea proclama de ‘los justos descorbatados’

Lo de ‘quítate la corbata’ fue el truco final de esta traca de fin de curso. Llegó el viernes, con la comparecencia de ‘el justo’ en La Moncloa para señalar quiénes quiere él que sean vistos como los culpables del creciente empobrecimiento que sufre una amplísima mayoría de españoles. Y no, no son las arbitrariedades que decide su desgobierno ni las astracanadas de la facción podémica de su Consejo de Ministros, photoshop playero incluido. Los culpables son «los poderosos», que ‘el justo’ se atrevió a señalar por sus nombres: bancos y eléctricas. «Si [Ana Patricia] Botín e [Ignacio Sánchez] Galán protestan, es que vamos en la buena dirección», proclamó ÉL, exhibiéndose sin corbata minutos antes de coger su Puma con destino a Torrejón, donde le esperaba su particular Airforce-One-ibérico. ‘¡Es contra ellos, y no contra mí, contra quienes tenéis que dirigir vuestra creciente desafección por las arbitrariedades que dicto y el empobrecimiento que os causo!’.

Empobrecimiento, arbitrariedades y desafección. Con los tres crecientes, ¡y creciendo!, arranca hoy agosto. El último verano antes del invierno de nuestro descontento. 

Lo padeceremos con ‘ÉL, el justo descorbatado’, señalando quiénes son justos y quiénes pecadores; desjudicializando las causas que puedan perjudicar a sus socios; demonizando a empresarios, a autónomos y a cualquiera capaz de crear un puesto de trabajo sin someterse al solícito agradecimiento por su magnánima subvención; cambiando leyes y normas a la carrera para que, en el maremagno, no esté claro siquiera lo que es cumplible; creando falaces derechos inventados mientras se trituran el Derecho y la Constitución; inventando identidades y perjuicios diversos para segmentar a la sociedad española en una miríada de damnificados en sus diversidades; retorciendo, para su extirpación, los criterios éticos y morales más arraigados en la sociedad española… Avanzando, en definitiva, en su progresista agenda del desgobierno woke

Seguimos cavando. La buena noticia es que ya queda menos para llegar a finales de 2023.

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