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José Luis González Quirós

Lo de Tamames

«Cierto es que el PP no se ha sumado al evento Tamames, pero pagará con bastante probabilidad parte de los platos que Sánchez no va a arrojar a la cabeza rubia de don Ramón»

Opinión
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Lo de Tamames

Ramón Tamames. | EP

De Quevedo decía Borges que era toda una literatura, mucho más que un excepcional escritor y algo muy parecido podría decirse de Ramón Tamames que no solo tiene una biografía, sino que es toda una historia. Al verle al filo de los noventa años encabezando una moción de censura podría parecer que es el último medio siglo de España quien se pone de píe para apartar a Pedro Sánchez del timón, pero eso sería un sentimiento que da para un minuto de ciencia ficción, nada que ver con la dureza real de la política.  

Es seguro que son muchos los españoles que se están estrujando las meninges para ver en la súbita aparición de Tamames en el Congreso algo así como un rayo de esperanza, una especie de milagro, una hazaña de esas que tanto poblaron la imaginación infantil de los que ya hemos pasado la linde de la madurez. Mucho me temo que el final del portento acabe por ser más cervantino que quevedesco, que pese al indudable empaque del retador lo que acuda a nuestra cabeza sea aquello de «caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada».

Habrá que esperar a ver lo que dice Tamames y cómo lo dice y supongo que serán millones los que puedan estar de acuerdo, pero hay un error de base en la iniciativa y es que no basta con respetar la literalidad de la Constitución Española sino que haría falta respetar el espíritu que la inspira. Una moción de censura tiene que ser constructiva, es decir que, como mínimo, ha de tener alguna posibilidad de éxito y esta no lo tiene. Siendo así, en lo que resulta la moción de Vox/Tamames es en un aprovechamiento de las instituciones para fines electorales, que es lo que siempre se le reprocha, con harta razón, a Pedro Sánchez. 

Los dos partidos en que, con escasa fortuna, está dividido el espacio electoral del centro y la derecha cometen, a mi juicio, un error común y muy habitual que es tratar de conseguir la mayoría a base de ocurrencias, y esta tal vez sea de las más chispeantes, pero las ocurrencias son pan para hoy y hambre para mañana, lágrimas en la lluvia. La política que se necesitaría para lograr una mayoría suficiente y conseguir el gobierno está bastante lejos de lo que hacen PP y Vox, que es insistir en lo perversa que es la situación en la que estamos gracias a la impensada coalición que ocupa el Gobierno, cosa que sin duda comparten muchos electores pero que no parece suficiente para hacerse con los escaños que permitan una investidura distinta a la que tratará de repetir Pedro Sánchez. 

«Para ganar hay que articular una mayoría en torno a un proyecto y eso, que lo hizo con paciencia Aznar antes de 1996, no lo hace nadie ahora»

Para ganar hay que articular una mayoría en torno a un proyecto y eso, que lo hizo con paciencia Aznar antes de 1996, no lo hace nadie ahora. La moción de Vox/Tamames puede agravar la división política en el electorado más proclive a la alternancia y cabe temer que tal cosa suceda sin beneficio para ninguno de los dos, aunque el acontecimiento pueda resultar entretenido. Es más que probable  que a Pedro Sánchez y a sus secuaces también les agrade esta distracción porque las reglas del juego le concederán al presidente unas ventajas más que notables, de forma que, de nuevo, podamos asistir a esa escenificación tan habitual en las cámaras que solo cabe comparar a lo que  en el noble deporte del Mus se llama «los pájaros contra las escopetas», valiente y riesgosa actitud que suele terminar con los pajarillos desventrados.

En ningún deporte o contienda es razonable olvidar la sabiduría que se cifra en la recomendación de no minusvalorar al enemigo, menos aún cuando el enemigo se oculta tras el formidable parapeto que el sistema político español concede al inquilino de la Moncloa. Suponer que los juegos de artificio, la retórica y las vaguedades puedan poner en riesgo las defensas de un profesional como Sánchez  es peor que una ingenuidad, roza la incompetencia. 

