THE OBJECTIVE
Julia Escobar

La memoria editorial: Jaime Salinas

«Cuando leí el segundo volumen de sus legítimas y auténticas memorias me consideré libre de publicar algún día todo lo que me concierne en esta historia»

Opinión
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La memoria editorial: Jaime Salinas

Una de las características del verano es el furor con el que algunos escribidores, como llamaba José Jiménez Lozano a los que se dedican a ese oficio, queremos repasar en pocos meses lo que no hicimos en toda una vida. Yo tengo desgraciadamente muchas «asignaturas pendientes» y una es la de ocuparme de Jaime Salinas. No quiero decir que nunca lo haya hecho, pues dediqué unos cuantos años de mi vida a trabajar con él en la elaboración de sus memorias, pero no fui sincera del todo. Por eso cuando leí el segundo volumen de sus legítimas y auténticas memorias me consideré libre de publicar algún día todo lo que me concierne en esta historia. Recordaré que el primer volumen recibió el premio Comillas de Tusquets, (Travesías: Memorias, 1925-1955) y que la edición de Cuando editar era una fiesta. Correspondencia privada, es el segundo volumen, basado en la correspondencia de Jaime con su amante islandés, Gudbergur Bergsson, completada por testimonios de amigos y un buen elenco documental para entender le proyecto editorial de Salinas. La edición corrió a cargo de Enric Bou. Es un grueso volumen, cuya misión es doble; por un lado, documental, con testimonios de amigos y colaboradores (ni están todos ni todos son imprescindible) y el índice onomástico y la bibliografía y, por otro, biográfica, a través de las confidencias íntimas de la pareja Bergsson-Salinas, que nos muestran a este último bajo una perspectiva insólita. Un Jaime desinhibido, incluso procaz y, desde luego, nada caritativo (eso ya lo sabíamos, aunque no todos), lo que le da sal y pimienta a algo que, en principio, podría parecer aburrido. Jaime no ahorra con Bergsson ningún cotilleo, como la rivalidad amorosa de Juan Benet y el recién fallecido Calasso, a propósito de Blanca Andreu, pongo por caso. 

Como digo, este libro me ayudó mucho a liberarme de mi discreción, respecto a mi colaboración con Jaime, para lo cual me ha parecido más eficaz e impactante transcribir aquí algunos fragmentos de mis diarios que se ocupan de esa peregrina labor. He elegido los que corresponden a los primeros momentos del proyecto y al extraño viaje a Barcelona que me encomendó Jaime para «entrevistar» a sus amigos. Ahí van:

15 de mayo de 1995. Llegada a Barcelona a las 17 horas, a las nueve menos cuarto me recoge Beatriz de Moura en el hotel. Vamos a cenar a su restaurante El Bistró 106 en la Calle Aribau mismo número. Beatriz reúne las características necesarias para ser la legítima heredera de la «Escuela de Barcelona». Tengo mucha curiosidad por lo que me puedan contar esos «testigos» a los que voy a entrevistar, aunque dudo que pueda servir de algo, ya que no se trata de una biografía redactada por mí, sino de las memorias de Jaime Salinas, pero él insistió en que las hiciera. En realidad, creo que lo que quiere es saber cuál es la opinión que tienen de él, cómo si ellos no supieran que luego se lo voy a contar todo, aunque le contaré lo que me parezca que deba contarle, por supuesto.

16 de mayo de 1995. Visito a Carmen Balcells que me recibe, encantadora y al mismo tiempo feroz y terrible. Me cuenta cosas que se pueden sintetizar como sigue:

Ella no fue propuesta por Victor Seix ni por nadie para dirigir el departamento comercial, pero como le gusta su leyenda, me pide que no le deshaga el equívoco a Jaime. La realidad es que fue ahí porque conocía a Carlos Barral y trabajaba para Vintila Horia en la agencia literaria que tenía éste. Carmen propuso a Barral llevar todos sus libros en exclusiva y lo consiguió. Admite que Jaime Salinas hizo mucho por ella, entre otras cosas casarla. Admite que le pidió consejo sobre lo de la Agencia literaria, o mejor dicho que lo recibió porque Jaime era muy aconsejador. «Puedes ser agente literario, pero no te lo tomes en serio», le dijo. También debe mucho a Carlos Barral y a los demás editores porque, gracias a su ineptitud y tozudez, los autores se echaron en sus brazos. Todavía recuerda cómo Carlos quiso convencer a Vargas Llosa de que la dejara y tratara directamente con él haciendo que así no tuviera que declarar impuestos. Carmen traduce una gran crispación, un gran rencor hacia esa gente de la que dice que eran muy brillantes, muy cultos pero tontos y a la cabeza, Carlos Barral. No parece perdonarle que la atribuyera tendencias lésbicas, pero dice estar por encima del bien y del mal. 

17 de mayo de 1995

Edicions 62. Como no consigo ver a José María Castellet, me voy con Montserrat Sabater a comer al Bistró. Montse se muestra desconcertada ante mi papel en este asunto. Intento sacarla de dudas pero parece una mujer muy lista y difícil de engañar. Aunque al principio se muestra reacia a hablar, al final se desmarca con un chorreo de historias. 

a) Carlos Barral, un megalómano, contradictorio, señorito y necio, cobarde y perrazo.

b) Jaime Salinas, un tiranuelo, especializado en tiranizar mujeres, en particular secretarias embarazadas, un cominero y un organizador nato a quien le encantaba tener una legión de mujeres a sus órdenes. Montse recuerda su relación con Carmen Balcells como una de esas mamás que se buscaba Jaime. La verdad es que la propia Carmen me dijo que ella inventó a Salinas (Salinas me dice que él inventó a Carmen) y que le conducía el coche y le servía de mecánico y de chófer. Montserrat creía que yo pertenecía a ese tipo de siervas del Señor. De esto chitón a Jaime que piensa que Montserrat le adora.

c)  Rosa Regás, una individua de mucho cuidado.

De todo esto se traslucen dos mundos: uno el de los jefes y otro el de los subordinados. Montse pertenece evidentemente al segundo. Frase estrella sobre Carlos Barral, extensible a toda esa generación, exceptuando a Salinas: «No se daba cuenta de que en el mundo también había ingenieros». 

Por la tarde paso por Tusquets para recoger lexatines que me han conseguido gratis et amore. Me encuentro con Toni López Lamadrid que me anuncia que aún tenemos que cenar juntos. Me dice Beatriz que será el viernes por la noche con ¡Juan Luis Panero!, el pasado siempre vuelve.  Regreso al hotel sobre las 5.30h.  Hago llamadas y me marcho al puerto olímpico, ceno fuera, sola y mal en un supuestamente magnífico restaurante de la Barceloneta. El barrio me impresiona: es la Barcelona auténtica, pescadora y proletaria, supongo. Nápoles, lleno de ropa tendida, una mezcla de Barrio de la Concepción y poblado canario.

Y por ahora, debido al formato de estos artículos, aquí lo dejo, a la espera de encontrar un editor para mis diarios, en los que, como habrán visto y a diferencia de los que pululan por ahí, los protagonistas no se llaman X, Z ni Y, sino que tienen nombre y apellidos, sonoros, ilustres y reconocibles.

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