THE OBJECTIVE
Jorge San Miguel

El 78 se perdona

«El indulto a Griñán, si lo hay, es casi una anécdota ya. España solo se mueve a espasmos, y el nuevo ciclo político parece venir con un bipartidismo reforzado»

Opinión
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El 78 se perdona

El expresidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán. | Europa Press

Como se puede deducir del título, el jueves pasado mi querido Xavier Pericay me pisó la columna que iba a escribir yo esta semana. Pero en la vida y en el columnismo lo importante es no arredrarse, y no dejar nunca que la vergüenza se interponga entre uno y la entrega de un texto; así que aquí estamos, impasible el ademán. Efectivamente, el 78 se perdona, se indulta a través de la probable figura de Griñán, y en los 4.000 justos o vírgenes que firmaron la petición hay un florilegio de setentayochistas de más o menos relumbrón; algunos perfectamente olvidables o risibles, otros dolorosos como Savater o Garci. El indulto generacional al que alude Xavier.

Tampoco sería el primer autoindulto colectivo que vemos en los últimos tiempos, que a veces ni siquiera precisa del engorroso trámite gubernamental. A veces basta con hacerse los tontos. Ahí está Pujol rehabilitado en TV3 per cent; o los malversadores y golpistas del 17-O, a través de los que el PSOE indultó su coalición de Gobierno. (Peor suerte ha corrido el Rey emérito; aunque pocas figuras tan atávicas como el rey sacrificial, que paga el pato de la mala cosecha; o, en este caso, sirve de chivo emisario para la oceánica jeta de los cortesanos de todo pelaje que le rieron las gracias durante décadas.)

Xavier habla desde la experiencia de quien ha «formado parte de una cámara de representación política»; experiencia que comparto a mi humildísima manera. De hecho, hace unos años ya fui testigo en la Cámara baja de uno de estos periódicos «perdones generacionales», uno más caro aún que el de Griñán: el de las cajas de ahorros. La comisión de investigación sobre el rescate financiero -recordemos, una factura de en torno a 100.000 millones, de los que no se ha recuperado ni la mitad-se cerró, menos de dos años después de abrirse, con un dictamen bochornoso en el que los partidos políticos -excepto uno, el que no había pillado en su día- se autoindultaban de cualquier culpa en la ruina, a pesar de haber copado los consejos de administración y de haber usado las entidades como cajeros automáticos de partido y refugio de viejas glorias. Ya saben ustedes: las hipotecas basura en el Midwest, el neoliberalismo… è un mondo difficile y entre bueyes no hay cornadas, que decía Manolito.

«La ingenuidad y el moralismo atolondrado han jugado a favor de la impunidad»

El caso de las cajas tiene una ironía adicional, porque nuestra política es aún heredera de esa crisis y de esos polvos. El actual ciclo político empezó a definirse, hace más de diez años, a partir de un estallido social que clamaba contra la casta política y sus privilegios. El movimiento fue cooptado enseguida por activistas que acabaron siendo políticos en el sentido más craso del término; y el ciclo está obviamente muerto. Pero no deja de producir una cierta melancolía que todas aquellas protestas y discursos pasados de rosca -todo lo exagerado es insignificante- no hayan producido una sociedad más vigilante sino menos, si cabe. La ingenuidad y el moralismo atolondrado han jugado a favor de la impunidad. Recordamos las fotos chocarreras del desdichado Blesa subido a un hipopótamo, pero el dictamen de la comisión de las cajas pasó sin pena ni gloria. Ya estábamos todos a otras faenas.

El indulto de Griñán, si lo hay, es casi una anécdota ya. España solo se mueve a espasmos, y el nuevo ciclo político parece venir con un bipartidismo reforzado. La gente no está para experimentos y todo se perdona en esas circunstancias; empezando por los pecados propios. Ah, lo de Savater. La amistad no es el peor motivo para hacer o dejar de hacer; pero en la tensión entre el intelectual público y el ciudadano privado -el amigo-, el primero siempre va a perder su único capital, la credibilidad.

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