En contra de la experiencia más común, los partidos de la derecha han caído con frecuencia en el error de montar sus estrategias sobre la convicción de que existía una mayoría natural, un argumento de Fraga que permitió a Felipe González dedicarse casi a sestear en la bodeguilla durante década y media. El PP de Aznar llevó a cabo la proeza de ganar por los pelos en 1996 y alcanzar una mayoría absoluta en el año 2000, un logro muy esforzado que consiguió una importante desmovilización del electorado socialista. Rajoy repite el éxito tras la debacle de Zapatero, pero el PP ha llegado a perder tras ese momento el 60% de sus votos, mientras que el PSOE ha tenido la temeraria la habilidad de montar una mayoría parlamentaria con los restos dispersos de lo que se ha llamado la derrota del bipartidismo. 

«Es más que probable que a Pedro Sánchez y a sus secuaces también les agrade esta distracción porque las reglas del juego le concederán al presidente unas ventajas más que notables»

En estas circunstancias soñar con algo parecido a una nueva mayoría natural que reponga al PP en la Moncloa supone un desconocimiento muy grave de la situación política, y creer que la mera denuncia de las políticas de Sánchez pueda bastar como munición para ganar la batalla es un error de bulto. Emplear a Tamames como ariete parece estar inspirado en esa idea: «Hasta Tamames desearía acabar con Sánchez», pero el caso es que, en España, los Tamames se cuentan con los dedos de la mano, por desgracia.

Contra este diagnóstico se suele argumentar lo que dicen las encuestas, aunque todo el mundo sabe que las encuestas nunca son del todo fiables, incluso cuando parecen concordar de forma llamativa. Sin embargo, esas encuestas que se invocan para dar ánimos a los políticos de la oposición, no muestran nada que pueda considerarse un vuelco de la situación que nos viene acompañando desde que Sánchez se encaramó en la Moncloa mientras Rajoy se lamía las heridas del lance en un reservado de la capital. 

Sánchez, por otra parte, está dejando a Jano como ejemplo de mirada unidireccional. Contra la mayor parte de la previsiones, se las apaña para llevarse bien con el gobierno incrustado de Podemos, gentes que lo detestan porque están ciertos de que si pudiera los nombraría cónsules en cualquier lugar muy remoto, pero Sánchez sabe que no tienen otra manera de vivir que agarrados a sus faldas,  y que, avezados expertos en la supervivencia, no incurrirán jamás en la insensatez del escorpión con la rana que le lleva a la orilla. Pues bien, al tiempo que navega con tiento en compañía de una izquierda tan radical como estrafalaria, se convierte en adalid no ya de la UE sino de la mismísima OTAN y compite en ardor guerrero con quien se le ponga. El PP ya ha dejado de hablar de economía porque se ha dado cuenta de que Von der Leyen y los demás mandarines de Bruselas se entienden con quien gobierna y tampoco ve la menor oportunidad de reprochar a Sánchez ligerezas estratégicas o antiamericanas. Mal rival.

Cierto es que el PP no se ha sumado al evento Tamames, pero pagará con bastante probabilidad parte de los platos que Sánchez no va a arrojar a la cabeza rubia de don Ramón. En un momento que se adivina decisivo ante la proximidad de unas elecciones nacionales, el líder del PP no podrá decir ni pío porque el pescado se reparte en el Congreso, aunque eso sí, es fácil que le dejen asistir desde el gallinero. Si Vox buscaba esto, parece haberle salido bien, aunque no se verá con claridad cuál es el balance de la intentona hasta que en diciembre se liquiden todas las facturas. 

Mal asunto es, en todo caso, que si ya parece que el PP no tiene otra estrategia que responder a Sánchez pueda suceder ahora que haya de perder algunas semanas, pues la presidenta del parlamento alargará los plazos cuanto pueda, en pronunciarse sobre un suceso que nada tiene que ver con los asuntos y motivos que podrían llevarle a facilitar la penosa escalada de Feijóo hasta Moncloa.  

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