THE OBJECTIVE
José Rosiñol

'Pam' y el sexo

«Es una izquierda que ha cambiado el púlpito por las redes, la iglesia por unos medios sedientos de ayudas públicas, las sagradas escrituras por charlas de bar»

Opinión
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‘Pam’ y el sexo

Ángela Rodríguez 'Pam' e Irene Montero. | Europa Press

Desde luego, la deriva de eso que antes llamábamos la izquierda sería un magnífico objeto de estudio psicosocial de cómo, cuando se pierden los referentes, se puede caer en una especie de psicosis obsesiva por intentar encontrarse a sí mismo. Bien es cierto que lo que vemos se basa en unas estructuras narrativas y justificativas básicas: la «gente» es básicamente tonta, el ciudadano es una especie de menor que debe ser tutelado y que, a modo de imitación inquisitorial, a la persona debe salvársela, aunque no quiera ser salvada. 

Estamos ante los desechos de aquella vanguardia comunista que debía tutelar a un pueblo sumiso para lograr un hombre realmente libre. La cuestión que habría que preguntarse es cómo ha sido posible la metamorfosis del homo soviéticus, con toda su perversión autoritaria y moral, de esa especie de fatalismo que nos decía qué y cómo indefectiblemente iba a ser el futuro y el ser humano, de esa rigidez moral y ética, a esta izquierda identitarista que roza el ridículo constante, pero que comparte la misma necesidad de imponer a los ciudadanos una forma unívoca de entender la vida, de inmiscuirse en tu vida, de decirte lo que debes hacer y lo que no, de cómo te debes comportar y cómo no, de cómo debes vivir y de cómo no.

Vamos, que hemos pasado de unos metarrelatos escatológicos, tan profundos como errados, a la obsesión por lo que hacemos en nuestra intimidad, de delimitar lo que es íntimo y de lo que no, de lo que es válido y de lo que no. Eso sí, para todo ello, para la imposición de sus pautas de comportamiento del buen ciudadano populista, siguen utilizando a las instituciones públicas como arietes para señalar y perseguir a todo aquel que no comulgue con sus postulados, y a toda la maquinaria propagandística en sus manos como si de un púlpito moralista se tratase. Básicamente, confunden la esencia de lo que es la democracia y sus instituciones: la base de la democracia es la libertad, la libertad individual, la libertad positiva y negativa, y las instituciones deben ser el fundamento por el que ningún poder público o privado pueda coaccionar arbitrariamente dicha libertad.

«Estas nuevas vanguardias del comunismo 2.0 están obsesionados con vigilar lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestra sexualidad»

Y ¿qué es lo que más parece obsesionar a estas nuevas vanguardias del comunismo 2.0? Pues el sexo, están obsesionados con el sexo, con vigilar lo que hacemos o dejamos de hacer con nuestra sexualidad. Persiguen todo aquel comportamiento que pueda concebirse como clásico, dotándolo de carga moral e ideológica (con la matraca, entre otras, del heteropatriarcado). Ahí tenemos a Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado, que no desaprovecha la ocasión para decirnos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Entre otras muchas lindezas, para Pam parece una aberración que haya chicas jóvenes que prefieran la penetración a la masturbación… ¿No podría ser que las filias y fobias de Pam sean las suyas y que el resto de personas puedan tener su propio criterio sin tener que ser señaladas como algo impropio por parte del Gobierno?

Más allá de la tendencia de la Sra. Pam a decirnos lo que le parece mal y lo que le parece bien, utilizan el erario para hacer campañas de publicidad en las que chicas con cierto sobrepeso (me baso en el IMC percibido) tienen sexo con chicos esbeltos. ¿En serio que Pam y los suyos se acaban de enterar de que el sexo es practicado por todos los tipos de morfologías del ser humano y que hablamos de lo que nos da la gana hablar del sexo o de lo que sea? Entiendo la vergüenza que sentirán todos aquellos que se definían de izquierdas y ven cómo se ha pasado de unos planteamientos ideológicos como el progreso y la igualdad a una izquierda moralizante y pueril del «caca, culo, pedo, pis».

Parece que Pam y su chupi pandi aspiran a ser los herederos del nacionalcatolicismo, a convertirse en aquel cura franquista que te decía obsesiva (y, a veces, lascivamente) lo que era bueno y malo en el sexo, de lo que deberías avergonzarte y de lo que no. Estamos ante una izquierda desnortada y ciegamente autorreferencial que cree que su visión de la vida es la Visión y esta Visión es su Misión. Solo han cambiado el púlpito por las redes sociales, la iglesia por unos medios sedientos de ayudas públicas, las sagradas escrituras por charlas de bar y cuñadismos

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